María Griselda Zuffi, Demasiado real: Los excesos de la historia en la escritura de Tomás Eloy Martínez (1973-1995). Corregidor: Buenos Aires, 2007, 154 páginas. ISBN 978-950-05-1713-3.

 

El éxito editorial y la proyección internacional de novelas como El vuelo de la reina, ganadora del premio Alfaguara de 2002, y Santa Evita, obra traducida a más de una treintena de idiomas, editada en medio centenar de países y merecedora de efusivos elogios por parte de los grandes escritores del boom (García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes), han colocado al novelista argentino Tomás Eloy Martínez en un sitio marcadamente visible y privilegiado dentro del mapa literario-cultural de América Latina. Esta “centralidad” alcanzada por la obra del escritor tucumano en los últimos años plantea cierto problema para la estudiosa María Griselda Zuffi, quien, en su estudio Demasiado real: Los excesos de la historia en la escritura de Tomás Eloy Martínez (1973-1995), nos recuerda que Tomás Eloy Martínez ha sido siempre un escritor que, por sus posturas contestatarias y por sus prolongados exilios, ha procurado escribir no desde el “centro”, sino desde el “margen.”

Uno de los propósitos del estudio de Zuffi es precisamente ubicar la obra de Tomás Eloy Martínez dentro de estos márgenes y de volver la mirada hacia la época de los sesenta y setenta, años en los que, en la Argentina, se llevaron a cabo intensos debates sobre el peronismo y la cultura, discusiones en las que Martínez participó vivamente por medio de su labor periodística y literaria. Según Zuffi, las obras de Martínez comprendidas entre 1973 y 1995 recogen, reevalúan, problematizan y reescriben múltiples aspectos de estos debates. En Demasiado real se propone, en fin, una lectura de la obra novelística de Martínez hecha desde el país rioplatense, una lectura anclada en “lo real”, en los hechos e historia de la Argentina y, claro, también en las polémicas sostenidas en torno a éstos mismos. El eje central de estas polémicas es siempre el problema de la verdad, o, más bien, el de las formas de acceder a ella y los modos de articularla, teniendo en cuenta su relación con el poder. Zuffi busca situar la obra de Martínez no sólo dentro de su entorno espacio-temporal sino también en su lugar con relación al testimonio, género que resultaba sumamente atractivo en los sesenta y setenta como forma privilegiada de llegar a la verdad, ésta siempre opuesta a “las verdades” y a la historia pronunciadas desde el poder. A lo largo de los cuatro capítulos que constituyen Demasiado real, Zuffi sigue y analiza con detenimiento los acercamientos y distanciamientos, las convergencias y divergencias de Tomás Eloy Martínez en tanto al género testimonial. Es así que para la autora, Tomás Eloy Martínez es un escritor pos/testimonial, no en el sentido de alguien que llega después del testimonio o que escribe contra éste, sino de alguien que participa en su reescritura y reelaboración. De esta forma la obra de Martínez supone un revisionismo del género testimonial como modo privilegiado de acceder a la verdad.

El primer capítulo, titulado “Resistencias a la ‘historia oficial’: La pasión según Trelew” lo dedica la autora a trazar una genealogía del género testimonial dentro de la Argentina, cuyo inicio se perfila en el pensamiento y los escritos de Rodolfo Walsh, quien veía el testimonio como una manera eficaz de oponer resistencia a la historia oficial pronunciada desde el poder.  Para Zuffi, el testimonio está, pues, íntimamente ligado a Walsh y a las contiendas políticas que acompañaron el resurgimiento del peronismo en los años sesenta y setenta. Siguiendo las pautas marcadas por Walsh, Tomás Eloy Martínez, en La pasión según Trelew (1973), emplea el testimonio para “desenmascarar”, para llegar a una verdad ofuscada, falseada sistemáticamente por el poder y los discursos oficiales que emanan de éste. Por fuerza, el testimonio, tal y como lo conciben ambos Walsh y Martínez y muchos otros intelectuales de su generación, no es un tipo de escritura neutra sino un arma política. Es una forma escritural que se articula desde la represión, desde el trauma, desde los grupos marginados y silenciados por el poder. En resumen, en el testimonio está el reclamo social, la lucha por la justicia y por la verdad.

