Memoria individual y milagro nacional en las novelas
 
Milagro de la Paz y Siglo de O(g)ro: Bio-no-vela circular de Manlio Argueta


Olivia Elizabeth Amaya

 Millikin University

 

 

Manlio Argueta en sus novelas muestra la sociedad salvadoreña durante épocas claves de la historia.(1) Por ejemplo, Siglo de O(g)ro: Bio-no-vela circular (1997) tiene matices autobiográficos en que muestra la sociedad de los años cuarenta y cincuenta durante la secuela de la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez. Sin embargo esta bio-novela recoge la memoria colectiva usando su memoria individual. De esta manera rescata los comportamientos de los sectores humildes. En su otra novela Milagro de la Paz (1994) a través del mismo recurso de la memoria trae a colación otro momento histórico en el cual la sociedad salvadoreña se vio afectada por el conflicto armado que azotó al país durante la década de 1980. Este artículo analiza las estrategias literarias que emplea Argueta para presentar al lector dos momentos históricos que han marcado la memoria del salvadoreño a la vez que rescata los remanentes de la sabiduría ancestral inmersos en los comportamientos de la sociedad.

La obra de Manlio Argueta, ganadora de varios premios nacionales e internacionales, se inserta en un tiempo específico de la historia salvadoreña, en el que la turbulencia política, económica, social y cultural perfila grandes cambios en la sociedad. Después de varios cortos exilios y el acoso autoritario a su persona, aunado al ataque a la UES, donde trabaja en esta época, Argueta sale a un largo exilio a Costa Rica en 1972, que termina en 1993. El exilio reafirma al novelista que existe en el poeta, éste reflexiona que llega a la narrativa por medio de la poesía: “Una manera de trabajar con la belleza, con la estética y a la vez entregar un conocimiento no tanto de la historia de El Salvador y Centroamérica sino sobre las cosas subjetivas y los valores un poco más espirituales” (Entrevista de Varela 1989).(2) Aquí pueden captarse las ideas que más tarde lo darían a conocer como el fundador del testimonio centroamericano. Linda Craft señala que la importancia de la obra de Argueta es que promueve los valores culturales, las ideas democráticas y la justicia social, a la par de los elementos históricos y testimoniales que apuntan a la concientización de la historia salvadoreña (Entrevista de Salamanca 2006). Lo que anota Craft puede verificarse en la obra de Argueta, quien a través de sencillas estrategias narrativas explora la problemática de la cultura y del momento histórico que marcaron la memoria de los salvadoreños durante las últimas décadas del siglo XX.

Las novelas El valle de las hamacas (1970), Caperucita en la zona roja (1977) y Cuzcatlán donde bate la mar del Sur (1986), publicadas poco antes y durante el exilio en Costa Rica, sientan las bases de una secuencia novelística que continuaría a su regreso al país en 1993. Estas novelas tienen un hilo secuencial desde la experiencia personal como joven universitario hasta un ámbito más nacional, cultural y de crítica a la dirigencia política del país que desborda el conflicto armado en la década de 1980. Según Anna Lee Utech, el mérito de estas tres novelas reside en que la expresión artística que retoma el lenguaje popular y vivo como una memoria nacional, hace vivir el presente y que apunta hacia el futuro (3). Esta interpretación coincide con la de otros críticos, y con nuestro punto de vista, que considera a Argueta como uno de los escritores más valiosos que rescata dicha memoria nacional en sus obras.

Con la novela Un día en la vida (1981),(3) también escrita durante el exilio, comienza un proceso de experimentación que inicia el boom de la novela de testimonio centroamericana de la década de los ochenta. Dicha experimentación—como dice David Hernández en su artículo Siglo de O(g)ro de Manlio Argueta, bio-novela, literatura y testimonio” (2001)—incluye estrategias narrativas postmodernas como la entrevista, el testimonio, la memoria, fragmentos de noticieros, collage, a la par de juegos de luz y sombra, recursos del Realismo mágico y un lenguaje que recoge el habla popular y que escapa al lirismo (1). En esta novela, Lupe, la viuda protagonista, narra cómo es un día en la vida del campesino salvadoreño, desde el amanecer hasta el anochecer. La trama resume el despertar de los campesinos con el lucero de la mañana como indicador del tiempo. Desde ese momento comienza la jornada de supervivencia en medio del terror. El escritor usa estrategias temáticas y de representación, por ejemplo, presenta el testimonio de la protagonista en los albores del conflicto armado. La narración de la campesina está llena de añoranza y nostalgia por su patria, porque ella también narra desde el exilio en Costa Rica. De esta manera Argueta explora de forma exhaustiva no sólo la temática política sino también las prácticas que se relacionan con la identidad de la clase popular mayoritaria. Argueta parte de la sensibilidad estética para adquirir una identificación con la mujer: “hablar como novelista, con cierto bagaje literario pero también hablar como mujer campesina: A través del método poético, la nostalgia y la memoria” (Entrevista de Varela 1989). Valiéndose de una narradora ficticia, el autor explica las costumbres, los modos de ser, las formas de vida, las comidas, canciones, recuerdos, amores, sentimientos y otros valores. En la entrevista sostenida con David Hernández, Argueta dice que los elementos que explican las costumbres enmarcan un enlace entre la cultura precolombina y el mestizaje moderno (2002). El escritor trae a colación estas características a través de las alusiones mitológicas pertenecientes a la ancestral literatura oral, que constituyen el dominante que enriquece la narración encaminada al rescate de los vestigios de los antepasados Mayas. Los juegos de luz y sombra y los espíritus de la noche—la sihuanaba (o siguanaba), el cipitío (o cipitillo), el Justo Juez de la noche, el cadejo y otros—contrastan con el lucero de la mañana que anuncia la llegada del nuevo día. Esto muestra el sincretismo de la cultura que el escritor quiere resaltar. Argueta postula que la sencillez de los campesinos es lo que más se acerca a la identidad cultural salvadoreña:Ellos son los herederos de esa cultura. Yo lo planteo en la novela, que podrán ser analfabetos, podrán ser descalzos....con humildad, pero ellos han recibido mucha parte de la sabiduría oral de sus abuelos y bisabuelos....[S]on sabios porque les transmitieron verdades y conocimientos desde hace mucho tiempo. (Entrevista 1989)

Argueta considera a los campesinos y la clase humilde como los portadores de una sabiduría autóctona, heredada de los antiguos pobladores de las Américas. Pero las novelas de Argueta ofrecen más que una reivindicación intrahistórica; (4) representan el intento por transmitir la cultura a las generaciones venideras, y no dejar que se olvide el pasado histórico de El Salvador.

