Guerra, exilio e imágenes transatlánticas.  Un análisis de la revista De mar a mar



Silvia Dolinko

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad de Buenos Aires

 

 

Como anudada al corazón, la sierpe,

breve, más decidida, del destierro,

me come a sentimientos,

a dulcísima noche desvelada,

a enemigas caricias de memoria,

a terca soledad desamparada.

Lorenzo Varela, "Duelo..."

La posición del exiliado hace que la “acuidad visual” o la “potencia del ver” sea tan vital, tan necesaria como problemática […entonces] ¿Por qué imágenes? Porque para saber hay que saber ver. Porque “un documento es más difícil de refutar” que un discurso de opinión.

Georges Didi-Huberman

                

Del importante conjunto de exiliados republicanos españoles que llegó a la Argentina a partir de la Guerra Civil se destacó el núcleo de intelectuales que, de forma más o menos rápida, se integró en el campo cultural local. Posiblemente, uno de los aspectos más conocidos y estudiados de sus actividades sea el relativo a sus emprendimientos editoriales, a través de los cuales no sólo continuaron su  producción literaria e intelectual ya desarrollada en España, sino que también se relacionaron con distintas esferas de la cultura local.

Si bien los estudios sobre la temática del exilio en Argentina de estos intelectuales remiten frecuentemente a esta significación de sus actividades vinculadas con la edición de libros –en muchos casos, en su relación con el auge de esta industria cultural en América Latina en los años cuarenta- estas revisiones han transitado de forma bastante menos frecuente el terreno de las revistas y publicaciones periódicas editadas por una parte destacada de este mismo conjunto de exiliados. Sin embargo, se puede considerar que el estudio de este corpus permite “completar” las miradas sobre su proyecto intelectual.

A la vez, mientras que las lecturas en torno a estos emprendimientos se han centrado en la indagación de aspectos literarios y de mercado editorial, se han dejado de lado los discursos visuales sostenidos desde estas publicaciones o se los ha considerado generalmente como un dato accesorio que venía a complementar el texto literario. Sin embargo -siguiendo el planteo de W.J.T. Mitchell y la visual literacy- consideramos fudamental abordar estas producciones visuales en tanto prácticas de apropiación y enunciación particularmente significativas. Apuntando entonces a ampliar las perspectivas sobre esta producción, se sostiene aquí la hipótesis de que tanto las selecciones plásticas y gráficas como los discursos textuales sobre las mismas incluidos en las revistas y publicaciones periódicas constituyeron un aspecto importante para la definición de los lineamientos estético-culturales de este conjunto de intelectuales. En este sentido, el presente trabajo propone el análisis del caso específico de la revista De mar a mar.

Se aborda esta publicación entendiéndola como el primer momento de un proyecto intelectual y cultural sostenido en Buenos Aires durante los años cuarenta por parte de un grupo destacado de exiliados españoles –en su mayoría, gallegos- en su diálogo con la intelectualidad latinoamericana, a la vez que como espacio de interacción entre artistas exiliados en la Argentina procedentes de diversos países europeos. Se presenta una lectura de las selecciones plásticas y, en términos más amplios, del programa visual propuesto por esta revista que se inicia en un momento de la Segunda Guerra Mundial en el que aún no existían certezas sobre la resolución del conflicto bélico y sobre los destinos de la “cultura universal”. En este sentido, se puede entender que -más que operar como ilustración de discursos literarios- las imágenes en De mar a mar conformaron un programa que daba cuenta, en forma categórica, de un estado de inquietud y urgencia en el que la toma de posición a partir de la mirada resultaba un acto insoslayable. (1)

 

Emprendimientos editoriales

Mientras que las políticas restrictivas en materia inmigratoria del gobierno argentino a fines de la década del 30 intentaban coartar el acceso al país de los españoles que huían del franquismo, otras organizaciones sociales y redes de solidaridad actuaron como contracara, a través de distintas acciones para la instalación de los exiliados. No sólo operaron distintas formaciones locales y partidos políticos, sino que la existencia de una numerosa comunidad de emigrados a la Argentina desde décadas atrás a la llegada de Franco al poder facilitó el desarrollo de estas acciones solidarias en el marco de “una sociedad que estaba profundamente permeada y movilizada por su causa, a pesar de la hostilidad del gobierno”. (Schwarzstein, 109)

La instalación en Argentina de un grupo de editores y libreros que escaparon del  avance franquista y de la rígida censura que por aquellos años impidió la publicación en España de numerosos autores y títulos desencadenó, paralelamente, un notable crecimiento de la industria editorial argentina, con un pico de producción en 1942. En principio, si la actividad editorial les significó la posibilidad de continuar publicando, también representó una fuente económica: “edición, traducción, dirección editorial, corrección de pruebas y hasta encargados de distribución fueron tareas eminentemente españolas en esos años en Buenos Aires”. ( Schwarzstein, 147)

En lo que refiere a las tareas de impresión, cabe destacar especialmente a la imprenta López, establecimiento dirigido por José Manuel López Soto y Pedro Perrotta, que fue un ámbito central en la materialización de los proyectos editoriales de aquellos años. (2)

 La circulación de obras literarias y textos clásicos, el lanzamiento de múltiples colecciones tanto de obras “universales” como de autores argentinos y latinoamericanos, la publicación de la literatura de autores exiliados y de escritores que la censura impedía difundir en territorio español fueron constantes, evidenciando la pujanza de esta actividad. En este proceso, Losada, Emecé y Sudamericana fueron “las tres grandes” editoriales, a las cuales se sumaron múltiples sellos más pequeños, potenciando la edición de libros en Argentina y la revitalización del mercado latinoamericano. En este sentido, también cabe recordar que México, otro destino destacado para una gran masa de refugiados españoles, fue el otro polo latinoamericano de esta industria cultural. Entre las editoriales de México se destaca Fondo de Cultura Económica, empresa fundada por mexicanos en 1934 que recibió gran impulso con la colaboración de estos exiliados.

