La prosa neoyorquina de Julia de Burgos:

“la cosa latina” en “mi segunda casa”

 

Oscar Montero

Lehman College, The Graduate Center, C.U.N.Y.

 

 

   Yo que perdí fronteras

me encuentro torturada por el límite extraño

de mi propio destierro. (1)

 
El 27 de octubre de 2006, la ciudad de New York aprobó una ley que designó un tramo de la calle 106, entre la quinta y la primera avenidas,  como “Julia de Burgos Boulevard.”   En la misma calle, cerca de la avenida Lexington, el mural de Manny Vega representa el rostro de Burgos en mosaicos que lo transforman en una especie de icono bizantino. Muy cerca, en la quinta avenida y calle ciento cinco, está la esquina donde se desplomó la escritora puertorriqueña en julio de 1953. Fue trasladada a Harlem Hospital y  murió en el anonimato. Abandono, anonimato, muerte son los emblemas fuertes del relato urdido en torno al final neoyorquino de Burgos. Poco se ha dicho de los esfuerzos de Consuelo, la hermana de Julia de Burgos, por llevársela a Puerto Rico. Viajó a New York con ese propósito y no pudo conseguirlo. Tal vez no se mencione la intervención familiar porque diluye el impacto dramático de esa escena final. Los restos de la poeta boricua fueron a parar a Hart Island, donde entierran a los miles de muertos desconocidos de la ciudad.  Un mes más tarde, fue identificado el cadáver a través de fotografías tomadas en la morgue y fue trasladado a Puerto Rico, donde recibió un funeral digno de un héroe nacional, la secuela redentora de la Via Crucis en la ciudad imperial. El drama biográfico de Burgos ha sido ampliamente divulgado y es tal vez lo mejor conocido de su trayectoria. Es el punto de partida de cualquier investigación sobre su vida y su obra y es también lente deformador cuyas distorsiones hay que tener en cuenta, no para corregirlas, imposible y contraproducente a estas alturas,  pero sí para entenderlas mejor y saber aprovecharlas. (2)

Es notable el impacto de Burgos en la cultura popular puertorriqueña y latina en la ciudad de New York. Sus poemas antológicos aparecen regularmente en los cursos universitarios y ciertos detalles de su biografía se han transformado en una leyenda urbana, cuyas versiones recurren en diversos frentes culturales. Cuando me detuve unos instantes frente al mural de Manny Vega en la calle 106, enseguida se detuvo también un señor de cierta edad, apoyado en el carrito de los víveres, que me contó su versión de la vida de Burgos, en un tono que era mitad confidencia entre desconocidos y mitad orientación para un turista despistado. Sin duda, el señor captó mi interés por el mural y lo aprovechó como denominador común para abrir el espacio de una de esas complicidades fugaces tan características de la ciudad. Al cruzar la calle, y el señor señaló con el índice la avenida Lexington, se encuentra el Centro Cultural Julia de Burgos, el fruto de un esfuerzo comunitario de muchos años, añadió con orgullo evidente. En la calle 100 está  Julia de Burgos High School, dijo antes de despedirse.  

En otros frentes culturales, se destacan la obra de teatro de Carmen Rivera, titulada Julia de Burgos: Child of Water, presentada en 1999 por The Puerto Rican Traveling Theatre,  danzas con coreografía de Paschal Guzmán, presentadas en Lincoln Center en 1977, una biografía dramatizada, filmada por José García Torres en 1979, y un documental de Ivonne Belén, Julia toda en mí, 2002, que lleva como hilo conductor las cartas inéditas que Burgos escribió a su hermana Consuelo desde Cuba y New York. Hay varias versiones musicales de los poemas, incluso una, casi operática, de Leonard Bernstein, que puede verse en YouTube. En febrero de 2008, en conmemoración del natalicio, el Museo del Barrio de New York auspició una lectura de la poesía de Burgos. La recia nevada no impidió que se llenara el salón del chalet al norte del Parque Central, donde se celebra el acto anualmente.

En la introducción a la antología Yo misma fui mi ruta, María Solá aclara que, terminada la relación amorosa con el dirigente político dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón en 1942, Burgos trató de reorganizar su vida y redefinir sus proyectos. “No se hundió en la desesperación, por el contrario se levantó una y otra vez, aunque con impulso fallido”, escribe Solá (12). Diría más bien que en sus últimos años, la desesperación alterna con momentos de energía y lucidez, incluso hasta la enfermedad final y la reclusión en los hospitales neoyorquinos. En uno de ellos, el Hospital Mt. Sinai, Burgos leía las biografías de los clásicos norteamericanos, disponibles en una biblioteca ambulante, y escribió un diario. En su introducción, útil síntesis de la vida y la obra de Burgos, Solá “nos previene de los peligros de los biografismos mitomaníacos . . . sobre todo en lo referente a la leyenda que se inventa a Julia como una amante victimizada...” (Ríos Avila 213). 

El impacto del relato de víctima no se ha limitado a la leyenda popular. Perdura incluso en lecturas críticas recientes. En un artículo de 2004, Carmen Vásquez dice lo siguiente de “Canción de la verdad sencilla”, el último poema del libro del mismo título, publicado en 1939: “Julia de Bugos se autorretrata aquí como una mujer derrotada para siempre, dispuesta a vivir con la aceptación de su amor malogrado” (221). Por otra parte, Juan Gelpí ha comentado la tendencia a hacer hincapié en las desgracias personales de Burgos en las maniobras paternalistas que han acompañado su ingreso al canon literario (Literatura y  paternalismo 3). 