En 1990 Argueta publica en idioma inglés The Magic Dogs of the Volcanoes (Los perros mágicos de los volcanes), una colección de cuentos destinada a concientizar a los jóvenes que tuvieron que salir del país durante el conflicto armado en los años ochenta y a los hijos de éstos. Estas narraciones también aluden con frecuencia a la cultura ancestral. Los cadejos de los volcanes son el equivalente del ángel de la guarda en la cultura occidental. Conviven en armonía con los campesinos que viven en la base de los volcanes salvadoreños. En esta colección de cuentos puede dilucidarse el interés por rescatar la erudición antigua. Argueta piensa que el papel del intelectual salvadoreño es promover las prácticas tradicionales sin dejar de lado la sensibilidad estética. El escritor rompe las fronteras de la literatura local, y escribe para un público lector más amplio, entre ellos a los que han adoptado otra patria y por ende, otros entornos culturales. El autor hace hincapié en las leyendas para que las futuras generaciones conozcan sus raíces (Entrevista de Hernández  2002).

En las zonas periféricas de El Salvador los remanentes ancestrales y mitológicos pueden percibirse en las costumbres y modos de vivir de los habitantes. Miguel Ángel Espino en su libro Mitología de Cuscatlán (5) asegura que “las mitologías son las religiones muertas; en ellas se traduce la literatura, la astronomía, la moral, etc.” (19). De aquí la importancia de la mitología como escuela de enseñanza de la moral, la religión, y la literatura oral. Así, se encuentran leyendas religiosas, de escarnio, de prevención, de enseñanza del libre albedrío, de fraternidad etc. De dichas leyendas provienen las creencias en espíritus buenos y malos que deambulan por la noche, ya sea para proteger o para castigar a los transeúntes que caminan por los cruces de los caminos y por las riberas de los ríos. Estas creencias mitológicas de las civilizaciones antiguas se trasladan a las leyendas e historias como parte integral de la educación. C. Hugh Holman define la leyenda como:

[…] A narrative or tradition handed down from the past. A legend is distinguished from Myth in that the legend has more of historical truth and perhaps less of the supernatural. Legends often indicate the lore of a people, and, in this way, serve as at least partial expressions of racial or national spirit. (288) 

 

Este concepto se acerca al significado de las leyendas de la sabiduría Maya y Pipil. Durante la Conquista surgen leyendas explicativas que hablan del heroísmo indígena contra los conquistadores. Posteriormente estas leyendas se entremezclan con los nuevos pensamientos traídos por los conquistadores y sus creencias católicas. Según Espino, las ideas traídas durante la Conquista deformaron a los héroes de las antiguas leyendas (27). Quizá ésta sea la razón por la que hay dos o más versiones de las mismas leyendas.(6) Las definiciones y conceptos anteriores pueden verse claramente en las novelas Milagro de la Paz (1994) y Siglo de O(g)ro: Bio-no-vela circular (1997), que discutiremos más adelante. Dichas novelas rescatan, a través de la memoria individual, la tradición científica y filosófica de las civilizaciones ya extintas. Esta memoria se vuelve colectiva del país en la búsqueda de la memoria y la historia perdida.(7)

La mujer ha desempeñado un rol primordial en la transmisión de las tradiciones orales. En las zonas rurales de El Salvador, los hijos se alejan de la casa a las cinco de la mañana para desempeñar las labores de campo, mientras que las hijas se quedan en casa cuidando de sus hermanos menores y ayudando a la madre. La tradición de las relaciones familiares apunta a las madres como formadoras de la sociedad. Las hijas aprenden los modos de vida y la educación de los hijos a través de la enseñanza de las madres y de las otras mujeres de la comunidad. Dichos comportamientos sociales se perpetúan cuando los hijos e hijas dejan la casa paterna. Argueta en sus novelas enfatiza esta tradición de la gente campesina, puesto que los últimos remanentes de la cultura ancestral—los mitos, las costumbres, creencias y comportamientos—descansan en la memoria de este estrato social ignorado.

Milagro de la Paz narra la historia de una viuda, Latina, quien emigra al pueblo en busca de trabajo para sobrevivir y seguridad para sus hijas. Es la historia de coraje de una madre y sus hijas, cuya única esperanza es la solidaridad familiar para preservarse ante la pérdida de los seres queridos. Cuando Magdalena, la hija mayor, muere asesinada por desconocidos para la familia, ésta queda sumida en una oscuridad y pesimismo espiritual. En un intento por salvar a la familia, Crista, la hija menor, procrea un hijo con un amigo de la familia. Un poco más tarde, Lluvia, una niña habitante del volcán, llega repentinamente y adopta a la familia iluminando la tristeza de las mujeres quienes recuperan la esperanza para continuar ante la amenaza de la turbulencia social que vive el país. Es importante tomar en cuenta la estrategia narrativa de Argueta para presentar el conflicto armado a través de un Realismo mágico (mezcla de magia ancestral y realidad latente), representaciones mitológicas y un lenguaje lleno de lirismo en el cual la familia intenta sobrevivir en medio de la guerra civil en la década de 1980, amparada únicamente por la solidaridad familiar y la fe religiosa.      