Como ya se ha adelantado, aunque las tareas de edición de libros constituyeron una de las actividades destacadas -tanto a nivel cultural como económico- de los exiliados españoles, la publicación de revistas también conformó otro eje de su labor editorial, destacándose en este plano la acción conjunta de Lorenzo Varela, Arturo Cuadrado y Luis Seoane. Si en el caso de los artistas plásticos exiliados, Wechsler ha señalado que operaron desde un lugar “de continua actividad a mitad de camino entre una cierta integración y una continuidad con la lucha”, también podría aplicarse esta misma caracterización a este núcleo de editores gallegos, quienes sostuvieron a lo largo de varios años un proyecto intelectual materializado, entre otros medios, a través de las revistas culturales.

Así, con la aparición de De mar a mar (1942-1943) comenzó una tácita secuencia de títulos emblemáticos de revistas asociadas especialmente con estos intelectuales gallegos exiliados en territorio argentino; se puede trazar un recorrido virtual que se prolonga con Correo Literario (1943-1945, dirigida por Lorenzo Varela, Luis Seoane y Arturo Cuadrado) y Cabalgata (1946-1948, dirigida por Arturo Cuadrado, Luis Seoane junto al catalán Joan Merli) como distintas instancias de su acción cultural a lo largo de los años cuarenta. Su proyecto se delineó entre el antifranquismo a nivel político, la revisión de la tradición cultural en un sentido amplio, la apertura al intercambio con muchos de los protagonistas de la producción intelectual y artística latinoamericana, y su difusión de imágenes plásticas. Emilia de Zuleta ha demarcado este ciclo iniciado en 1942 con De mar a mar como el de la dominante española: la autora utiliza esta categoría para diferenciar a estas tres revistas de los demás medios argentinos que sumaban el aporte de algunos intelectuales españoles a su staff local, como Sur o Nosotros. Sin embargo, la creciente interrelación de estos exiliados con el campo cultural argentino y latinoamericano que se despliega en estas diferentes publicaciones permite relativizar en cierta medida esta categoría.

En las tres revistas mencionadas se privilegió el aspecto literario -tanto por la selección de escritos editados como por el lugar destacado que tuvo la crítica bibliográfica- aunque también tuvieron una presencia importante otras disciplinas del quehacer cultural. En este sentido, podemos señalar las críticas de exposiciones artísticas, los comentarios sobre libros de arte y los ensayos sobre aspectos de la plástica argentina, brasileña, uruguaya, mexicana, chilena y española. Jorge Romero Brest, Romualdo Brughetti, Ernesto B. Rodríguez y Luis Seoane, fueron algunos de los responsables de los textos sobre artes plásticas que, de forma creciente, fueron apareciendo en estas publicaciones.

 

De mar a mar, exiliados en Argentina

Los siete números de De mar a mar, presentada como una revista literaria mensual, fueron publicados en Buenos Aires entre 1942 y 1943. Esta publicación estuvo dirigida por Arturo Serrano Plaja y Lorenzo Varela; ambos habían participado del proceso de desarrollo de la prensa cultural ibérica sostenido a lo largo de la década del treinta (3) participando, por ejemplo, en Hora de España, revista publicada en Valencia en 1937 y en Barcelona en 1938. Ya arribados a territorio americano, Varela y Serrano Plaja también incursionaron en el terreno de las revistas de exiliados editadas en México: en 1940-1941 participaron en Romance –Varela integró el comité de redacción y Serrano Plaja fue un colaborador frecuente- publicación que presenta mayores semejanzas con la posterior Correo Literario editada en Argentina. Fueron estas experiencias editoriales previas las que trasladaron al campo porteño.

Fue Lorenzo Varela quien propuso el título de la publicación, que además de aludir a los vínculos entre América y Europa, o más precisamente, entre Argentina y España, citaba en forma encriptada uno de los versos de Antonio Machado incluidos en su último libro, La guerra. (4) En el caso de De mar a mar –y en comparación con la activa vinculación latinoamericanista que se evidenciaría en las posteriores Correo Literario y Cabalgata- es notoria la mirada amplia y generalizadora hacia lo “español” y lo “universal”. (5) En verdad, cabe señalar que en De mar a mar confluyeron las intervenciones de exiliados españoles,  italianos y alemanes, con los aportes de argentinos, mexicanos, brasileños al incluirse textos de Rafael Alberti, Rafael Dieste, Francisco Ayala, Arturo Cuadrado, Juvenal Ortiz Saralegui, José Otero Espasandín, Antonio Sánchez Barbudo, Bernardo Clariana, Guillermo de Torre, Newton Freitas, José Luis Romero, González Carbalho, Pedro Henríquez Ureña, Pablo Rojas Paz, Eduardo Sacriste, Vicente Salas Viu, Jules Supervielle, Ricardo Baeza, Antonio Baltar, Alejandro Casona, Javier Farías, Julio Caillet Bois, Roger Callois, Renata Donghi Halperín, Octavio Paz, Luis Baudizzone y Ricardo E. Molinari. Como lo expresara Lorenzo Varela, se trató de un proyecto “en el que se encarnaban los ritmos que podían expresar algo que por entonces fue bautizado risueñamente como una civilización Afroeurogalaicoamericana”. (“Prólogo” V)

El conflicto bélico mundial aparece en De mar a mar como uno de los marcos privilegiados para los diferentes análisis de las producciones y políticas culturales, y la resolución de esta situación crítica no sólo es presentada como determinante para la victoria sobre el franquismo, sino también para el destino de la humanidad toda. Las reflexiones en torno a las vinculaciones entre los acontecimientos de la política internacional y la posibilidad de continuidad de la producción cultural se enuncian explícitamente en el programa:
 