En su ensayo “Víctima de luz”,  que lleva el título de un poema de Burgos publicado en El mar y tú, Ríos Avila  ilumina detalles sugerentes en la estructura profunda del erotismo de Burgos, y reclama un lugar para lo abyecto, “incorrecto” en el contexto del feminismo contemporáneo pero clave en la construcción subjetiva en la lírica de Burgos.  Otro ejemplo del proceso subjetivo al que se refiere Ríos Avila es evidente en el poema titulado “Emoción exaltada sin respuesta” de la sección “Confesión del sí y del no”, en Canción de la verdad sencilla (116).(3) El primer verso se refiere a  la relación amorosa: “Atormentada./ Corazón partido y escapándose en emociones blancas”, pero en lo que sigue se transforma la ausencia del amado en una meditación subjetiva sobre la incertidumbre de la identidad, sobre las posibilidades y los límites de toda labor humana, por ejemplo en estos versos: “Yo que perdí fronteras/ me encuentro torturada por el límite extraño de mi propio destierro” (116). La imagen perturbadora no es la imagen del amado. Es la imagen del propio rostro, deformada en el espejo: “Honda sonrisa triste me mira del silencio/ de una cara de fuga/ empobrecida de claridad y fuerza”. Hacia el final del poema, antes de lanzar una serie de preguntas ontológicas, incluso dirigidas a un “Dios imperturbable”, se insinúa que ese yo maltrecho se rehace a través de la palabra, a través de la labor poética: “Soy dichosa de impulsos. Me reproduzco. Amo”. Tres oraciones declarativas, breves, contundentes, enunciaciones de un sujeto fuerte, seguidora de Whitman, “Atormentada”, es cierto, pero también capaz de decirlo con brío.  

La prosa neoyorquina de Burgos podría sugerir otra faceta del rico proceso de construcción subjetiva evidente en la poesía. Aunque apenas figura como fuente del relato popular y ha sido poco comentada por la crítica, en la prosa se perfila la entrada a otros escenarios del sujeto, inconclusos y fragmentarios pero no prescindibles.  Merecen, en una forma u otra, preferiblemente en una edición cabal, figurar en el espacio discursivo abierto por Burgos y su obra. No sólo la poesía sino también la prosa definen “el momento neoyorquino” de Julia de Burgos.(4) A “la multiplicidad de inflexiones de la voz poética”, en la frase de Juan Gelpí, se suman las voces prosaicas de New York, un lugar privilegiado, junto a la prestigiosa iconografía isleña, en la “geografía simbólica” de Burgos. (5) El río, el mar, el paisaje nativo son los espacios consagrados de esa geografía. Otras rutas llevan a la calle, el puente, el hospital, los arrabales de la metrópolis.

La prosa de Burgos incluye la correspondencia, un diario, y una serie de textos periodísticos, que aparecieron en Pueblos Hispanos, un semanario neoyorquino, publicado entre el 13 de febrero de 1943 y el 7 de octubre de 1944. En el cuaderno fotocopiado titulado Julia de Burgos: periodista en Nueva York, editado por Juan Antonio Rodríguez Pagán para el congreso de 1992, se reúnen los textos de Burgos publicados en Pueblos Hispanos. Probablemente debido a un error cuando se hicieron las fotocopias, la paginación es caótica, al menos en el ejemplar conservado en la New York Public Library. El diario de Burgos, testimonio lúcido y desgarrador del exilio y la enfermedad, escrito durante una de las temporadas que pasó en el hospital Mt. Sinai en New York, se ha publicado parcialmente en la Revista del Ateneo Puertorriqueño.  Una copia del mismo, escrita a máquina, se conserva en el Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College, en New York.  La correspondencia accesible se ha limitado a las citas en la biografía de Jiménez de Báez. Otras cartas se han publicado en las revistas Mairena y Sin Nombre, respectivamente.

En “Cultura en función social”, un artículo publicado en Pueblos Hispanos en abril de 1944, se observa el tono enérgico, engagé como decían entonces, de la prosa periodística de Burgos. En el artículo citado, Burgos aboga por una solidaridad latina arraigada en la metropolis:

Hemos preferido la inconsistencia climática de Nueva York, que se advierte no solamente en sus nubes, sino en sus hombres, para situarnos en el corazón mismo de la Colonia Hispana donde diversas fuentes de una misma entraña han venido a dar, a manera de río, contra la roca dura de una realidad fría que puede tanto destruir como construir.(6) (35)

En el artículo parece fundirse el compromiso político con la pasión y la energía subjetivas de la poesía. La “destrucción” o la “construcción” son opciones que no dependen de circunstancias totalmente ajenas a la voluntad de un sujeto que se impone y que se nutre de la energía de esas “fuentes de una misma entraña”. Han pasado dos años desde la ruptura de Burgos con su amante y del regreso, solitario y terrible, de la escritora  a New York. Sin duda, la destrucción  acecha en la ciudad fría, pero también hay que reconocer la energía de la prosa de esos años y el deseo de rehacerse, rehacer su vida en New York  y construir una nueva voz literaria, capaz de imponerse, de marcar su presencia en esa “roca dura de una realidad fría”. 

