Contreras, Gloria. What I
Learned from Balanchine. Diary of a Choreographer.
A mediados de 1957, a la edad de 23 años,
llegó Gloria
Contreras a Nueva York. Su sueño era continuar sus estudios de
ballet y
convertirse en una bailarina de primera. What
I Learned from Balanchine. Diary of a Choreographer (2008) se
editó
a partir de las cartas que Contreras les escribió a sus padres
de agosto
de 1958 a octubre de 1959 y fueron traducidas y editadas en forma de
diario por
K. Mitchell Snow, Lucinda Gutiérrez y Roberto Mata. En
éstas la
autora revela lo que significó estudiar en la School of American
Ballet,
cómo llegó a ser la discípula de George
Balanchine, el
gran coreógrafo ruso, y sobre todo por qué decidió
dedicarse a la coreografía. Esta impecable edición, al
cuidado de
Daniel Shapiro, cuenta con una introducción, fotos y
apéndices
que incluyen un índice onomástico, resúmenes y el
catálogo de más de 200 coreografías.
Gloria Contreras (Ciudad de México, 1934-) es una de las
bailarinas
y coreográfas más importantes de México porque
así
como otras artistas, Nellie Campobello (1900-1986), Gloria Campobello
(1914-1968), Guillermina Bravo (1920-), Amalia Hernández
(1917-2000) y
Ana Mérida (1922-1991), por citar algunas, es una de las
creadoras de la
danza moderna. Contreras estudió primero en México con la
maestra
francesa Nelsy Dambré. Después la recomendaron para que
se
integrara al Royal Winnipeg Ballet en Canadá en 1955 y de
allí
partió para Nueva York. Los finales años de la
década de
los cincuenta fueron muy importantes para la danza mexicana. Contreras
se
encontraba en Nueva York estructurando coreografías de Huapango de José Pablo Moncayo y El
Mercado de Blas Galindo al mismo
tiempo que Amalia Hernández se presentaba en Chicago con su
recién creado Ballet Folklórico de México (1959)
para
participar en el Festival de las Américas. Si bien para
Contreras esos
años fueron decisivos para su carrera, también fueron
años
muy difíciles, tal como lo demuestran las páginas de su
libro.
Como muchos jóvenes artistas, Contreras llegó a Nueva
York
con el sueño de superarse. Pronto se integró a la School
of
American Ballet y participó en la International House, un
espacio
cultural de Columbia University. Allí diseñó el
programa
“México Lindo” e hizo su primera coreografía. El
estar lejos de casa le permitió conocerse mejor a sí
misma; fue
precisamente en Nueva York donde su instinto le dijo que aparte de ser
bailarina, tenía que dedicarse a la coreografía. Se puso
en
contacto con el famoso George Balanchine (1904-1983), entonces director
del New
York City Ballet, con la esperanza de integrarse a su grupo y ser
reconocida
como coreógrafa. Cuando Balanchine vio la primera
coreografía le
dijo a Contreras algo que marcó para siempre el rumbo de su
carrera:
“Si tengo que firmarte un documento que certifique que eres
coreógrafa,
lo hago ahora mismo. Gramáticalmente, tu trabajo está
correcto;
sin embargo, se necesita algo más que la gramática.
Necesitas
crear poesía. No es el significado de cada palabra lo que
produce la
poesía sino la forma en que se colocan las palabras. Entonces, a
crear
poesía, poesía a través de la danza”; mi
traducción (5). Pero eso no fue todo, el maestro le dijo que
para llegar
a ser una verdadera coreógrafa tenía que estudiar
música, escultura
y pintura. Contreras lo escuchó y con ferviente devoción
se
dedicó al estudio.
Su diario describe casi en su totalidad espacios
cerrados: la escuela, la sala de baile, algún auditorio, la
clínica de rehabilitación, su apartamento cuando se
sentaba a
descansar. Contrario a lo que sucede con la escritura de otros artistas
que han
vivido en Nueva York y describen las calles, las avenidas, los
edificios, los
vecindarios, los monumentos, el Central Park y hasta la gente, la joven
bailarina se centra en las posiciones y pasos de la danza: en el
plié,
el pas à deux, el pas de trois, el arabesco. También
describe
cuán difíciles e importantes eran sus clases de piano. Su
maestro
le dijo que era imperativo conocer bien la música para poder
dirigir un
ballet y ella se aseguró de tomar clases de teoría y
practicó el piano todos los días. Su diario está
poblado
de repeticiones, de errores que cometía en sus clases, de
imperfecciones; en fin, del reflejo del sentir de una estudiante seria
que
quiere hacer todo a la perfección. Esas repeticiones, lejos de
abrumar
al lector lo hacen percatarse de los retos a los que se enfrentan
aquellos que
están dentro del ámbito de la danza. Aparte de dedicarse
al
piano, tomaba clases de jazz y de labanotación (notación
danzaria) y aunque ésta última materia tuvo que tomarla
con
niños debido a su rígido horario, respetó y
aprendió de su entorno todo lo que pudo.
El dolor físico es un tema central en este
libro. Las rígidas prácticas de tres horas todos los
días,
incluyendo aquéllos cuando se hacían presentaciones
formales,
hacen que las bailarinas padezcan callos, ardor, inflamación y
agudos
dolores de músculos capaces de dejarlas en cama con los huesos
casi
fracturados. En su diario, Contreras habla repetidamente de sus dolores
y
terapias e incluso de la forma en que había que hacer una de las
cosas
más inhumanas y difíciles: esconder el dolor cuando
había
que hacer un performance ante la mirada estricta de algún
maestro. Toda
esa tortura que nunca se imagina un espectador es parte de la vida
diaria de
una bailarina. Por eso en el libro el dolor es un protagonista esencial.