Una revista que sale a luz en estos momentos, tiene, de un modo más imperativo que si naciese en otros apacibles, la obligación de reflejar de alguna manera el tiempo a que pertenece. Quienes hacemos DE MAR A MAR creemos que la obra creadora es siempre el mejor espejo que los escritores o artistas pueden brindar de cada tiempo; pero hoy tienen las horas una categoría tal de fecha decisiva que requieren del literato o del investigador o del artista una contribución moral tan apremiante que no siempre puede conciliarse con el ritmo de su obra específica. De ahí que sintamos la necesidad de anticipar nuestra actitud ante el presente con pocas palabras; palabras que no pretenden representar tal o cual grupo o tendencia y que no tienen tras de sí más que la angustia natural de quienes las dicen, aunque con ello signifiquemos claramente nuestra posición frente a la guerra actual. Pues creemos que a nadie puede darle lo mismo el resultado de la actual contienda mundial, porque eso sería tanto como despreocuparse por la existencia misma del hombre y del pensamiento. A nosotros desde luego no nos es igual éste o el otro resultado de la batalla. Estamos decididamente con los pueblos libres y deseamos su rápida victoria sobre el nazismo, el falangismo y el fascismo.

DE MAR A MAR se inicia al calor fraternal de unos cuantos amigos, europeos y americanos, unos en Buenos Aires, otros dispersos por el continente. No tenemos otro propósito que el de recorrer juntos una etapa de labor modesta que habrá de tener cauce en estas páginas, sin que nos una otra cosa que no sea la lealtad de todos a la libertad de espíritu. (6)

 

Estos mismos lineamientos se pueden rastrear a lo largo de la revista, en algunos escritos sobre la situación política y cultural de Europa y la implícita mirada hacia América como refugio para el pensamiento y la “libertad de espíritu”. A pesar de lo enfático de las notas editoriales, parece que la revista estuviera sobrevolada por el tono incierto de aquellos tiempos en los que la definición de la guerra aún distaba de esclarecerse. No es el tono de la militancia combativa ni la declamación heroica las que predominan, sino la reflexión, la melancolía o el registro de la tragedia.

La angustia del exiliado, del perseguido, se explicita concretamente en la convocatoria de Serrano Plaja para elaborar un Libro del éxodo. La incertidumbre y el malestar del indocumentado aparecen como eje de una propuesta que apunta a trocar la tribulación en relato literario o crónica:

 

Aun no hace muchos años la condición de emigrado político era, por su rareza, algo así como un honor, concedido a pocos. Hacía falta ser muy temido en el mundo entero para hacerse en verdad digno de tal distinción: la de no conseguir un visado. Desde entonces acá han sucedido muchas cosas. Tantas, que aquello que por su singularidad mereció capítulo aparte […] ha venido a constituir norma general para toda una muchedumbre. Toda una muchedumbre, en verdad, vive hoy en un “planeta sin visado”. Toda una muchedumbre sabe de una angustia particular de nuestro tiempo cuál es la carencia de “papeles”.

[…] Los que en este nuevo éxodo hemos podido llegar a las Américas –o a Inglaterra, o a la U.R.S.S.-; los que en la preocupación diaria empezamos a olvidar que aun estamos en la “edad del papel”, que sin embargo conocemos –porque basta la intención de moverse de un país a otro para que de nuevo el “papel” nos muestre sus pavorosas fauces-, constituimos la parte minúscula y privilegiada de ese mundo. Estamos, pues, en condiciones de dar testimonio especial, para la historia, de ese mal peculiar de nuestro tiempo cual es la emigración política. Nos dirigimos a todos aquellos que por oposición política al régimen que domina en sus respectivos países se han visto obligados a salir de ellos. Queremos que entre todos se escriba el nuevo LIBRO DEL ÉXODO. Para ello y a título de sugerencia, proponemos que cada uno de los que se sientan interesados por nuestra iniciativa, escriba su Crónica de la emigración. (Serrano Plaja, 33-34)

 

En su convocatoria, Serrano Plaja apela especialmente a “los refugiados españoles no sólo como núcleo central que habrá de integrar el libro, sino también como posible vínculo orgánico para la realización concreta de la encuesta”. Este protagonismo de la temática del perseguido español también se evidencia en dos de los homenajes destacados que se incluyen en la publicación: entre la épica y el dolor, Antonio Machado y Miguel Hernández aparecen como figuras que condensan la lucha del intelectual contra el avance del totalitarismo, una lucha que ya en esos momentos aparece clara y tristemente definida en España, y aun incierta en el plano mundial. En este sentido, la revista no sólo se ubica de forma militante en el bando antifranquista, sino que también apela a la toma de posición de los latinoamericanos en una causa de índole universal:


La muerte de Miguel Hernández, como antes la de Federico García Lorca y la de Antonio Machado, no incumbe únicamente -aunque puede dolerles más- a los españoles acogidos en América, sino que afecta a todos los hombres. No se trata de ningún “pleito interno”, de “una cuestión española” o cualquier ambigüedad de aquellas que tan caras paga hoy el mundo entero. La muerte de Miguel Hernández es otro testimonio siniestro que acusa rotundamente a quienes amenazan no ya la dignidad del pensamiento sino el pensamiento mismo. (7)

 