Craft está de acuerdo con los que consideran a Argueta como pionero de las técnicas posmodernas, mencionadas con anterioridad, que comienzan con la novela Un día en la vida (1981); además, dice Craft, Argueta rescata las voces silenciadas y perdidas que otros escritores evaden (Novels of Testimony... 108). El escritor retoma los elementos innovadores, los que mezcla con el Realismo Mágico heredado de Gabriel García Márquez, y la experimentación de juegos de tiempo y espacio a lo largo de la narración, característicos de la novela del boom latinoamericano. 

Milagro de la Paz presenta saltos de tiempo y de espacio, y fragmentación de la narración. Los saltos de tiempo muestran una secuencia narrativa desde el presente, haciendo uso de la memoria para ubicar un período histórico que marcó las vidas de la familia. La fragmentación de la narración vuelve la trama un tanto ambigua, porque frecuentemente los personajes interrumpen la narración. A continuación se cita un ejemplo que muestra dicha ambigüedad. Al abrir la novela hay un narrador omnisciente que refiere la historia en tercera persona, éste describe el cuadro de los miembros de la familia descansando en la oscuridad de la noche arrullado por las onomatopeyas de los grillos, los ladridos de perros/coyotes y los sonidos de los soldados que caminan incesantemente sobre la calle de las “Angustias” (13). Un poco más adelante las mujeres hablan sobre el conflicto armado y los peligros que enfrentan diariamente. El narrador en tercera persona presenta el pensamiento de Latina: “La noche es así, dice la madre a su corazón. Entonces sigamos durmiendo” (9). Poco después se deja escuchar otra vez el discurso indirecto que es inmediatamente interrumpido por el pensamiento de Latina: “¿Qué será de ellas? Porque por razones inexplicables sabe que una de sus hijas va a morir antes que yo” (10, las itálicas son mías). Las constantes incursiones de los personajes en la narración, aunado a la fragmentación del tiempo y espacio transmiten al lector la idea de una memoria tardía mediada por el narrador. 

La secuencia narrativa de episodios fragmentados por la memoria hace más humana la narración. La memoria individual pasa a ser una narración plural representativa de la familia humilde salvadoreña durante la guerra civil de la década de los ochenta. La estrategia de los saltos narrativos en el tiempo y en el espacio para el recuento de la memoria permite al lector viajar a sitios físicos de la memoria colectiva. Se auxilia de un presente para analizar los hechos del pasado. El narrador transporta al lector a una década específica codificada en la memoria de cualquier salvadoreño, una calle específica, un pueblo específico situado al pie del volcán “Chaparrastique”. Hace hincapié en el cerco de piedras negras que fueron vomitadas por el volcán en la erupción posiblemente de mediados de siglo XX. El referente del volcán, además de ser una fuente de inspiración para el poeta y escritor,(8) tiene doble simbolismo en la representación de la cultura salvadoreña. Se trata de la majestuosidad del volcán que siempre amenaza contra las familias que viven en sus alrededores. Por el tiempo en que se desarrolla la novela (la década de 1980) y las conversaciones diarias de las mujeres que manifiestan el terror, especialmente durante la noche, el volcán se vuelve una metáfora de la guerra civil, la cual también representa una amenaza constante. Pero dicho volcán es también parte de la tradición oral; su majestuosidad lo hace un lugar mítico. Es representado en las leyendas como un lugar mágico donde viven los seres mitológicos como el perro/cadejo, el cipitío, aves que anuncian la muerte, la culebra chinchintor, los garrobos, todos mencionados en las leyendas populares.(9) Por tanto, el volcán es un sitio que está en la memoria colectiva no sólo de los pueblos del Oriente del país sino a lo largo del territorio salvadoreño y, por extensión, centroamericano. 

En cuanto a los sitios psicológicos de la memoria,(10) la narración transporta al lector a la erudición autóctona que es transmitida por Latina a sus hijas y nietos. En las creencias de Latina pueden verse la herencia de sus antepasados matizada con la fe católica. Para ella los malos espíritus de la noche merodean la casa: “Quizá son hombres disfrazados de animales” (14). Se refiere a los antiguos brujos—de la tradición Maya y Pipil—que tenían la capacidad de convertirse en animales para ir a robar a las aldeas vecinas, o castigar a sus enemigos.(11) Magdalena medita sobre las creencias de su madre para librarse de los malos espíritus: “Mi mamá pone un huacal de agua con sal para que nadie pueda filtrarse por las rendijas; un secreto que sabe desde su bisabuela, pues cualquier espíritu maligno que quisiera entrar, se diluye en el agua” (13). Aunque frente a la realidad de la guerra esta superstición no funciona, Latina piensa combatir los malos espíritus con la oración al Divino Salvadorcito, con collares de ajos alrededor de la casa, y el humo de los puros de Copán (59), como hacían los antiguos brujos de la magia blanca para “ahuyentar los malos pensamientos y también los malos espíritus” (59). Cuando su hija Magdalena muere, Latina siente enferma el alma, por lo que viaja al pueblo vecino para que el curandero—“doctor en hierbas” (82)—le recete hierbas y aguas azules milagrosas que curan los males físicos y también los del alma (82). Según las creencias de la madre, el sufrimiento del alma y los estados de ánimo se pueden curar con hierbas locales autóctonas, como ha sido siempre la tradición familiar.