Burgos y Jimenes Grullón se conocieron en Puerto Rico en abril de 1939, cuando ella tenía veinte y cinco años y él, casado pero separado de su esposa, tenía treinta y siete. En enero de 1940 Burgos decidió viajar a New York para reunirse con Jimenes. La impulsaba la pasión amorosa, sin duda, pero también las mismas circunstancias calamitosas que llevaron a miles de sus compatriotas a abandonar la tierra nativa. Después de unos meses en New York, Jimenes Grullón parte hacia Cuba, y en junio de 1940, Burgos se reúne con él en La Habana, donde residen hasta el verano de 1942. Terminada la relación entre los amantes, Julia regresa sola a New York. Es decir, la relación amorosa dura tres años. El relato biográfico más popularizado sugiere una transición casi inmediata entre el fin de la relación y la crisis neoyorquina, acompañada de alcoholismo y locura, antesala de la muerte. Sin embargo, se trata de once años de vida en New York reducidos si no borrados en el relato de víctima y su secuela, la resurrección como icono nacional. La prosa periodística de estos años provee otra perspectiva sobre la ciudad imperial; muestra energía, compromiso político e interés por el desarrollo de la cultura latina en la ciudad. Incluso en el momento de la crisis final, la prosa del diario de Burgos revela entereza de carácter, una sensibilidad estética todavía firme, junto a un estoicismo apuntalado por la dignidad y la valentía.

El deterioro de la relación entre Burgos y Jimenes Grullón es evidente en las cartas que Burgos escribió a su hermana Consuelo desde Cuba. Jimenes, hijo de una familia prominente de la República, se destacó como conferenciante y organizador en el movimiento antitrujillista del exilio. En 1948 publicó Una gestapo en América, documento desgarrador sobre su experiencia en las cárceles del dictador. En el exilio, continúa su labor antitrujillista: imparte conferencias y  se destaca entre los líderes dominicanos exiliados, entre ellos su amigo y vecino en Cuba, el escritor y futuro presidente Juan Bosch, con quien fundó el Partido Revolucionario Dominicano en 1939. Un cargo prominente, incluso la presidencia, en una República liberada del tirano, no parece estar fuera del alcance de Jimenes Grullón, nieto del ex-presidente de la República, Juan Isidro Jimenes Pereira (1846-1919). Es harto sabido que la familia de Jimenes se opuso a su relación con Julia de Burgos, cuyo espíritu libre y carácter apasionado y volátil ya eran el tema de comentarios y rumores, que no dejaron de incluir referencias a los inicios de su alcoholismo. En El mar y tú, poemario publicado póstumamente en 1954, la euforia inicial del amor correspondido se transforma en abandono y dispersión subjetivos. En las cartas que escribe a su hermana, sin embargo, Burgos muestra impaciencia, incluso furia, con su amante. En una carta de julio de 1941, escribe a su hermana: “él me adora a su manera, pensando en primer lugar en su familia . . .Un día me propuso casarse secretamente, pero yo le dije veinte cosas, ¡imagínate!, le dije que sería su esposa ante los hombres sin excepción de vínculos; si no, podría quedarse con su limosna que yo no necesito. ¡A veces me da rabia, es verdad!”  (Jiménez de Báez 54).(7)    

En otra carta, del 11 de junio de 1942, Burgos ofrece consejos a su hermana Consuelo, pero podría estarse refiriéndose a su propia situación, que enfrenta con cierto estoicismo: “..tampoco podemos estacionarnos definitivamente en una pena determinada

. . . A veces una angustia muere por sí sola, inconscientemente, absorbida por la inexorabilidad del tiempo . . . Dejarse vencer por la vida es peor que dejarse vencer por la muerte. Lo último es inevitable. Lo primero es voluntario. Y todo lo voluntario debe ser sano, fecundo, creador” (55-56). Desde New York, el 12 de julio, 1942, Burgos escribe a su hermana, “El profundo dolor [del fin de su relación amorosa] se ha convertido en indignación…aquí estoy, llorando no de dolor, sino de decepción” (60). “Profundo dolor”, es cierto, pero también “rabia”, “indignación”, “decepción” son las palabras que usa Burgos para referirse al fracaso de su relación amorosa. Culpa a Jimenes Grullón por no haber desafiado a la familia. En las cartas, Burgos expresa su deseo de amor y estabilidad, pero también revela su impaciencia con el papel de “señora” que el matrimonio impone. Aquí recuerda sin duda la actitud de la poeta en el poema antológico “A Julia de Burgos”: “Tú eres fría muñeca de mentira social”. Por su parte, Jimenes Grullón, a pesar del  liberalismo democrático de sus ideas políticas, no estuvo dispuesto a enfrentarse a las tradiciones conservadores de su familia burguesa. Habría que añadir que el clasismo e incluso el racismo contribuyeron al fracaso de la relación. Además, la vocación poética de Burgos no la recomendaba a una familia prestigiosa y evidentemente marcada por los consabidos prejuicios de su clase.  

Una vez en los Estados Unidos, Burgos trató de rehacer su vida y obtuvo, aunque fugazmente, algo de la estabilidad deseada. En 1943 se casó con Armando Marín, un músico puertorriqueño, y durante un año, del 1944 al 45, el matrimonio residió en Washington, D.C.(8) Desde su juventud Burgos había defendido la independencia de Puerto Rico y proclamado su simpatía por las causas izquierdistas, incluso por el comunismo internacional, postura común, como es sabido, entre los intelectuales puertorriqueños, que vinculaban la independencia de Puerto Rico al anti-fascismo y a la derrota, al menos en algunos frentes, del imperialismo norteamericano. En Washington Burgos trabajó en una oficina del gobierno y, de nuevo según su testimonio epistolar, parecía satisfecha con su situación. El plan era regresar a Puerto Rico y dice en una de sus cartas a su hermana, “Yo me quiero ir a Puerto Rico lo antes posible a poner mi esfuerzo a la liberación total de nuestra patria”. En un tono más íntimo, también marcado por el humor y el optimismo, escribe a Consuelo, “Ya tengo el menú preparado: un corral de jueyes constantemente repleto, y un lechón asado cada dos días. Los peces los tenemos en Vieques, pero los camarones me los tendrá que proporcionar Papotito. Hasta sueño con las buruquenas” (Jiménez 66). Fragmentos de la otra cara de la geografía simbólica de la poesía se encuentran en las cartas, sin duda en este menú, oloroso de la realidad culinaria del chinchorro.