Este primer número de De mar a mar incluye el tributo al poeta muerto en prisión: se reproducen cinco sonetos de El rayo que no cesa, (8) acompañados por el dibujo de Manuel Colmeiro Homenaje a Miguel Hernández y un fragmento de la “Égloga fúnebre a tres voces y un toro para la muerte lenta de un poeta” en la que Rafael Alberti reune las voces de Machado, García Lorca y Hernández. En el segundo número, de enero de 1943, se publicó la poesía de Lorenzo Varela “Duelo en tres cantos por la muerte de Miguel Hernández” junto a un dibujo del italiano Attilio Rossi. En el homenaje a Machado se plantea que “cuanto hoy acaece, él lo había padecido por anticipado y lo había predicho noble, serenamente. Pero su egregia voz fue desoída por los cómplices del atropello de España, por los responsables de la guerra presente, en su mayoría emboscados todavía en las cancillerías. Reposo al poeta de la España que supo alzar la muralla de sus corazones a las huestes de la barbarie, desatada ahora sobre el planeta”.(9)

A pesar del interés en torno a la problemática española de la guerra y el exilio, número a número se constata la incorporación tanto de temáticas como de firmas asociadas al campo cultural argentino y americano; destacados intelectuales -como José Luis Romero y su extensa reflexión sobre “la americanidad”, por ejemplo- (10) dan cuenta de la apertura de posiciones intelectuales e ideológicas que proponen los editores.

En relación con la importancia dedicada por la revista a la crítica bibliográfica -la extensa sección “Mirador”- ésta podría enmarcarse en lo que Zuleta ha definido como crítica de sostén: en ésta predominan los comentarios sobre publicaciones de las editoriales del medio hispano-argentino que, incluidas en las propias revistas ligadas a este mismo mercado editorial, debían ejercer una potenciación del público lector. En este sentido, a los comentarios bibliográficos hay que agregarles los anuncios específicos de las propias casas editoriales: publicidades de Nova, Atlántida, Poseidón, Sudamericana y Losada aparecen número a número anunciando los lanzamientos de nuevos títulos y colecciones. Entre las notas aparecidas en esta sección, muchas de ellas corresponden a libros de arte: la importancia que se les otorga no sólo da cuenta del interés de Serrano Plaja y Varela en cuestiones artísticas sino también del lugar destacado que ocupó este género en el plan editorial de Losada, Nova, Emecé o Poseidón, es decir, sellos editoriales pertenecientes a españoles exiliados.

Si en De mar a mar se reseñan títulos como Tratado del paisaje de André Lothe, Maruja Mallo, de Arturo Cuadrado o Tintoretto, de Julio E. Payró, entre otros, nos interesa remarcar el texto de Lorenzo Varela que ocupa un espacio importante en el primer número: un comentario sobre Eh! los toros (Buenos Aires, Emecé, 1942), volumen con siete xilografías de Luis Seoane y poesías de Rafael Alberti ya publicadas con anterioridad. La nota de Varela destaca los aspectos más innovadores de los grabados de Seoane: sostiene que conllevan “un peso y una profundidad difíciles de conseguir, raras, en los grabados en madera que casi siempre se nos aparecen planos y por lo tanto vacíos, cuando más decorativos o ilustrativos, nunca con independencia y ejemplaridad de pintura”. (De mar a mar, a. 1, n. 1, 48) Varela retomaba el comentario que había suscripto Guillermo de Torre sobre este conjunto gráfico en Sur, la conocida y prestigiosa publicación dirigida por Victoria Ocampo; allí señalaba sus cualidades experimentales y destacaba (o auguraba) que la obra del artista implicaba uno de los pocos casos exitosos en el proceso de “rehabilitación” de la técnica xilográfica, vislumbrando las posibilidades expresivas de la obra gráfica en general -y la xilografía en particular- que signarían toda la carrera de Seoane. (11)
Al momento de la aparición del volumen de Seoane y Alberti, la simbología de la tauro
maquia era ampliamente reconocida y también consagrada desde la gráfica, por ejemplo, en la serie de estampas goyescas. Su vinculación con los tiempos trágicos que se vivían en la península ibérica es aludida en el texto de Varela: “estos grabados, de tanta realidad en su aire fantasmal, acuñan ese vago retorno que se viene notando en muchos artistas y escritores actuales al camino mejor del romanticismo. Vago retorno que busca tanto las espinas hirientes de la realidad más desesperada, como los aires más alados de los sueños felices”. Paralelamente a este planteo implícito respecto de la situación política ibérica en particular –y europea en general-, la mirada en torno al “retorno a las fuentes” que signó parte de la tradición artística moderna fue una línea remarcada a través de las selecciones visuales propuestas por De mar a mar.

A continuación de la nota sobre Eh! los toros, Varela también suscribe un lapidario comentario sobre Goya de Ramón Gómez de la Serna (Buenos Aires, Poseidón, 1942). El argumento central no apunta tanto a criticar al libro en sí sino a su autor y su ambiguo posicionamiento en el marco de la Guerra Civil española y cuestiona la inclusión de la  “alusión oficial”  sobre la destrucción del Palacete de la Moncloa:


al que “ha destruído la revolución última”, como consigna Gómez de la Serna en este Goya que escribió para la Editorial Poseidón. Y, aunque por lo demás “sigue habiendo tranquilidad en todo el país”, el hecho es que la revolución última, así en abstracto [...] destruyó el Palacete de la Moncloa, en el que seguramente la desnuda Duquesa de Alba posó para Goya.  Ni una palabra sobre la artillería franquista y la aviación alemana que derribaron el Palacete, nada sobre los hombres de la República que salvaron el Museo del Prado, y el particular del de Alba, entre otras cosas. (Varela, “Goya,” 48)

 

Precisamente, el acento en el rescate y preservación de la tradición y el patrimonio cultural occidental en paralelo a la mirada en torno al “vago retorno” a las fuentes –conceptos que se suceden en las dos reseñas bibliográficas de Varela- fueron las líneas remarcadas a través de las selecciones y discursos visuales propuestos por De mar a mar.