En la representación del influjo de Occidente que ha entrado paulatinamente a la cultura salvadoreña, los personajes mismos tienen un valor simbólico. Por ejemplo, el amigo de la familia, alias Chele Pintura,(12) es un personaje que encarna la fuente de conocimientos que llegan a la casa de Latina desde mundos para ellas desconocidos (El viejo mundo, Estados Unidos y el resto de América Latina). El joven tiene más conocimiento de la literatura universal que la familia de mujeres, y sus rasgos son los del mestizo de la ciudad, que se había convertido en el multioficios del pueblo. Éste se ausenta por temporadas y luego aparece contando historias de otros continentes. Uno de esos días aparece con dos cajas de libros para regalarlos a la familia. A Latina no le impacta el regalo, y ve los libros con curiosidad pero con poco interés, porque no sabe leer y sus hijas que han estudiado la primaria no tienen tiempo. El único libro que llama la atención de la familia es uno de medicina. A la madre tampoco le hace falta puesto que conoce los remedios caseros con los que se han curado por generaciones, y para ella es suficiente; además, el libro va en contra de sus principios religiosos y morales. Se escandaliza cuando ve las láminas de cuerpos desnudos. Las niñas, al contrario, demuestran interés en conocer la sabiduría que representan los libros. Esto demuestra la importancia de la armonía entre las culturas occidental y la ancestral; es decir, que los libros son positivos siempre y cuando no arranquen los valores y creencias ya existentes en la sociedad. Las niñas tienen afición a la lectura; por tanto, a través de los libros se posibilita el conocimiento, no sólo de la medicina científica, sino también de otros valores culturales nuevos que forman el sincretismo de la familia, y ésta como símbolo de la sociedad. La armonía cultural también puede interpretarse como una estrategia en la que el narrador hace un recuento de la influencia de lo ancestral en la ciencia, la literatura y la cultura centroamericana. Es interesante que el escritor ponga como ejemplo de la influencia un libro de ciencias y que haya una asociación entre la medicina del Oeste y la tecnología como tema de la modernidad de los últimos tiempos.  

Un símbolo muy importante en la representación de la cultura autóctona es Lluvia, la niña del volcán cuyos padres fueron asesinados por desconocidos (107-9). Su llegada al pueblo es un enorme aliciente para Latina y su hija menor. En un arranque de nostalgia y de memoria perdida, Latina cree que la niña es Magdalena, su hija difunta, que ha resucitado. Pero esta niña también le recuerda su propia llegada al pueblo. El narrador medita: “Ella también había llegado a Milagro de La paz en esas condiciones, buscando una nueva vida, de eso hace varios años atrás, Lluvia venía a recordárselo” (95). La estrategia literaria traslada en este punto de la narración, al Realismo Mágico y escenas pintorescas en las que Latina mezcla realidad y fantasía, mitología y simbolismo. La niña lleva en el cabello adornos de colores que Latina confunde a propósito con mariposas, hasta convencerse a ella misma que Lluvia es una representación de la mitología que habita en las faldas del volcán. Asocia las mariposas, con la inocencia y el traspaso a la pubertad (173). Latina, incrédula, interroga a la niña:


¿Venís de tan alto? Dios mío, afirma para su corazón, como quien no quisiera creer. Esta vez sus ojos se topan con la boca roturada del volcán, la boca abierta royendo el cielo azul ‘Siempre quise estar allí arriba y tocar las nubes con mis manos’. (92)

 

Este pasaje lleno de lirismo y de nostalgia de infancia recuerda las enseñanzas que Latina aprende de sus antepasados, en las que el volcán es presentado como un lugar mágico, lleno de poesía y de misterio, y quiere reafirmarlo, usando como símbolo mitológico a la niña. Por su parte la pequeña sólo necesita una nueva familia, por lo que instantáneamente se integra a la vida familiar como si siempre hubiera pertenecido al grupo familiar de Latina. En esta convivencia, Lluvia tendrá la oportunidad de compartir sus experiencias como habitante del volcán, a la vez que heredará las costumbres y creencias de su madre adoptiva, perpetuando el sincretismo en las costumbres del sector humilde.

La armonía es una característica sobresaliente de las familias pobres y humildes, según el mensaje que se capta en la novela; se refleja en el estoicismo y solidaridad heredados de la fe católica y la dominación histórica que data más de quinientos años. En la novela Crista parece ser la menos estoica, pero la más solidaria de la familia. Ella es capaz de reflexionar sobre el estado caótico que vive el país y ve con pesimismo el destino de la familia. Aparenta ser fría, calculadora, pero el lector se da cuenta que esta actitud es su estrategia para poder sobrevivir ante la desesperación. En lo más recóndito de su memoria existe el estoicismo heredado de su madre y de las generaciones de antaño. La madre le prepara una infusión milagrosa para que pueda dormir. Después de tomarla, Crista, empieza a relajarse y reflexionar sobre su posición en el mundo de pobreza donde les ha tocado desarrollarse. El narrador introduce el pensamiento de Crista después de tomar la infusión mágica: “Piensa que para ser feliz basta con respirar, tener los pies sobre la tierra, cuidar las rosas que le dejó su hermana Magdalena. Mirar crecer los árboles. ‘Para eso estamos los humanos, lo que Dios quiere de nosotros’” (60). Gente humilde como la familia de Latina ha vivido con la esperanza como único medio de enfrentar los problemas sociales y económicos.    

A raíz de la muerte de Magdalena, Crista, hace un pacto con el Chele Pintura y engendra a Juan Bautista (13) (guiada, tal vez, por el instinto de conservación o para aliviar las penas de la madre). Desde la infancia el niño comienza a absorber el mundo estoico que le muestran las mujeres, en el cual el dolor no es ajeno. El niño mezcla las historias de aparecidos que escucha de la abuela con la soledad y el miedo a la oscuridad; y ve la muerte como un estado de transición donde los espíritus buenos vienen a conversar con los vivos para consolarlos. En su imaginación Magdalena viene del más allá para darle la ternura de madre que supuestamente le niega Crista. Lo anterior es un aliciente para sobrellevar el miedo identificado con la oscuridad, que es la constante en la novela, y se relaciona con los malos espíritus, la noche, los ruidos nocturnos y los aullidos de los perros/coyotes. En la quietud de la noche los espíritus malos deambulan y se apoderan de los humanos para hacer daño (28). Latina usa esta estrategia de culpar a los malos espíritus que se desbordan hacia la sociedad como una manera de explicar a su familia la relación entre la oscuridad y la incertidumbre de la guerra. 