La escritura también fue muy importante
durante su estancia en Nueva York. Su diario le permitía ver sus
ideas
en el papel: en la escritura misma ensayaba los diferentes pasos, la
entrada y
salida de la música, las luces y la perfecta armonía que
se
requiere para que un ballet tenga éxito. Hay pasajes que
presentan la
descripción detallada de The Wise
and Foolish Virgins, Vitálitas
y Ocho por Radio. En ellos el lector
se encuentra ante una escritura digna de compararse con un texto
novelístico. En esas páginas también se puede ver
otra
faceta de la joven coreógrafa, su innata capacidad
analítica. Cuando
el Ballet Bolshoi visitó Nueva York, se quedó sorprendida
por su
técnica; además, “cada miembro era un verdadero atleta y
una escultura llena de vida” (55). Por otra parte, el nivel
artístico de la compañía le parecía pobre
ya que
los pasos eran repetitivos al grado de verse superficiales y el
vestuario,
decoración y luces eran exagerados. Es decir, percibía en
el
baile cierto anacronismo. En ese sentido Contreras era
contemporánea de
su maestro Balanchine cuyo estilo era neoclásico el cual
había
surgido como una reacción al anti-clasisismo romántico
que se
distinguía por su teatralidad exagerada.
Contreras
aprendió muchas cosas de su maestro. Aparte de sugerirle que
estudiara
otras artes, Balanchine le dijo que siempre tenía que ser
superior a sus
bailarines al mismo tiempo que tenía que comprender el bagaje
cultural
de cada uno de ellos. También la alentó a no conformarse
con las
primeras ideas que le surgieran porque corría el riesgo de no
crear algo
innovador y especial. Le enseñó a luchar con todo y ante
todo
para poder crear un lenguaje original. Y, a pesar de que Contreras fue
una gran
estudiante, se quedó en las filas del New York City Ballet
porque nunca
logró llegar a ser miembro de éste. Por otro lado, ella
fue
coreógrafa del mismo y tuvo casi todos los derechos que le
otorgaban a
los miembros. A mi manera de ver, Balanchine vio a Contreras como
estudiante y
bailarina pero sobre todo como coreógrafa. Para el maestro, un
coreógrafo nace y se va formando desde una temprana edad, al
mismo
tiempo que se va haciendo bailarín profesional. Hay una
comunión
que no separa al bailarín profesional del coreógrafo, del
artista
dotado cuya amplia cultura le permite conocer varias artes.
Tanto
para Contreras como para Balanchine, el ballet debe ser un arte
tradicional
pero al mismo tiempo debe de abrirse a nuevas ideas y estilos y
evolucionar.
Dentro de lo tradicional debe de haber espacio para la
innovación y
creación de nuevos estilos que obedezcan el paso del tiempo.
Contreras
percibió eso con claridad desde el principio, por eso sus
ballets
siempre se distinguieron por su naturaleza ecléctica, porque
siempre
lograron formar un universo variado, en constante renovación.
Sus
coreografías no se limitan a un solo estilo; ella crea
producciones de
ballet moderno, neoclásico y clásico. Pero
independientemente de
la forma del ballet, Contreras siempre se ha encargado de llevar la
danza
mexicana a escenarios inimaginables haciendo que ésta y su
mensaje lleguen
a vastos públicos y logrando que el baile adquiera un rol
social.
Contreras
regresó a México para fundar el Taller
Coreográfico de la
UNAM en 1970. Desde entonces ha presentado más de 200
coreografías y 193 obras propias creadas con música
antigua y
moderna. También ha sido curadora de exposiciones de cartel,
dibujo,
pintura, poesía y fotografía inspiradas en las
producciones del
Taller Coreográfico. En la actualidad, es coreógrafa
emérita y ha publicado 19 libros sobre ensayo, poesía,
dibujo,
fotografía, contrología y metódica
dancística. Lo
que aprendió de Balanchine lo incorporó a sus ballets y
creó coreografías dignas de ser admiradas no solamente
por su
público mexicano sino también por espectadores en Estados
Unidos,
Chile, Argentina, Francia y Rusia.
What I learned from Balanchine. Diary of a Choreographer está por primera vez a la
disposición de un público lector de habla inglesa. En
él,
los lectores aprenderán sobre una joven mexicana que
enriqueció
la diversa cultura americana a través de su coreografía.
En ese sentido,
Gloria Contreras se une al grupo de artistas mexicanos que han vivido
por
temporadas o por mucho tiempo en Estados Unidos y allí han
dejado huella
de su creación. Aquí no sólo me refiero a los
escritores Mariano
Azuela, Martín Luis Guzmán, José Juan Tablada u
Octavio
Paz, o a los pintores Rivera, Orozco, Siqueiros o Tamayo, sino a
aquellos cuya
estancia en Estados Unidos fue importantísima y ha sido menos
estudiada:
Alfredo Ramos Martínez, Jesús Guerrero Galván, o
incluso
Ernesto El Chango García Cabral
o Miguel El Chamaco Covarrubias. What I
learned from Balanchine. Diary of a
Choreographer es un generoso libro que le hace justicia a la larga
carrera
e importante contribución de Gloria Contreras a la danza moderna
mexicana. En México también se la está celebrando
con el
nuevo libro Movimiento, ritmo y
música. Una biografía de Gloria Contreras (2009), de
K. Mitchell
Snow, editado por el Fondo de Cultura Económica.
Ambos libros permiten comprender
más a fondo el desarrollo de la danza moderna en México.
Araceli Tinajero
The