 

Barcazas, pescadores y sirenas: el discurso de las tapas

Tomando en cuenta la pregnancia de sus imágenes, resulta interesante tomar a las tapas y portadas internas de De mar a mar como punto de partida para indagar acerca de la visualidad propuesta por la revista. De la tapa de cada número sólo cambia el centro del conjunto, es decir, los dibujos de Attilio Rossi, Luis Seoane, Horacio Butler y Manuel Colmeiro, también autores de algunas de las ilustraciones internas de la revista. Los dibujos de las tapas aparecen destacados por un fondo gris verdoso que contrasta con la nota cromática dada por el rojo de la A central del nombre de la publicación, De mar a mar. Esta letra constituye el eje de la composición del título y, paralelamente, enfatiza el carácter simbólico que vincula un continente a otro, a los intercambios culturales, a los lazos de comunicación y al contemporáneo tránsito transatlántico de personas.

¿A quién correspondió el llamativo y moderno arte gráfico de tapa? Si bien este dato no aparece mencionado, se puede sostener que el diseño de la publicación fue ideado por Attilio Rossi. Escapando del regimen fascista, este artista gráfico y pintor italiano vivió en Buenos Aires entre 1936 y 1946, años en los que fue el encargado de las ediciones de Losada. En esos tiempos de llegada a la Argentina de intelectuales exiliados y, por ende, de rearticulación del campo cultural local, resultó significativo el espacio intelectual y social generado en torno a este sello editorial; celebrada ya al momento de su lanzamiento como un hito para la industria cultural porteña, Losada fue fundada en 1938 por Gonzalo Losada, antiguo representante en Argentina de Espasa-Calpe. La editorial se convirtió en un referente tanto para los exiliados como para la intelectualidad argentina, destacándose por la calidad de sus selecciones literarias debida a los directores de las distintas colecciones, entre los que se encontraban Guillermo de Torre, Francisco Romero y Pedro Henríquez Ureña.

Fue en el ámbito de esta editorial, donde tuvieron lugar las primeras intervenciones de Luis Seoane –llegado a Buenos Aires en 1936– en el campo editorial argentino, sosteniendo una relación entre el libro, el grabado y las artes gráficas que transitó a lo largo de toda su trayectoria. Mientras que el diseño gráfico general de la editorial se encontraba a cargo de Attilio Rossi, Seoane colaboró ilustrando obras de Georg Kaiser, Aldous Huxley y Jean-Paul Sartre, entre otros. Estas intervenciones también correspondían, como recordaría Seoane, a “los años fecundos en que fundábamos editoriales desde la nada, y revistas como De mar a mar o Correo Literario, que representaban la universalidad del exilio”. Precisamente en Losada tuvo lugar la edición de Rossi del Tratado de la pintura de Leonardo da Vinci, que se publica en 1943; allí se manifiesta una gran similitud en el diseño y la tipografía con las tapas de De mar a mar. (12)

En el caso de De mar a mar, Rossi no sólo fue autor de dos de las siete tapas y de la mayoría de las viñetas sino que también en el tercer número de la revista se reprodujo su pintura al óleo Noche de luna, de marcado clima metafísico. A la vez, en el séptimo número, una reseña de una exposición plástica de Rossi fue espacio para la reflexión de su lugar como artista en el exilio:
 

es en verdad este pintor un espíritu que resume en sí, de manera profunda, la sensibilidad destrozada y afirmativa, aún, del emigrado tan difícil de nuestros días. […] Hay un neo-parnasianismo superrealista, una abstracción de formas renacientes que significa algo muy importante entre el emigrado y su misión en América. Como emigrado, como evocador, y como mediterráneo e imaginativo, unas veces mira y pinta la materia –la tela calificada del recuerdo-, aquello que dejara en su lejana patria itálica, y lo pasea por el espacio confundido con su ansia y la ficción de su origen.” (Vitureira)

 

Asimismo, Rossi tuvo una participación textual en De mar a mar, con una nota que corrige un comentario de Ernesto Sábato en Sur, justamente, sobre la edición de un libro.(13) Es decir, en un medio gráfico donde predominaron las voces vinculadas a la literatura, Rossi ocupó un lugar de enunciación especial, bregando por el reconocimiento del arte de la edición, su profesión, ya que fue junto a Seoane uno de los principales innovadores del diseño gráfico en la Argentina de aquellos años.

A pesar de que los dibujos de las tapas de De mar a mar fueron realizados por distintos artistas, existe una cierta “homogeneidad” en las mismas, tanto en los aspectos iconográficos como en la resolución gráfica: todas se encuentran realizadas con el estilo de dibujo sutil de la línea clara relacionada con la producción picassiana clasicista. La temática -que incluye embarcaciones, pescadores y mujeres desnudas sentadas frente al mar- pone en imagen el título de la publicación y, paralelamente, algunos tópicos de la representación del exilio, como la mirada nostálgica y la distancia melancólica del desarraigo. A la vez, la presencia de centauros, sirenas y otros seres míticos remite al imaginario de la cultura clásica occidental que, de forma amplia, atraviesa las selecciones en materia visual de esta revista.

En verdad, también se puede asociar esta iconografía de sirenas, barcas, mares distantes y figuras míticas, realizadas con un fino y sutil trazo gráfico, a aquella que había creado Seoane para las tapas, ilustraciones y marcas tipográficas de Emecé pocos años atrás. En ese sello editorial creado en 1939 en Buenos Aires por Mariano Medina del Río y Álvaro de las Casas, Seoane tuvo un rol de gran visibilidad, actuando como director artístico en los primeros años de la editorial y dirigiendo junto a Arturo Cuadrado las colecciones Dorna, de temas y autores gallegos, Hórreo, de temática más amplia, y  junto a Cuadrado y Luis M. Baudizzone la colección Buen Aire de temas rioplatenses y americanistas. En las ilustraciones de estas colecciones de Emecé también colaboró Manuel Colmeiro.