Juan Bautista en su inocencia remeda las conductas de las mujeres mayores, pero su aprendizaje es enriquecido cuando aparece Lluvia, la niña del volcán. El niño cuestiona la sabiduría de Latina; por ejemplo, insiste para que ella le responda si las estrellas navegan en el cielo y “¿Por qué hay más cosas horribles que bellas? ‘Dios lo sabe’ Latina dice que el mal es superior al bien” (149). Estas y otras frases explicativas que la abuela brinda a sus hijas y nieto son parte de la formación de la familia y el aliciente para soportar la inevitable angustia de la situación social que viven las familias durante la década de 1980.

La madre, en este caso Latina, encarna la escuela de enseñanza en la cual las hijas remedan las costumbres sobre la armonía cultural a través de las conversaciones que noche a noche sostienen con su madre en la oscuridad del cuarto. El niño es el receptor de la cultura que remeda de las mujeres. Debido a su corta edad no puede ser partícipe de las conversaciones que siempre se relacionan con los temores de la noche en medio del conflicto armado. Pero en la oscuridad de la noche, él puede escuchar a las mujeres hablar de los espíritus nocturnos característicos de la literatura oral antigua. El final circular de la novela muestra a las mujeres que conversan arrulladas por los ruidos de la noche. El niño ha llegado a los siete años, edad aún joven para entender el problema del conflicto armado pero propicia para aprender los modos de vida de las tres mujeres que forman su grupo familiar.

Milagro de la paz puede considerarse como un “sitio de memoria” (Nora 12), que se ubica en un tiempo específico de la historia salvadoreña, la década de 1980. La trama refleja la angustia de la familia bajo los temores del conflicto armado. También valdría la pena recalcar que el mundo está cambiando, de aquí el proyecto del escritor en rescatar este momento histórico. Argueta muestra preocupación por el destino de la armonía cultural que por generaciones ha representado la identidad de los salvadoreños, y por extensión de los centroamericanos. Milagro de la Paz es un intento de documentar las costumbres y las creencias de los antepasados como un legado para las nuevas generaciones.

En su otra novela que nos ocupa en este estudio, Siglo de O(g)ro: Bio-no-vela circular (1997), Argueta desarrolla el hilo temático que conecta con Milagro de la Paz. Lo interesante de Siglo de O(g)ro es que inserta las leyendas de la cultura autóctona para que las generaciones de la contemporaneidad de finales de siglo XX tengan acceso a las narraciones de la tradición oral. La novela hace un recuento de la memoria desde el presente en giro retrospectivo hacia la infancia del narrador de cincuenta y cinco años. Dicho narrador en primera persona dice que escribe “cuando llega el momento en que las interioridades dejan de pertenecer al escritor” (9). Ello deja en claro que la memoria individual del narrador se une al imaginario colectivo que remite al rescate de las décadas perdidas a través de la memoria. Esta novela trata una secuencia de vivencias y anécdotas que el niño, Alfonso Trece Duque, vive con su familia que emigra del campo a un pequeño pueblo. La secuencia narrativa incluye las memorias del narrador entre los 3 y 12 años. El título de la novela contiene juegos de interpretación que rozan la autobiografía y la novela. Recuerda el Siglo de Oro español por su personaje quijotesco y también la revista infantil de José Martí La Edad de Oro, por la similitud de contenido,  la candidez y frescura de la narración.(14) Esta novela pone el toque de infancia que rememora los ogros de los cuentos infantiles y los personajes de Las mil y una noches escuchados durante la infancia del narrador. Grinberg Pla observa en Siglo de O(g)ro un paralelo con el clásico del Siglo de Oro español. El narrador de Argueta, igual que Don Quijote, construye su propia identidad a partir de las varias reconstrucciones de la memoria en el acto de escritura (87-90). Al igual que Cervantes, Argueta incluye el elemento paródico cuando presenta un reyezuelo, Alfonso Trece Duque, recreando una corte en medio de la pobreza que rodea al niño. Así, esta reconstrucción de la memoria del narrador adulto obedece a una estrategia literaria que suaviza la crudeza de la realidad político-social de los años cincuenta.   

David Hernández ha hablado sobre las técnicas innovadoras de Siglo de O(g)ro para representar el momento histórico que toca al personaje narrador. Él dice que la novela, estilísticamente, es la casa abierta a la modernidad porque presenta la tradición oral matizada de panfleto, parodia, imitación, parábola, poesía, reportaje, etc. (“Siglo de O(g)ro de Manlio Argueta...” 1). Sin embargo, es importante tomar en cuenta que en el fondo comprueba la experimentación del novelista para presentar tanto la historia, como los comportamientos y las creencias de la sociedad de antaño. Hernández sostiene que la novela es la conjunción de un mundo maravilloso de lo real imaginario y un yo narrador contemporáneo que reconstruye la memoria individual como la memoria del país (3). A través de esta representación literaria de la identidad nacional. Argueta restablece la memoria colectiva para que prevalezcan en el futuro las características de identidad que el país está perdiendo debido a la aceleración en los cambios de los últimos tiempos.