Terminada la relación con su esposo Marín (nunca llegaron a divorciarse), Burgos no regresó a Puerto Rico sino a New York. A partir de septiembre de 1944, Burgos se encargó de la sección de cultura de Pueblos Hispanos, vocero de la independencia de Puerto Rico y divulgador de las culturas latinas en la ciudad. Partidarios de un internacionalismo solidario, los editores del semanario consideraron que dichas culturas debían hacer frente unido contra los diversos ataques del enemigo imperial. La labor periodística de Burgos revela otra faceta de su personalidad literaria, resuelta, curiosa, situada en el ir y venir de la metrópolis.

En vísperas del regreso a New York, Burgos escribe a su hermana Consuelo en una carta del 15 de mayo de 1945: “Estoy loca por encontrarme de nuevo en mi segunda casa, que es como considero a esa llamada ciudad de hierro después de pasar casi un año de vaciedad en esta capital del silencio [Washington]. Será como salir de un supremo silencio que nos tiene amarrados las manos y los ojos y los dientes y el espíritu” (67). Es decir, se refiere a un cuerpo casi amortajado, por la ciudad de Washington y tal vez por la relación con su pareja, relación que en todo caso parece terminar con el regreso a New York. 

En los artículos publicados en Pueblos Hispanos, la mirada universalista de Burgos está marcada por el internacionalismo comunista de sus editores, notablemente su editor principal Juan Antonio Corretjer. Cito de “Marumba”, un poema de Corretjer dedicado a su compañera de lucha  y luego su esposa Consuelo Lee Tapia, publicado en Pueblos Hispanos, el 20 de marzo de 1942: “Obreros puertorriqueños,/ carne de hambre y cañón,/ por pólvora tus  empeños:/ por balas tu corazón,/ rompe el cráneo de tus dueños/ con fuerzas de tu  huracán./ Que tus hermanos ya van/ en Rusia venciendo al mundo,/ por Lenin, criollos, fecundo/ padre, en Libertad, Tierra y Pan”. En la tercera estrofa, se dirige al “río Grande de Loiza”, en una referencia explícita al poema más conocido de Burgos; el río, dice el poema de Corretjer, es “clara ruta de cristal/ hacia un mundo redimido. Levántate, pueblo, unido/ ¡Levántate a pelear!” Me detengo en la cita porque muestra el tono militante del activismo independentista puertorriqueño durante la Segunda Guerra Mundial y del ambiente político e intelectual en que se movía Burgos en New York. En artículos y editoriales de Pueblos Hispanos se reiteran estas ideas, es decir, que los puertorriqueños luchaban contra el nazismo y sin embargo Puerto Rico era víctima de la opresión imperialista, mientras que Rusia se enfrentó al nazismo antes que los Estados Unidos y por lo tanto, y por su “experimento revolucionario”, merecía la simpatía de todo pueblo oprimido. Los editoriales del semanario sugieren que mientras sigan abiertas las heridas de la derrota en la Guerra Civil española, se trabajará para obtener nuevas victorias en un futuro no muy lejano, un proceso que culminará en el triunfo revolucionario.  

Desde una perspectiva actual, la simpatía de los nacionalistas puertorriqueños por la Rusia de Stalin parece una curiosidad histórica, pero hay que tener en cuenta el contexto en que se produjo: la Guerra Civil española, la segunda Guerra Mundial, la crisis interminable de un Puerto Rico colonizado a punta de bayoneta. Burgos no se afilió al partido comunista, aunque simpatizaba con la causa internacionalista, pero su simpatía no se manifiesta en una ideología política definida sino más bien en un humanismo liberal, marcado en parte por el cosmopolitismo espiritual heredado de los modernistas y tal vez por el vitalismo de Ortega y Gasset, cuya obra Jimenes Grullón había estudiado.(9) En los artículos periodísticos publicados en New York, el nacionalismo de Burgos se amplía para incluir otra gente y su cultura. El interés de Burgos por los otros grupos latinos en la metrópolis resulta profético, anunciador de un multiculturalismo que tardaría más de una generación para situarse de manera central en la política y la cultura contemporáneas.

En la prosa neoyorquina de Burgos el sujeto nómada comentado por Gelpí recorre otras rutas y revela en su deambular callejero otras facetas del sujeto amoroso de los últimos poemas. El eco de Martí, “en las entrañas del monstruo”, es notable, pero se escucha también el eco de un hispanismo solidario, por ejemplo cuando Burgos se refiere a “fuentes de una misma entraña”. En los artículos de Pueblos Hispanos Burgos se sitúa en New York, “en el corazón mismo de la Colonia Hispana”, para afirmar que no se trata sólo de la independencia de su patria sino de una lucha que incluye a los “pueblos hispanos” radicados en New York y que finalmente se define como una lucha universal por la justicia:

No vivimos una época de cariños puros, determinantes de una posición espiritual eterna.  Si hoy nos encontramos lado a lado en la elaboración del programa de PUEBLOS HISPANOS [sic], es por coincidencia de principios y de posiciones frente a la batalla general entre las fuerzas reaccionarias y la justicia humana, y frente a la lucha específica que sostienen los pueblos hispanos en Nueva York por su supervivencia y superación.  (35)

Sin duda se filtra aquí algo del materialismo dialéctico de los editores de Pueblos  Hispanos, pero Burgos lo expresa en términos más vagos, y por lo tanto más atractivos y más duraderos. Sobre “la batalla general entre las fuerzas reaccionarias y la justicia humana” podemos hablar hoy día sin ningún anacronismo. En cuanto a la frase, “la lucha específica de los pueblos hispanos en Nueva York por su supervivencia y superación”, podría insertarse sin falla alguna en el discurso político actual o incluso en nuestros diálogos universitarios.   