En el caso de De mar a mar, resulta significativo centrarse en el caso del primer número, en cuya tapa aparece un dibujo de Rossi y en la portada interna, uno de Seoane . Ambas imágenes aparecen dominadas por mujeres desnudas, de cuerpo macizo y actitud de iniciar un movimiento con las manos. Las dos se encuentran en un paisaje costero apenas esbozado: en el caso del dibujo de Rossi, dos gaviotas sobrevuelan un velero, en el de Seoane, la mujer de cabellos al viento divisa un poblado lejano, al otro lado del agua. Situadas una de frente y la otra de espaldas, las dos con sus brazos extendidos, parece que ambas imágenes representaran dos caras de una misma escena o, más bien, señalaran cada uno de los bordes de ese espacio –geográfico y simbólico- delineado de mar a mar.

El criterio de edición y la similitud del diseño otorgaron un perfil visual característico a una revista presentada con “formato libro”. Tratándose de una publicación que se vinculaba a la esfera de los emprendimientos de editoriales cuyos sellos estaban caracterizados, entre otras cuestiones, por lanzar colecciones y no títulos sueltos, la elección de este formato y la uniformidad en su presentación pudieron haber apuntado a demostrar desde el recurso formal que De mar a mar también constituía una colección literaria, a la par de las producidas por los restantes editores.

Este criterio también fue sostenido en parte desde la periodicidad que se pretendió otorgar a la revista: si la presentación de los siete números que van de diciembre de 1942 a junio de 1943 conforman una secuencia correlativa, un recorrido atento de los distintos datos cronológicos incluidos en sus páginas permite sostener que esta continuidad se trató más de un cronograma potencial que de una realidad editorial. En efecto, aunque los datos registrados en las tapas y portadas permiten pensar en un lanzamiento mensual continuo, las referencias que aparecen en las páginas interiores a distintos acontecimientos plantean un defasaje entre la fecha de publicación sostenida desde el plan de edición y la fecha de aparición real. Se puede citar así algunos ejemplos de las esferas editorial, artística y política: en el número 3, con fecha de febrero de 1943, figuran dentro de la publicidad de Poseidón las ediciones de Alfredo Guttero, por Julio E. Payró, libro que en realidad se termina de imprimir el 27 de abril de ese año, o de Quince discursos, por Sir Joshua Reynolds, que aparece el 10 de mayo. En el número 5, de abril de 1943, O.E. [José Otero Espasandin] reseña la muestra de Attilio Rossi en el Salón Impulso, señalando que la misma se realizó “entre el 29 de mayo y el 19 de julio”. Finalmente, la nota que hace alusión a la caída de Mussolini el 25 de julio de 1943 aparece incluida en el número 6, del mes de mayo.

A la vez, entre diciembre de 1943 y abril de 1944 se publicaron ocho anuncios de De mar a mar en las páginas de Correo Literario: estas fechas pueden dar una pauta más precisa de la época real de aparición de la revista. Entonces, la secuencia de las fechas se mantuvo como forma de sostener simbólicamente el sentido de un proyecto continuo, sin las turbulencias ni escollos financieros o editoriales que, podemos conjeturar, debe haber padecido.


Los nuevos desastres de la guerra

Una vez traspasada la tapa, cabe indagar acerca del espacio y significación otorgados a los discursos visuales en relación con el contenido de la revista. Las críticas de arte son escasas, circunscriptas a los tres últimos números; a pesar de esto, los comentarios sobre exposiciones dan cuenta de la amplitud de criterio que la revista también demuestra respecto de otras orientaciones: de este modo, comparten el espacio algunas reseñas que abarcan desde la muestra de pinturas de Carybé a la de fotografías de Grete Stern. Esta fotógrafa alemana, formada en los talleres de la Bauhaus y exiliada luego del ascenso del nazismo, había llegado a Argentina en 1936; su imagen de sesgo vanguardista implicó un quiebre en el campo fotográfico argentino de aquellos años. Vinculada tanto con el núcleo de la revista Sur como con los intelectuales gallegos exiliados en Argentina, sus colaboraciones en los emprendimientos editoriales de estos últimos fueron constantes a lo largo de los años cuarenta. En el caso de De mar a mar, se incluyó –vinculado con la mencionada nota crítica sobre su exposición- un autorretrato fotográfico de notable modernidad.

A la vez, los discursos visuales tienen un lugar destacado como contraparte de las notas editoriales y escritos literarios o históricos -de una profundidad reflexiva y extensión notables en muchos casos- que hegemonizan cuantitativamente las páginas de la publicación. En muchos casos, los aportes gráficos proporcionan un límite para las secciones o notas extensas, actuando a la manera de una “llamada de atención” para remarcar el contenido y discurso general de la publicación.

En la selección de imágenes plásticas alternan obras “clásicas” y de la modernidad, de autores europeos y argentinos contemporáneos. En el caso de las obras de artistas locales, se propone un conjunto de imágenes figurativas vinculadas a la tradición moderna en la Argentina: de este modo, se incluyen obras de Norah Borges, Demetrio Urruchúa u Horacio Butler, artistas que en los años cuarenta son consagrados del campo artístico argentino. Además, se trata de nombres vinculados, en mayor o menor medida, con la causa de los exiliados republicanos.