La narración de la memoria de Alfonso Trece Duque es optimista, cómica, y sencilla. El lector experimenta un viaje en el tiempo en el que las vivencias del protagonista se entrecruzan con las enseñanzas de dos culturas, teniendo como punto de enlace la pobreza, la sociedad de antaño y el paisaje en la década de 1940-50. El niño tiene acceso a dos culturas que se entrecruzan en los cuentos infantiles de la cultura occidental narrados por Chela (15) y las creencias en los espíritus de la noche a los que la abuela y Herminia se refieren constantemente. El narrador comenta sobre el influjo directo a través de los cuentos infantiles:

Chela se inclinaba por la narrativa de ficción, describía a Sherezada, a Simbad, a Alí Babá, a Aladino, los ogros de un sólo ojo, las botas de siete leguas, las brujas comedoras de niños y los gatos con botas. La magia de los cuentos contrastaba con los cuentos de la abuela: el Cipitillo, la Siguanaba, el Justo Juez de la Noche, El Cadejo, La Carreta Bruja, La Coyota Teodora. Estos me revelaban la irrealidad palpable y amenazante, los de Chela me impulsaban a descubrir el mundo. (208-9)

 

El narrador comenta el contraste de las aventuras fantásticas frente a la realidad amenazante de las leyendas para mostrar dos culturas polares en equilibrio constante. Mientras que los cuentos fantásticos trasladan al niño a mundos imaginados ajenos a las tierras americanas, las leyendas autóctonas explican hechos palpables e inmediatos, que ocurren principalmente durante la noche. Al comentar el aprendizaje a través de la fantasía de los cuentos narrados por Chela contrastados con la sabiduría antigua, se ofrece una valoración de la hibridez cultural como parte integral del narrador que se vuelve un símbolo de la sociedad. 

La secuencia narrativa con saltos de tiempo y espacio se diferencia de la fragmentación que se observa en Milagro de la Paz. En Siglo de O(g)ro la fragmentación corresponde a una memoria que ha pasado por un filtro autobiográfico en el cual el narrador codifica los hechos importantes que marcan su vida de adulto. Se refiere a las vivencias de un narrador con una memoria privilegiada desde los tres hasta los doce años. Matiza las largas conversaciones de las mujeres junto al fogón, donde se reúnen para cocinar y contar leyendas antiguas, o para explicar cualquier hecho que sucede durante la noche. Lo anterior remite a la vida comunitaria de las generaciones de antaño, en la cual la cultura era transmitida como forma de educación a las nuevas generaciones. Esta representación de la vida contrasta con la representación que el escritor hace en Milagro de la Paz en que la madre es quien hace constante referencia a la cultura autóctona. Lo anterior tiene su explicación en los momentos históricos que separan las tramas. Mientras que en Milagro de la paz el narrador muestra la realidad del conflicto armado y el constante peligro que rodea a las familias, en Siglo de O(g)ro retrata una época de nostalgia de la infancia, con sus conversaciones familiares y aprendizaje en la cual el niño no es capaz de entender los problemas políticos de los años cuarenta y cincuenta en la secuela de la dictadura de Hernández Martínez.

En Siglo de O(g)ro el intertexto de las leyendas orales de la cultura autóctona reconstruye la memoria colectiva a través de la memoria individual. El título mismo de la novela alude a una doble metáfora de la época perdida o de oscuridad, al mismo tiempo que remite a la búsqueda de una identidad cultural por la vía de la imaginación del niño, quien matiza la realidad con el sueño. El narrador codifica ocupaciones, pasatiempos, lugares, aficiones etc., de manera que todo el circuito social deambula en esta memoria. La historia y la memoria de Alfonso Trece Duque, es así, el vehículo para rescatar la sabiduría ancestral. Lo anterior se infiere por el lujo en el detalle de la narración intertextual de las leyendas autóctonas y los momentos propicios, en que la abuela comenta las costumbres ancestrales, a la vez que enfatiza el paisaje de su infancia en  contraste con los cambios de los años noventa.

La memoria del protagonista en el recuento de la historia queda intacta a pesar de los cambios en el paisaje. La narración es optimista, ingenua e inocente cuando se refiere a la muerte como transición de la vida. Simulando un desliz cómico, el narrador comenta que de niño solía vivir entre el hospital inmunológico y la funeraria: “[...] andamos siempre emparentados con casa de muertos” (19). Este pasaje irónico recuerda la inseguridad durante el conflicto armado y la propia experiencia del escritor durante la guerra y el exilio; sin embargo, literalmente se refiere al barrio donde se cría el niño. El narrador adulto reflexiona sobre los cambios en la infraestructura y el urbanismo de las últimas décadas que le hacen recordar su infancia: “El pabellón de tuberculosos dio paso a un edificio moderno en los años noventa, con cristales y mampostería; nada que ver con muerte ni con los muertos vivos por la tuberculosis” (32). En esta remembranza de infancia, el narrador combate el pesimismo con un tono de ingenuidad e inocencia al recordar el paisaje de antaño. Puede dilucidarse que no hay una crítica a los cambios sino un intento por recordar la sociedad de los años de infancia.

Este novela es un proyecto literario que propone una identidad cultural nacional a través de la memoria individual. El narrador adulto hace hincapié en el papel de la memoria en la literatura como única esperanza para salvaguardar los recuerdos y el momento histórico; por eso él medita:

Si no fuera por la literatura que nos da la posibilidad de redimir seres perdidos, rescatar la edad dorada que se califica con aspereza como ‘hechos del pasado’ pero siguen siendo presentes por muchos años y a lo cual deberíamos llevar de la mano a la manera de excursión, ¿o incursión? A todos los seres vivos. Lo necesitamos. Los fastos están escritos en el papel de los periódicos y en el aire, se trata de rebuscarlos, sacudirles el polvo, revelarlos como una fotografía para prolongar el recuento de la memoria. (38)

 

Su planteamiento ofrece, además de una reivindicación de su propio yo, una verdad histórica más allá de datar el pasado en un análisis desde el presente. Además intenta preservar la memoria para conservar este elemento mixto de dos culturas. En este sentido, el autor persigue que no se olvide antaño para hacer vivir el elemento latente de las civilizaciones que poblaron América. La literatura así le ofrece la oportunidad de rescatar esta memoria de las sociedades para la posteridad. Como el lector ha podido ver, las novelas de Argueta hacen hincapié en los comportamientos de los estratos humildes y campesinos en un afán de recuperar el sincretismo de la identidad salvadoreña. Para Argueta la sabiduría autóctona está siendo olvidada por las nuevas generaciones, y por eso quiere redimir esa memoria de antaño mediada por los narradores. Argueta aunque se da perfecta cuenta de que las sociedades son cambiantes, muestra una preocupación por salvar las raíces que están en peligro de extinción debido a la aceleración de los medios de comunicación del siglo XXI.