Para llevar a cabo dicho proyecto de unidad espiritual y política que hiciera frente a las injusticias del imperialismo, Burgos propuso medidas prácticas, entre ellas, el establecimiento de una librería, una editorial y una serie de conferencias, aparte de la labor desarrollada en el semanario Pueblos Hispanos. Se trata sin duda de proyectos que  todavía nos preocupan y que se cumplen, en parte, en las actividades de las instituciones donde se estudian y divulgan las culturas diversas de que habla Burgos.

Los artículos y entrevistas que Burgos publica en Pueblos Hispanos con frecuencia presentan cuadros o vignettes  cuyo propósito es mostrar la gran variedad cultural latina en la ciudad de New York. En junio de 1944, Burgos entrevistó a Josephine Premice, que en esos años iniciaba su carrera de intérprete y divulgadora de la cultura de su tierra nativa, Haití. Premice se crió y educó en New York, se hizo famosa como performance artist, diríamos hoy, y como promotora de una identidad americana más inclusiva, más acorde a la realidad multicultural de los Estados Unidos, profética sin lugar a dudas. “Al notar el perfecto acento de su inglés”, dice Burgos de Josephine Premice , “inquirimos el tiempo de su estadía aquí.”  Premice contesta: “—Apenas conozco a mi patria natal.  Casi no la recuerdo. Nací en Port-au-Prince. Cuando contaba año y medio mis padres se trasladaron a Nueva York.” Continúa la entrevista, que evidentemente se ha desarrollado en inglés, idioma que Burgos manejaba, según su propio testimonio, con soltura y placer.  Pregunta Burgos, “¿Cómo es posible que exprese usted una parte de la cultura haitiana tan admirablemente, cuando no ha tenido contacto con el origen de esa cultura?”  Premice responde: “Eso se lo debo a mi familia. Mi casa, dentro de esta misma ciudad cosmopolita, es haitiana. Aunque vivimos normalmente la vida norteamericana, rendimos culto a las más bellas y altas tradiciones nuestras, seguimos muy de cerca los acontecimientos políticos y sociales de nuestra patria y somos, antes que nada, y para ser universales, haitianos.”  (59)

El lugar de origen importa en la definición de las identidades, pero no es el factor determinante. La identidad se fabrica en la marcha, a través del estudio y el esfuerzo, el consabido bricolage del desterrado. La casa en el exilio, en la ciudad cosmopolita, es el recinto privilegiado de esa identidad, sustentada por la idea de la patria lejana pero no menos vital por estar distante de ella. En la experiencia de otros inmigrantes, captada en otros artículos de Pueblos Hispanos, Burgos supo definir la estructura de otra identidad posible, casi post-moderna diríamos hoy, más flexible y portátil, menos amarrada a los monumentos, tambaleantes en tantos casos, de la nación.

 En el boletín cultural de Pueblos Hispanos, editado por Burgos, se publicaba información sobre los diversos centros de interés para los hispanos en la ciudad. Se encuentran anuncios, por ejemplo, sobre diversas actividades en la Universidad de Columbia, incluso información sobre los cursos de lengua y literatura que ofrece. El centro de actividades del Instituto Hispánico en Estados Unidos, escribe Burgos, es la Casa Hispánica, en la calle West 117 que “posee una biblioteca, récords fonográficos y archivos de la cultura hispánica. Las actividades incluyen conferencias, conciertos, recitales, recepciones y reuniones sociales donde se habla español y portugués. Publica la Revista Hispánica Moderna y la Revista de Filología Hispánica”. Además, Burgos menciona otros centros y otras actividades de interés para los latinos residentes en la ciudad.

Para cumplir con el afán divulgador del semanario, Burgos creó dos personajes ficticios, dos jóvenes, que visitaban los museos y galerías de la ciudad, entre ellos la Hispanic Society, en Broadway y la calle West 155. Una de las chicas es Iris, una joven mexicana, y la otra es su amiga Paloma, hija de refugiados españoles que habían venido de México a New York. En una de las crónicas de Burgos, las dos jóvenes se encuentran casualmente en la Hispanic Society y reanudan su amistad, iniciada en México. Se trata de un recurso dramático que utiliza Burgos para transformar la información a secas en algo más ameno y más atractivo para los lectores. Parte de la información presentada en estas crónicas corresponde a algunos comentarios en la correspondencia, lo cual indica que el material de las crónicas ha sido tomado de las propias experiencias de Burgos, que a partir de su primer viaje a New York visitaba los museos y daba largos paseos por la ciudad y sus alrededores, según su propio testimonio.