Distintos montajes, fotografías y reproducciones de pinturas conforman las secciones gráficas: Testimonios (imágenes de la guerra), Genio y figura (retratos de personalidades), Del linaje que no muere (reproducciones de obras de arte) y Colaboración (reproducciones de artistas residentes en Argentina). La dureza de la sección Testimonios no deja ningún margen para la interpretación de su contenido: se trata de fotografías de casas destruidas por bombardeos, un barco torpedeado incendiándose, casi escondido detrás de una espesa columna de humo en medio del mar, los cadáveres masacrados a lo largo de una escalinata en China -superando desde la fotografía documental la emblemática representación einsensteiniana-, Hitler y sus generales sobre una fotografía de cadáveres en una trinchera -montaje fotográfico titulado Los cerebros lang="ES" style="font-size: 12pt; line-height: 200%; color: red;">(fig. y los resultados- o la fotografía de José Suárez de unos niños llorando frente a un paredón de fusilamientos en España.(14)

Llamados de atención de una retórica explícita, estas imágenes remiten de manera inconfundible -en el marco de la situación bélica mundial- a la universalidad del dolor y la muerte. (15) Es indudable el poder de estas imágenes, de estos montajes fotográficos presentados en De mar a mar. En este sentido, cabe retomar aquí la reflexión de Didi-Huberman sobre el montaje –“una manera de mostrar toda disposición como un choque de heterogeneidades. Esto es el montaje: no se muestra más que desmembrando”–; el historiador francés indaga sobre este recurso discursivo precisamente cuando analiza el caso del Diario de trabajo donde, desde 1938, Bertold Brecht entrelaza palabra e imagen para dar cuenta de su lectura de la guerra desde su posición de exiliado. (16) Si, como sostiene Didi-Huberman, la cuestión del montaje se impone en la poética brechtiana tanto en su exposición de argumentos teóricos como en su dramatización de argumentos históricos, pareciera que “las trincheras abiertas en la Europa de la Gran Guerra hubieran suscitado, tanto en el terreno estético como en el de las ciencias humanas –recordemos a Georg Simmel, Sigmund Freud, Aby Warburg, Marc Bloch-, la decisión de mostrar por montaje, es decir por dislocaciones y recomposiciones de todo. El montaje sería un método de conocimiento y un procedimiento formal nacido de la guerra, que toma acta del ‘desorden del mundo’”. En el caso de De mar a mar, la tragedia contemporánea y el desorden del mundo no sólo toman cuerpo a partir del recurso del fotomontaje, sino también a través de la  iconografía de algunas obras plásticas reproducidas en Del linaje que no muere, como en La degollación de los inocentes, de Lucas Cranach.

Sin embargo, el criterio general de esta sección es más amplio a nivel temático, y en todos los casos apunta a repasar algunos hitos de la tradición artística “universal”: allí aparecen obras de pintores españoles canónicos como Goya y Murillo, junto a las de otros artistas europeos. En el primer número de la revista confluyen un sereno desnudo de Renoir y un detalle de los rostros de Adán y Eva expulsados del paraíso en la dramática versión de Masaccio, sita en la Capilla Brancacci de la Iglesia del Carmine (Firenze); esta conjunción no sólo contrasta dos posturas expresivas sino también dos momentos del desarrollo artístico europeo, en un arco que va del Renacimiento al impresionismo. A la vez, se trata del patrimonio artístico de Italia y Francia, países que en esos momentos se encontraban bajo el dominio nazi-fascista: es decir, un patrimonio artístico en peligro.

En este sentido, en la revista también se incluye un montaje fotográfico que alude a la posibilidad de destrucción de una producción cultural canónica: en el número seis se presenta Italia, una secuencia en tres registros donde se superponen numerosos aviones planeando en la línea de fuego, una vista en picado de un bombardeo sobre una ciudad -tan a la distancia que pareciera un mapa de caligrafía virtuosista- y una última imagen, en el registro inferior, del centro histórico de Florencia con sus tesoros artísticos. A continuación del fotomontaje Italia aparece “Mussolini”, nota que festeja la caída del dictador fascista. ¿El fotomontaje fue realizado con anterioridad a la caída del Duce o se realizó expresamente para recordar el peligro latente sobre la tradición italiana? Este argumento se podría ver correspondido por el contenido del texto:

 

¿Cómo se pudo mantener tanto tiempo [Mussolini]? Dando gato por liebre, dando fascismo por Italia e Italia por fascismo. Y eso es precisamente la peor estafa que se ha podido hacer al pueblo italiano: especular con su tradición, con su capacidad creadora, con sus monumentos y pintores para, encaramado arteramente sobre su historia, vender en forma de camisa negra, eso, todo eso, que el turista contemplaba con ojos atónitos, tragándose el anzuelo, creyendo que existía el fascismo, cuando lo único que había tras él era: Italia [.. .] (17)

 

A la vez, volvemos a sostener que la selección de imágenes se debió haber realizado durante los primeros tiempos de la revista, y que aquí se vinculó posteriormente el contenido del texto y la imagen. En el caso la simbología de Italia se apuntó a vincular los potenciales efectos de los bombardeos con el riesgo de destrucción de obras maestras por antonomasia; en el caso de la inclusión de las otras obras de artistas consagrados por la historia del arte también se remitió a las bases de la tradición artística occidental, el mencionado linaje que no muere o un patrimonio a destacar y preservar frente a la barbarie bélica.

Recordar desde el campo argentino un imaginario sobre el que se fundaba y sostenía la “cultura universal” pareció ser entonces uno de los ejes centrales, desde el aspecto visual, de este proyecto impulsado por intelectuales españoles exiliados y puesto en página a través del diseño gráfico de un exiliado italiano. La conjunción en De mar a mar de un repertorio visual que abarcó tanto dibujos de reminiscencias clasicistas a las expresiones de la figuración argentina de aquellos años, pasando por imágenes del México precolombino, la España “dorada” o el impresionismo francés, postuló en las páginas de esta revista un mapeo de algunas producciones culturales destacadas de una civilización en peligro. Una civilización que ya no podría volver a ser entendida como lo había sido hasta entonces, no después de los nuevos desastres de la guerra. 