A partir de la publicación de La pasión de Trewlew y comenzando con La novela de Perón (1991), sin embargo, como apunta María Griselda Zuffi, Martínez se va alejando poco a poco del género testimonial sin llegar a desprenderse de éste o a renunciar completamente a él. De hecho, como demuestra Zuffi, Martínez no busca renunciar al género, sino más bien ir más allá de sus límites genéricos para problematizarlo, hibridarlo y reescribirlo. En “La nación imaginada: La novela de Perón”, el segundo capítulo de Demasiado real, Zuffi empieza a escudriñar esta reelaboración de Martínez, proceso que se inicia por medio de La novela de Perón, obra constituida sobre una base documental híbrida y dispar que incluye testimonios y reportajes periodísticos. Zuffi comienza el capítulo discutiendo cómo Perón y el peronismo sentaron las bases para el autoritarismo militar que se dio posteriormente dividiendo al país en dos grupos: los leales a la patria y los traidores. Todo el que no se adhería a las posturas ideológicas de Perón era considerado traicionero a la patria y enemigo de la unidad nacional. Lo que intenta Martínez, según la lectura de Zuffi, es una exploración de esta ideología nacional por medio de un rastreo de varios tipos de documentos testimoniales y periodísticos sobre los cuales se construye esa idea de la nación dividida. Claro está que tal división maniquea y reduccionista cancela cualquier posibilidad de pluralidad y asimismo socava los principios más básicos, los fundamentos de la democracia. Lo que encuentra Martínez como escritor e investigador, lo que revela en sus pesquisas textuales, es una nación (textual) contradictoria donde la verdad única no existe. Existen de hecho distintas versiones de la nación y también distintas imágenes y versiones de Perón, de lo que fue y representa: Perón el antieuropeo, el germanófilo, el izquierdista, el fascista, etc. Mito e historia, verdad y ficción no pueden deslindarse. Si bien la novela incorpora técnicas del testimonio, esta modalidad escritural ya no tiene los poderes y las virtudes que Martínez le había adjudicado en La pasión de Trewlew. La novela de Perón  de hecho pone en tela de juicio no sólo la idea de una verdad única sino también la noción del testimonio como forma privilegiada para descubrirla, revelarla o llegar a ella.

En el tercer capítulo, “Transgresiones de un paraíso perdido: La mano del amo”, Zuffi realiza una lectura feminista de La mano del amo (1991). Apoyándose en el trabajo de Doris Sommer, parte del concepto patriarcal de la familia como la base ideológica de la nación moderna, del romance familiar como símbolo fundacional de la nación. Dentro de esta concepción, el padre es la autoridad, el que dicta, el dueño del espacio público; en cambio a la mujer se la relega y confina al espacio doméstico y familiar. Mientras que el hombre encarna la agresividad, la competitividad, la fuerza sexual desenfrenada, la mujer representa los valores de la familia, la armonía, la paz. En este proyecto fundacional, a la mujer se le asigna asimismo el papel de educadora, de transmisora de los valores del patriarcado. Éstas son algunas de las esencias o “verdades” que se asignan a los géneros y que sirven como las columnas que sostienen el edificio y las estructuras patriarcales. Lo que hace Tomás Eloy Martínez, según Zuffi, es poner en tela de juicio estas diferencias esencialistas. En la novela la madre es presentada como la opresora, el cuerpo de donde emana el poder. Es un poder que busca suprimir la voz del hijo, que pretende, de hecho, disminuirlo, anularlo. El hijo, a su vez, sólo tiene identidad como producto de este poder, como reacción negativa a él. Hacia el final de la novela este hijo menguado se trasviste, busca convertirse en la madre poniéndose sus ropajes. Apunta el texto a la androginia, a cierto tipo de cuestionamiento de los géneros como identidades estables e incambiables. A su vez, funciona este travestismo como una especie de carnavalización del romance familiar sobre el cual se funda la Nación Argentina

En el cuarto y último capítulo de su estudio, “Rumores del cadáver: Santa Evita, Zuffi pone de relieve las estrategias de un autor que busca escribir los hechos desde las márgenes y que, al hacerlo, no busca la Historia única y absoluta, escrita con hache mayúscula, sino las historias múltiples y divergentes, escritas con haches minúsculas, que ponen en entredicho no sólo la veracidad de la historia oficial sino la misma posibilidad de llegar a una verdad absoluta e inapelable. Martínez crea un texto-pastiche que incorpora las voces de múltiples personajes marginales cuyos testimonios se contradicen entre sí y ponen en movimiento una serie de “rumores” que contaminan la supuesta verdad, que se filtran por las grietas de los discursos oficiales para entorpecerlos y desvirtuarlos. Esta multiplicidad de voces heterogéneas asimismo desautoriza, hasta cierto punto, al escritor como proveedor/productor único de la verdad y buscan, reclaman, desde los márgenes, un espacio dialógico para articular sus propias verdades, un sitio de enunciación que dé cabida a las contradicciones y ambigüedades de la realidad.

En suma, sólo hemos querido recalcar algunos de los aspectos más destacables de Demasiado Real sin pretender ofrecer un resumen exhaustivo del trabajo, cosa que sería imposible en el breve espacio del que disponemos, dada la complejidad y el alcance de los temas que aborda y explora María Griselda Zuffi. Nos limitaremos a decir que se trata de un estudio serio, bien concebido y elaborado, hecho a la luz del pensamiento y las teorías más relevantes de los últimos años sobre el testimonio, la posmodernidad, el feminismo y las relaciones entre los géneros, la nación y la memoria. Es un texto que le resultará utilísimo no sólo al estudioso de la Argentina y del Cono Sur sino también a quienes deseen llegar a una lectura más informada y responsable de la obra de Tomás Eloy Martínez, una lectura que tome en cuenta la realidad y la tradición discursiva de las que se desprende y con las cuales entabla y mantiene un vigoroso diálogo. Sorprende que, aparte de este estudio, se hayan producido tan pocos trabajos de tal extensión y envergadura dedicados a la obra de Tomás Eloy Martínez, autor que sin duda merece la atención de otros estudiosos tan perspicaces y penetrantes como María Griselda Zuffi. Señala este estudio pues un significativo y prometedor paso hacia la apreciación de la obra de un autor que cada vez va cobrando más relevancia. Esperamos que otros le sigan.

 

Daniel R. Fernández

Lehman College, CUNY