A través del recorrido inicial de Iris por el edificio se presenta el plano general de la Hispanic Society, el museo, la biblioteca, junto a comentarios generales sobre su contenido. Frente a “La Sagrada Familia” de El Greco, Iris se encuentra con Paloma y conversan. Iris, la mexicana, ha venido a Columbia University a tomar un curso de periodismo y Paloma ha venido de México con su padre, donde habían llegado “hace siete años, refugiados del asesino de España”. El tema de España y los refugiados, constante en otras secciones de Pueblos Hispanos, se introduce en la charla entre las dos amigas. Dice Paloma:

Precisamente estaba recordando, ante este cuadro de Goya, toda mi vida de refugiada. Recordaba, y fíjate qué ironía, ante una de las grandes obras de un pintor a quien tanto quiero, que fue esa casta de señoritos corrompidos, aliados con esa otra plaga del clero y del militarismo, quien nos quitó a España (62).

Iris le asegura que “tú volverás a tener patria. Teherán cambió la faz espiritual del mundo. Lo demás lo están haciendo los ejércitos aliados” (61). La joven paseante de Burgos se refiere a la Conferencia de Teherán, Irán, a fines de noviembre de 1943, la reunión de las tres potencias aliadas, Inglaterra, la Unión Soviética y los Estados Unidos, donde se formuló la estrategia final para la derrota de la Alemania nazi.  
En una crónica titulada “Iris y Paloma caminan por Harlem”, publicada en Pueblos Hispanos el 12 de agosto de 1944, se presenta la otra cara del rico archivo de la hispanidad. En la crónica sobre Harlem reaparecen las dos jóvenes, en cuya caminata se construye una estampa breve pero viva y sugerente del Barrio: “[C]lavaron sus pies,” dice, “por las duras calles y avenidas de Harlem.” Las dos muchachas “[s]olamente guardaron la localización de sus espíritus en la cosa latina, especialmente en la latinoamericana, que en Nueva York forma una sola familia sin fronteras, que es necesario unir más cada día” (71). De nuevo, Burgos sugiere una identidad latina forjada en New York, el lugar idóneo para su desarrollo, una identidad forjada en torno a ¨la cosa latina¨, con ramificaciones sociales, culturales y políticas que capta con lucidez extraordinaria.

En el mismo artículo Burgos sintetiza el sentido del racismo para “el negro y el puertorriqueño”. Dice la narradora que Iris, a pesar de que su llegada a New York es reciente, se ha dado cuenta que “es la Colonia Puertorriqueña de Harlem la que ofrece más caracteres de tragedia social.” Y añade, “Porque en el negro de Estados Unidos la persecución está centralizada en el color del pellejo, lo que implica naturalmente, la negación a todo su desenvolvimiento. Para el puertorriqueño, en cambio, el azote no tiene ni siquiera enfoque directo; es un azote mitad político y mitad bárbaro-pasión y cálculo mezclado para la liquidación de un pedazo del mundo completamente hecho en sus propias raíces, pero violado en su crecimiento natural” (71). Burgos reitera el tema central de los editoriales del semanario: es decir, que la independencia de Puerto Rico es la consecuencia natural de su historia y su cultura y que su situación colonial es una aberración inaceptable. Es notable que al tema de la independencia nacional Burgos añada el tema del racismo y a través del mismo vincule la comunidad puertorriqueña y la afro-americana en New York, evidencia de la presciencia de su visión de la cultura y la política de la metrópolis.

Otro día Iris y Paloma, convertidas en una especie de alter ego doble de Burgos, deciden encontrarse en la entrada del Club Obrero Español, “el club que mejor representa la lucha contra los traidores de su España,” en Madison y la calle 102. Iris confunde la parada del subway, se baja en la calle 116, el corazón del Barrio, y camina hasta la 102. “No me arrepiento”, dice explicando su error, porque en la caminata, “he palpado un mundo completamente nuevo, que quiero estudiar más a fondo” (71). El club español anti-franquista es el punto de partida de una caminata por el Barrio, que es también un proceso de conscientización.(10) Iris, la  periodista mexicana, sirve de guía a Paloma, exiliada española, en un paseo por el Barrio de la comunidad puertorriqueña en New York. Aquí Burgos abandona la situación dramática, el diálogo entre las dos muchachas, y parece duplicar la mirada del paseante martiano, el testigo de un drama humano donde se alternan vertiginosamente la miseria y la esperanza, la marginación y la solidaridad.  La mirada de la paseante metropolitana desborda los límites de la situación dramática, incluso atraviesa las paredes para captar, en una serie de tomas instantáneas, no sólo el espectáculo de la ciudad sino sus espacios interiores y su tragedia íntima. De la situación dramática se pasa al fragmento:

Ven las viviendas casi inhabitadas, sin ventilación, sin calor, sin seguridad, sin higiene, del pueblo puertorriqueño de Harlem… [puntos suspensivos en el original]

Ven el aspecto férico de las viejecitas y los jovencitos que transitan las calles desde el naciente hasta el poniente de la vida, con la misma faz de espera inagotable… Ven al niño mordido desde la infancia por el vicio ambiental, que en vez de destruirse se alimenta con dádivas como el “relief”, etc. que en nada remedian la verdadera entraña del mal social…

Ven por otro lado la humanidad, que contra la corriente destructora quiere unirse en fraternal abrazo, casi siempre proletario, organizándose para la verdad mientras traicioneramente es azotado por ráfagas y demagogos de sus causas.

[…]  Tanto vieron y tan conmovidas quedaron por tanta miseria y tragedia, que por esta vez  les fue imposible el detalle completo (71-72).