 

Notas

(1). Argueta nace en el seno de una familia humilde en 1935 en la provincia oriental de San Miguel, El Salvador, y vive su juventud y madurez durante los años determinantes de la historia salvadoreña en lo social y en lo cultural. En la entrevista que le hace Rafael Varela en Costa Rica dice que como poeta se inicia en la adolescencia, ganando premios nacionales cuando aún es muy joven (1989). En 1955 viaja a la capital para estudiar Ciencias Jurídicas en la Universidad de El Salvador (UES). En el alma mater confirma su identificación con las estéticas de Federico García Lorca y Pablo Neruda, quienes marcan la creación literaria del joven poeta. Como lo dijo en su entrevista en Costa Rica, desde su primer poemario, su expresión estética ya tiene sentido social (1989). En la UES conoce a los jóvenes poetas Roque Dalton (otro salvadoreño) y al guatemalteco Otto René Castillo. Estos habían iniciado el Círculo Literario Universitario junto a un grupo de poetas nacidos en la década de 1930. En 1956 Argueta se une al Círculo Literario, conocido después como El Círculo de los poetas de la Generación comprometida (generación fundada por el poeta Ítalo López Vallecillos en 1950). El lema de esta asociación, El poeta tiene que ser una conducta, refuerza su papel de poeta, y más tarde de escritor, a través del compromiso social (1989). Durante la década de 1960, publicó “Canto a Huistalucxitl” que gana el Concurso Nacional de Poesía, “Un hombre por la patria” (1957), y la colección En el costado de la luz (1959). Pero los poetas comprometidos sufren la represión de los gobiernos autoritarios. Los jóvenes escritores tienen problemas para publicar localmente; sólo el periódico Diario Latino les publica algunos poemas de vez en cuando. López Vallecillos funda entonces la revista literaria La pájara pinta. A través de esta revista dichos poetas se dan a conocer en otros países. En 1967 Argueta publica una colección que recoge a cinco poetas de la Generación comprometida en una antología titulada De aquí en adelante. Esta colección es muy importante no solamente como una manifestación estética de la Vanguardia salvadoreña, sino también porque la voz poética rescata el paisaje deteriorado, la historia, la situación política, económica, social y cultural de El Salvador en la década de 1960. El poema “Post Card” resume la situación económica, política, social y cultural durante la década de 1960. (Argueta, De aquí en adelante. 19). En los poemas que componen esta colección puede apreciarse el eco neocatólico que traía la vena poética de Pedro Geoffroy Rivas de los años cuarenta, y los ecos neocatólicos que se verían en la poética del nicaragüense Ernesto Cardenal en los años cincuenta.

 

 

(2). En esta entrevista con Linda Craft, Argueta dice que el proceso requiere de la inspiración pero aunada a la disciplina reflexiva. En su caso para llegar a la prosa comienza imitando a los escritores canónicos: Dos Passos, Fuentes, Cortázar y Vargas Llosa, entre otros (citado en Craft, Novels of Testimony 107).

 

(3). El título de esta novela a la vez de sugestivo y propio para retratar la vida cotidiana, es muy representativo de los años sesenta. Los compositores británicos Paul McCartney y John Lennon compusieron una canción que se titula “A Day in the Life” en 1967 para representar momentos de su propia experiencia. Aunque en diferentes contextos, Manlio Argueta retoma esta idea de representación pero la ajusta a su propio proyecto de representar un día en la vida de una familia campesina en el umbral del conflicto armado de El Salvador de los años ochenta.

 

(4). Intrahistoria es un término acuñado por Miguel de Unamuno en su ensayo “En torno al casticismo” de 1895. Al hablar de la intrahistoria dice “que es la parte de la historia que no forma parte de la Historia oficial. Es lo inconsciente en la historia que merece que nos detengamos.” Miguel de Unamuno, En torno al casticismo (Madrid: Espasa-Calpe, 1972).

 

(5). Esta obra originalmente aparece en 1926 y es reeditada por el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA) (1996).

 

(6). La leyenda de la Siguanaba (Sihuanaba) que rescata Manlio Argueta en Siglo de O(g)ro corresponde a la cultura ancestral. La misma leyenda contenida en Mitología de Cuscatlán de Miguel Ángel Espino aparece tergiversada por las ideas de la Conquista, pero ambas coinciden en que es una leyenda de escarnio para los hombres infieles y trasnochadores.

 

(7). Pierre Nora en su artículo “Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire.” ha estudiado la crisis de la memoria en la aceleración de la historia, dice que “The remnants of experience still lived in the warmth of tradition, in the silence of custom, in the repetition of ancestral, have been displaced under the pressure of a fundamentally historical sensibility.” (7) De allí la necesidad de recuperar la memoria.

 

(8). En la entrevista que le hace Rafael Varela en 1989, Argueta dice: “Nosotros tenemos en San Miguel un volcán muy bello y muy majestuoso, de manera que está dentro del paisaje nuestro y dentro de la leyenda también...” (2).