 

Notas

 

(1). Para este estudio se han consultado los ejemplares de la revista sitos en el Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y también en la Fundación Espigas de Buenos Aires. Existe edición facsimilar: De Mar a Mar, Liechtenstein, Topos Verlag AG, 1979.

 

(2). De acuerdo al registro testimonial de Luis Seoane, este establecimiento gráfico “había unido su destino al de los libros de muchos escritores argentinos consagrados y nuevos, de modo que cuando se fundaron importantes empresas editoriales de este país, como consecuencia sobre todo de la guerra de España, encontraron en esos grandes talleres todo lo necesario para cooperar con la grandeza del movimiento editorial que se emprendía”. En esos talleres se imprimieron tanto De mar a mar como otras publicaciones de Seoane, Arturo Cuadrado, Lorenzo Varela y otros autores. “Cuando con Cuadrado, quisimos continuar la labor comenzada desde estudiantes en Compostela, editando, sin cuentas bancarias ni afanes comerciales, los libros más extraños y desconocidos, esos que nadie arrebata en las librerías y que siguen silenciosos su destino a través del tiempo, pero que constituyen el estilo de una época, la flor de la historia cultural de un pueblo, encontramos en esta imprenta, una de las más importantes de Sudamérica, el ánimo necesario”. Luis Seoane (1953).

 

(3). Se ha planteado a los años 30 como “un período entre los más fúlgidos y fructíferos de toda la literatura española, pródigo en revistas y diarios de alto nivel abiertos al elemento cultural, literario y artístico”. Grillo, p. 448.

 

(4).  Se trata de “Meditación del día”, poesía escrita en Valencia en febrero de 1937 y publicada en La guerra, Madrid, Espasa-Calpe, 1937. Allí Machado suscribe:

[…] La guerra

viene como un huracán

por los páramos del alto Duero,

por la llanuras de pan llevar,

desde la fértil Extremadura

a estos jardines del limonar,

desde los grises cielos astures

a las marismas de luz y sal.

Pienso en Espafia vendida toda

de río a río, de monte a monte, de mar a mar […].

 

(5). Esta orientación hacia una lectura amplia de “lo español” difiere de otros emprendimientos posteriores, con perspectivas más particularizadas, como el caso de Galicia emigrante, dirigida por Seoane entre 1954 y 1959.

 

(6). El texto figura como anónimo, [Lorenzo Varela?]: “Editorial”, De mar a mar, a. 1, n. 1, diciembre de 1942, pp. 5-6.

 

(7). Texto anónimo, [Lorenzo Varela?]: “Miguel Hernández”, De mar a mar, a. 1, n. 1, diciembre de 1942, p. 7.

 

(8). Por entonces, en diciembre de 1942, se edita en Buenos Aires El rayo que no cesa y otros poemas (1934-1936), con prólogo y epílogo biográfico de Rafael Alberti. Este volumen se incluyó en la colección Rama de Oro de la editorial Schapire, dirigida precisamente por Alberti.

 

(9). Texto anónimo: “Antonio Machado. Quinto aniversario de su muerte”, De mar a mar, a.2, n. 2, enero de 1943, p. 7.

 

(10). Ver José Luis Romero. “América o la existencia de un continente”. De mar a mar,  a. 2, n. 7, junio de 1943, pp. 11-20.
 

 (11). Sur, Buenos Aires, a. XII, n. 97, octubre de 1942, pp. 112-113. Cabe señalar que también Norah Borges, esposa de Guillermo de Torre y hermana de Jorge Luis, había desarrollado desde los años veinte un importante corpus xilográfico, especialmente en revistas de vanguardia en España y Argentina.

 

(12). También Rossi tuvo a su cuidado la edición de Eh! Los toros, ya mencionada.

 

(13). La nota culmina: “Ernesto Sábato, con esa predestinación suya a equivocarse, quizá por querer ser original sin serlo, o por querer jugar con el humor y la psicología, siendo buen físico, se equivoca una vez más en su  Calendario de ‘Sur’, num. 102, al extractar la nota de [Ramón] Gaya”. Attilio Rossi. “Una ligereza de Ramón Gaya y una equivocación de Ernesto Sábato”, De mar a mar,  a. 2, n. 4, marzo de 1943, p. 38. El comentario refiere a la incorrecta interpretación que efectúa Gaya en Letras de México sobre la edición de Españoles de tres mundos.

 

(14). Esta imagen que apareció en el número tres de De mar a mar (marzo de 1943), ocupó en 1946 la tapa del libro Imágenes de España, con fotografías de Suárez y de Juan Sandelmann. Este volumen -editado en Buenos Aires por la Comisión de Ayuda al Español Demócrata en el Exterior, presidida por la exiliada María Luisa Navarro Margati de Luzuriaga- incluyó poemas de Rafael Alberti y Lorenzo Varela, y textos de Alejandro Casona y de Rafael Dieste.

 

(15). La selección y realización de este conjunto de imágenes debió haber sido realizado al momento del lanzamiento del plan de edición, junto con el diseño de las tapas.

 

(16). Didi-Huberman comenta el uso por parte de Brecht de “imágenes de todo tipo: reproducciones de obras de arte, fotografías de guerra aérea, recortes de prensa, rostros de sus prójimos, esquemas científicos, cadáveres de soldados en los campos de batalla, retratos de dirigentes políticos, estadísticas, ciudades en ruinas, escenas bélicas, naturalezas muertas, gráficos económicos, paisajes, obras de arte víctimas del vandalismo de la violencia militar… Con esta heterogeneidad muy calculada, en general sacada de la prensa ilustrada de la época, Brecht participa del arte del fotomontaje”. Didi-Huberman, p. 31.

 

(17). Anónimo, [Lorenzo Varela?]: “Mussolini”, De mar a mar ,a. 2, n. 6, mayo de 1943, pp. 35-36.

 

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