 

Hacia finales de los años cuarenta empeora la situación económica de Burgos y se deteriora su salud. Su permanencia en New York parece definitiva. La enfermedad del alcoholismo, acompañada de una serie de crisis de carácter psicológico, la arrastran hacia la muerte prematura. Sin embargo, incluso desde el hospital, Burgos escribe con lucidez sobre su situación. 

En el fragmento del diario que cito, tomado de la Revista del Ateneo Puertorriqueño,  Burgos escribe sobre el juego de luces en la habitación del hospital. Las luces del botiquín y las luces de la ciudad se superponen para crear una visión que se enfrenta a la soledad, incluso que la desafía. La oscuridad del recinto se opone a las luces y a través del contraste estético se hace palpable la soledad espiritual del sujeto que escribe. Al mismo tiempo se combate esa soledad en el acto de escribir:

Se derriba la tarde. Es ese lapso del atardecer al anochecer en que verdaderamente se siente la soledad. Sin embargo, entrada la noche siento nuevos compañeros que entretienen mi nostalgia. Son las luces de los edificios que quedan a mi espalda, que se cuelan por mi ventana para coquetear con las luces internas del hospital. Las luces del botiquín que están frente a mí son las más asediadas. Juego como una chiquilla a enamorar los dos reflejos y se me olvida la sensación de donde estoy. (240) 

Sigue una noche de insomnio interrumpido por la rutina terrible del hospital: “A las doce despiertan a las recién llegadas para levantarlas a ser traspasadas por la fluoroscopia. Entre ellas, sonámbulas las más, iba yo” (240-1). El cuerpo queda casi aniquilado, “traspasado”, pero queda la voz que se impone como único testigo de la desintegración corporal.

El diario data de la primavera de 1948. Continúa el tratamiento para lo que Burgos llama un “desequilibrio nervioso transmutado en un estado histérico” (250). Burgos parece alternar entre la ansiedad y el sosiego. Llega a contemplar el suicidio, “al borde de desterrarme definitivamente de la vida del modo más violento” (251), pero luego encuentra cierto sosiego “al amparo de un corazón bueno que me fortaleció en el dolor y me iluminó rutas para recomenzar”.  Más tarde parece recuperada y dispuesta a una “revalorización suprema de mi propia vida con proa a la consecución de todas mis posibilidades…” (252). La tensión entre la ansiedad y el sosiego es evidente desde los primeros poemas de Burgos; en el diario, sin embargo, dicha tensión atraviesa el cuerpo para definirlo, o más bien, para retratar su interior en negativo, como en una radiografía.

En febrero de 1953 Burgos escribe una despedida en inglés en el poema titulado “Farewell in Welfare Island”, hoy día conocida como Roosevelt Island. El centro del poema es una serie de preguntas: “Where is the voice of freedom,/ freedom to laugh,/ to move/ without the heavy phantom of despair?/ Where is the form of beauty/ unshaken in its veil simple and pure?/ Where is the warmth of heaven/ pouring its dreams of love in broken spirits?” (Obra poética 252). La respuesta se enuncia en el primer verso y se repite a manera de estribillo: “It has to be from here, right this instant”.   “Forgotten but unshaken” ´olvidada pero firme´, dice al final. “Beauty unshaken”: la belleza es firme, inamovible y lo es también el sujeto que la enuncia.

Las rutas prosaicas de Julia de Burgos en el New York de su último exilio amplían los límites de la figura icónica que hemos heredado y los mitos que la acompañan. Está bien que se integre su imagen al folklore neoyorquino, pero vale la pena reconsiderar los detalles de su biografía, reconstruir algo del contexto de su trabajo literario, ampliar el canon de los textos antológicos para incluir sobre todo la prosa casi inédita, para leer en ellos otros rasgos de esa marca “contra la roca dura de una realidad fría”.  

 

Notas

 

(1). Burgos, “Emoción exaltada sin respuesta”, Canción de la verdad sencilla, Obra poética 116.

 

(2). He tomado casi todos los datos sobre la biografía de Burgos de la biografía de Yvette Jiménez de Báez.  Otros datos biográficos los he tomado de Julia en blanco y negro de Rodríguez Pagán. A lo largo de mi investigación he consultado la cronología preparada por Edgar Martínez Masdeu . Me ha sido muy útil el nuevo prólogo de Ivette López Jiménez a la reedición de Obra poética, que por supuesto incluye el estudio fundacional de José Emilio González. Agradezco a Juan Gelpí el regalo de la nueva edición de la poesía de Burgos.

 

(3). Todas las citas de la poesía se refieren a Burgos, Obra poética (edición de 2004).

 

(4). Cito del título del artículo de Efraín Barradas, “Entre la esencia y la forma: sobre el momento neoyorquino en la poesía de Julia de Burgos.”

 

(5). Gelpí, “El sujeto nómada en la poesía de Julia de Burgos.”

 

(6). Todas las citas de los artículos de Burgos en Pueblos Hispanos se refieren a Rodríguez Pagán, Julia de Burgos: periodista en Nueva York.  

 

(7). Todas las citas de las cartas que siguen se refieren a Jiménez de Báez, Julia de Burgos. Vida y Poesía. Se dará sólo el número de página entre paréntesis.

 

(8). En su bibliografía sobre Burgos, Lourdes Vásquez se refiere al expediente del Federal Bureau of Investigation sobre Burgos, fuente, dice, de “la vida y milagros de Julia en esa ciudad [Washington] y en la ciudad de Nueva York” (53).  Mi petición para consultar el expediente al Federal Bureau of Investigation recibió respuesta en agosto de 2008, donde se me informó que el material en cuestión había sido destruido. Sin embargo, se me ofrece en la misma carta la oportunidad de apelar la decisión.