 

(9).  “El volcán y los cerros son lugares sagrados dentro de la cultura Maya. Los indios subían a lo más alto de los volcanes y cerros para concretar sus ceremonias y cantar a los dioses” (Liano, Ensayos... 46).

 

(10). Los sitios psicológicos de memoria son “[...] fundamentally remains, the ultimate embodiments of a memorial consciousness that has barely survived in a historical age that calls out for memory because it has abandoned it” (Nora 12). 

 

(11). “La coyota cara de mujer”, “El espíritu de la coyota Teodora”, “La carreta bruja” son algunos ejemplos legendarios para explicar los ruidos de la noche (Tradición oral de El Salvador [San Salvador: CONCULTURA, 1993], 75-89).

 

(12). En los pueblos salvadoreños (algunas veces) coloquialmente se les llama a las personas por el apodo tomado de las características físicas o por la ocupación. En la novela el narrador y la familia de Latina llaman Chele a este personaje porque es de piel blanca, y Pintura porque se dedica a pintar casas y rótulos en el pueblo. Esta costumbre pueblerina denota familiaridad entre los personajes.     

 

(13). La resonancia de la fe católica se observa en los nombres de los personajes principales como Crista, Magdalena y Juan Bautista. Este último es de los pocos personajes masculinos que, según el narrador, viven en el pueblo. Su función en la novela es la del futuro profeta que transmitirá las enseñanzas de la cultura autóctona que aprende de las mujeres de la familia. Para Latina es el futuro patriarca, o como ella llama: “[L]os pantalones de la familia” (155).  

 

(14).  “La Edad de Oro 1889” Revista para los niños latinoamericanos contiene además de poesía temas relacionados con la mitología americana. Véase: Cintio Vitier (78-81). 

 

(15). Chela y Herminia son dos personajes importantes en la vida del narrador. Éste hace constante referencia a la infancia rodeada por siete mujeres entre ellas Chela --quien ayuda a los oficios de casa -- y Herminia, una especie de nana que llevaba al niño sobre sus espaldas para que mirara el mundo desde arriba, según el niño (13).

 

Obras citadas

 

Argueta, Manlio. Caperucita en la zona roja. La Habana: Casa de las Américas, 1977.

 

---. Cuzcatlán donde bate la mar del Sur. Tegucigalpa: Guaymuras, 1986.

 

---. De aquí en adelante. San Salvador: LA IDEA, 1967.

 

---. El costado de la luz. San Salvador: Editorial Universitaria, 1968.

 

---. El valle de las hamacas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1970.

 

---. “Intervención de Manlio Argueta.” Tragaluz 2. 15 (1986): 23-6.

 
---. Milagro de la Paz. 4ª ed. San Salvador: Editorial e Imprenta Universitaria, 2000. [Pub. orig. 1995]

 

---. Poemas. San Salvador: Editorial Universitaria, 1967.

 
---. Siglo de O(g)ro: Bio-no-vela circular. 2ª ed. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 1998. [Pub. org. 1997]

 

---. The Magic Dogs of the Volcanoes. San Francisco CA: Children’s Book, 1990.

 

---. Un día en la vida. San José C.R.: EDUCA, 1983. [Pub.orig. 1981]

 
Craft, Linda J. “Ex libris: Childhood, Memory, and Literature in Manlio Argueta’ Siglo de O(g)ro.” Antípodas 10 (1998):
129-40.

 
---. Novels of Testimony and Resistance from Central America. Gainesville FL: University P. of Florida, 1997.

 
Hernández, David. “Diálogo con Manlio Argueta.” La Prensa Literaria 29 de junio de 2002. 1/4.<http://www-ni.laprensa.com.ni/archivo/2002/junio/29/literaria/ensayos/>.

 
---. “Siglo de O(g)ro de Manlio Argueta, bio-novela, literatura y testimonio.” Istmo. 26 de junio de 2001. 1/10. <http://denison.edu/collaborations/istmo/no2/articulos/ogro.html>.

 
Holman, C. Hugh. A Handbook to Literature. 3ª ed. New York: The Bobbs Merrill, 1972.

 
Hood, Edward, et all.
“Del infierno al milagro: Conversación con Manlio Argueta.” Antípodas 10 (1998): 81-8.

 

Liano, Dante. Ensayos de literatura guatemalteca. Roma: Bulzoni, 1992.

 
Nora, Pierre. “Between Memory and History: Les Lieux de Mémoire.” Representations 26. (1989): 7-24.

 
Reed, Edward S. “Perception is to self as memory is to selves..” in The Remembering
self Construction and accuracy in the self-narrative. Ed. Ulric Neisser and Robyn Fivush. Cambridge, NY: Cambridge UP., 1994: 278-292.

 
Salamanca, Elena. “Manlio Argueta: 25,568 días en la vida.” Revista Dominical de La
Prensa Gráfica. 2006. 1/6 <http://www.laprensa.com.sv/dominical/35130.asp>.

 
---. “‘Manlio ha escrito la gran novela salvadoreña’, Entrevista con Linda Craft.”
Revista Cultura de La Prensa Gráfica 2006. 1/1 <http://www.laprensagráfica.com.sv/cultur/139207.asp>

 

Tradición oral de El Salvador. San Salvador: CONCULTURA, 1993.

 

Unamuno, Miguel de. En torno al casticismo. Madrid: Espasa-Calpe, 1972.

 
Utech, Anna Lee. Las novelas de Manlio Argueta: La historia, cultura e identidad
salvadoreñas. Diss. University of Pennsylvania, 1993. http://repository.upenn.edu/dissertations/AAI933154/

 
Varela, Rafael. “Entrevista con Manlio Argueta.” Dos culturas. San José Costa Rica, Agosto 1989. 1/13 <http://.2culturas.com/entrevistas/argueta/argueta.html>.