 

(9). Jimenes Grullón dedicó un estudio sugerente, deconstructivista diríamos hoy, a El tema de nuestro tiempo (1923) de Ortega y Gasset.

 

(10). “La conscientización implica”, dice George Yúdice, “otras bases de comunicación e interpretación, un marco epistemológico distinto que da prioridad al imperativo de sobrevivencia de la comunidad” (216).  He querido señalar algunas características de ese “marco epistemológico distino” en la prosa neoyorquina de Julia de Burgos.

 

 

Obras citadas

Barradas, Efraín.  “Entre la esencia y la forma: sobre el momento neoyorquino en la poesía de Julia de Burgos. Mairena 7.20 (1985): 23-48.

 

Belén, Ivonne, directora. Julia toda en mí. Documental. Guión de Ivonne Belén y Angel Darío Carrero. Casa productora: Paradiso Films, 2002.

 

Bernstein, Leonard. “A Julia de Burgos.”  Songfest. Youtube.com http://www.youtube.com/watch?v=kVJWtT1DpH8

 

Burgos, Julia de. Diario [13 a 30 de abril, 1948]. Revista del Ateneo Puertorriqueño 4.10-12 (Enero a diciembre, 1994). 239-260.

 

______. “Diario de Julia de Burgos.” Fotocopia de un manuscrito a máquina. Archivo vertical. Library and Archives. Center for Puerto Rican Studies. Hunter College, City University of New York.

 

______.   “Cartas a su hermana Consuelo”. “Tres cartas”.  Mairena. Homenaje a Julia de Burgos 7.20 (1985). 146-155.

 

______. “Dos cartas inéditas de Julia de Burgos.” Sin Nombre 7.3 (1976). 101-104.

 

______.  Julia de Burgos: periodista en Nueva York. Recopilación y estudio preliminar de Juan Antonio Rodríguez Pagán. San Juan, Puerto Rico: Ateneo Puertorriqueño, 1992.

 

_____. Obra poética. Edición de Consuelo Burgos y Juan Bautista Pagán. Prólogo a esta edición de Ivette López Jiménez. Estudio preliminar de José Emilio González. 1961; 2nda edición revisada, 2004; San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2005, reimpresión.

 

______. Yo misma fui mi ruta. Edición e introducción de María M. Solá. San Juan, Puerto Rico: Huracán, 1986.

 

Corretjer, Juan Antonio. (20-III-1942).   “Marumba. A Consuelo, fraternalmente.” Pueblos Hispanos (20 de marzo, 1942). 6.

 

Gelpí, Juan. Literatura y paternalismo en Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico.: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993.

 

______. “El sujeto nómada en la poesía de Julia de Burgos.” Nómada (Puerto Rico) 2 (octubre de 1995). 19-26.

 

Guzmán, Paschal, coreógrafo. Danzas basadas en la poesía de Burgos. Presentadas en Damrosch Park, Lincoln Center, 1977.

 

Jimenes Grullón, Juan Isidro. Una Gestapo en América (vida, tortura, agonia y muerte de presos politicos bajo la tirania deTrujillo). 1948. 5ta ed.; Santo Domingo: Editora Montalvo, 1962.

 

______. Al margen de Ortega y Gasset. Crítica a “El tema de nuestro tiempo. La Habana, 1957  [sin editorial en el texto,].

 

Jiménez de Báez, Yvette.  Julia de Burgos. Vida y Poesía. San Juan, Puerto Rico: Editorial Coquí, 1966.

 

Martínez Masdeu, Edgar.  Cronología de Julia de Burgos.  Cuadernos del Congreso Internacional Julia de Burgos, 1992.

 

Ortega y Gasset, José. El tema de nuestro tiempo (1923).  Obras completas. Tomo III. Madrid: Alianza, 1983.

 

Pueblos Hispanos  [publicado en New York entre el 13 de febrero de 1943 y el 7 de octubre de 1944].  

 

Ríos Avila, Rubén.  “Víctima de luz.” La raza cómica. Del sujeto en Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2002.  211-221.

 

Rivera, Carmen. Julia de Burgos: Child of Water.  Obra de teatro presentada en 1999 por The Puerto Rican Traveling Theatre. Video de la misma en Performing Arts Library, Lincoln Center, New York Public Library.

 

Rodríguez Pagán, Juan Antonio. Julia en blanco y negro. San Juan, Puerto Rico: Sociedad Histórica de Puerto Rico, 2000.

 

______, recopilación y estudio preliminar.  Julia de Burgos: periodista en Nueva York. Cuadernos del Congreso Internacional Julia de Burgos, 1992.

 

Torres, José García, productor y director. Julia de Burgos. Poet, Patriot, Puerto Rican  [videorecording].  [¿New York?]: Cinema Guild, [¿1979? ]

 

Vásquez, Carmen.  “Imágenes en forma de autorretrato: la poesía de Julia de Burgos”  A Julia de Burgos. Anthologie bilingue. Paris: Indigo;  Université de Picardie Jules Vernes, 2004. 209-223.

 

Vásquez, Lourdes. Hablar sobre Julia de Burgos. Bibliografía 1934-2002. Austin, TX.: The SALALM Secretariat, 2002.

 

Yúdice, George. “El conflicto de postmodernidades”. Theoretical debates in Spanish American literature. Edited with introductions by David William Foster, Daniel Altamiranda. New York : Garland, 1997. 205-220.