El sujeto como eje constructor del pasado en

Cielos de la Tierra de Carmen Boullosa

 

 

Diana Sofía Sánchez Hernández

Universidad Nacional Autónoma de México

 

 

La novela Cielos de la Tierra (1997) de la escritora mexicana Carmen Boullosa (1954), está conformada por tres historias que se ubican en tres tiempos diferentes: el pasado, que cuenta las memorias de un anciano indígena, Hernando de Rivas, estudiante y profesor del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco; el presente representado por el relato de Estela Ruiz (o Díaz), que trata acerca de la ciudad de México de finales del siglo XX y el futuro, en el que dentro de un escenario similar al de la ciencia ficción, Lear cuenta la historia de L’Atlàntide, una comunidad suspendida en una burbuja de aire, la cual se ubica por encima de la tierra; planeta, éste último, ya extinto por las guerras nucleares. Cada relato presenta distintos proyectos sociales, económicos y políticos que idealmente pretenden ser una solución a los problemas que enfrentan  ciertos grupos sociales marginados; soluciones que finalmente, fracasan.
Los tres narradores reflexionan acerca de la escritura, la lectura, la palabra oral, la pérdida de la memoria, la imaginación y la trascendencia de la historia personal en contraste con la historia oficial. Ninguno de los tres narradores rompe las fronteras de su espacio y tiempo para introducirse en la historia del otro; la relación que se establece entre cada uno de ellos es a través de la lectura y la traducción: Estela encuentra el manuscrito de Hernando escrito en latín, y lo traduce al español; Lear descubre ambos documentos en El Colegio de México y los traduce al sistema lingüístico que existe en L’Atlàntide.
Las voces narrativas pertenecen a dos sectores de la población que históricamente han sido marginados por la sociedad mexicana: el indígena y la mujer.
La revisión histórica propuesta desde la marginación del poder sugiere una subversión de los discursos hegemónicos y un cuestionamiento más agudo de la institucionalización de la memoria colectiva. De este modo, Carmen Boullosa plantea un cuestionamiento tanto del discurso colonizador producido por el pensamiento europeo del siglo XVI, como de la visión masculina de la escritura de la historia. La perspectiva femenina se diferencia de la masculina por la inclusión de la experiencia física y emocional, se podría decir, por la “corporización” de la escritura al momento de acercarse a la revisión de la historia.(1) A partir de esta distinción, la obra se aleja de la historiografía científica, la cual se caracteriza por su pretensión de verdad, objetividad y por la intención de construir un sistema unitario de explicación acerca de los acontecimientos pretéritos. Además, se deslinda de la historia oficial, la cual tiende a legitimar un grupo en el poder a través de la manipulación de la información.
Por tanto, la revisión histórica del pasado colonial en Cielos de la Tierra no sólo parte de un sentimiento nostálgico, de añoranza o del deseo de reconstruir los acontecimientos más relevantes de la historia de México, sino que implica un proceso de autoconocimiento y a la vez, una nueva visión de lo que es la otredad en el caso particular del indígena y a su vez, del sujeto femenino. Para ello, la obra cuestiona las relaciones de poder entre los géneros, las diferentes razas y clases sociales del México contemporáneo; problemas que surgen y permanecen irresueltos desde el siglo XVI, como se podrá ver en el relato de Hernando de Rivas, objeto de estudio del presente trabajo.
A través del manuscrito de este indígena convertido al catolicismo, el lector puede reconocer los hechos que siguieron a la caída de Tenochtitlan. Sin embargo, la escritura de Hernando de Rivas más que una narración lineal es una enumeración de las reflexiones, sueños, enfermedades y recuerdos del pasado del personaje, pues éste al encontrarse al límite de la vejez, se siente apremiado por el tiempo para escribir sus memorias. El relato no trata de los “hechos del pasado” como tales, sino que recupera la experiencia del propio personaje en su relación con estos hechos. En el recuento de los años vividos, es la figura del “yo” la que organiza las ideas y la secuencia de los recuerdos. De esta manera, el lector se encuentra ante una autobiografía ficcional. (2)
Conforme a lo que describe en su relato, este personaje nació en 1526, pocos años después de la llegada de los españoles. En una confusión bélica, pierde a su padre y su madre, una princesa indígena, al verse sola y embarazada, se ve obligada a formar parte de las cortesanas de un señor cacique llamado don Hernando. Posteriormente, a la edad de diez años, nuestro narrador se inscribe en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, inaugurado ante las autoridades del virreinato en 1536. Para poder ingresar al citado colegio, el niño indígena debe mentir y decir que tiene doce años y que su padre es don Hernando, el señor principal con el que vive, ya que debe suplantar al hijo de éste, Carlos Ometochtzin. A partir de este momento, el narrador adopta el nombre del cacique y ya en el colegio, se aleja para siempre de su madre y de todas las aspiraciones de vivir en los círculos de la nobleza indígena.
Durante su adolescencia, Hernando se concentra en los estudios bíblicos, en el aprendizaje del latín y el castellano. Siendo el mejor de su clase, en su juventud auxilia a los frailes como copista y traductor. Gracias al aprendizaje del español y del latín, Hernando descubre nuevos horizontes del conocimiento que lo van a dejar maravillado, pues en el colegio se les enseña
gramática, artes y teología” (178), conocimientos de la cultura europea occidental que el personaje va a calificar como “nuevas tierras” como un “nuevo mundo”:

No volveré a decir lo que es verdad, que se abrió para nosotros otro mundo. Sin herir ni llevar espada, sin arrebatar a nadie lo propio ni violentar ni sembrar la muerte, éramos nosotros, los alumnos del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, los conquistadores indios que viajaban por nuevas tierras. No diré lo que es cierto, que aprendimos gramática, porque eso no es lo que aquí viene a cuento. (...) Fuimos todos alumnos aplicados, aprendimos el trivio y el cuadrivio en un abrir y cerrar de ojos que ojalá hubiera durado toda la vida, en aquel tiempo que emuló al paraíso. (177-178)

En la cita anterior, el uso del término “conquista” tiene un significado diferente al uso acostumbrado que se refiere a la apropiación territorial. En primer lugar, Hernando se refiere a la conquista simbólica que hacen los indígenas sobre la cultura occidental. Además, la cita hace alusión a la conquista espiritual llevada a cabo por los frailes franciscanos, pero a diferencia de esta, la “conquista” de los indígenas que estudian en el colegio, no recurre a la violencia, pues se lleva a cabo “sin arrebatar a nadie lo propio ni violentar ni sembrar la muerte”.
A diferencia del proyecto de evangelización de los frailes y de la acción bélica de los militares españoles, ambos con graves consecuencias para los nativos, la “conquista” de los indígenas del colegio sobre el Viejo Mundo, puede leerse como otro modo de apropiación del otro. Además, su “invasión” de la cultura occidental resultó efímera y sin gran trascendencia, pues la presión social obligó a los frailes a abandonar su principal objetivo que era formar una élite de indígenas ilustrados. Así, el entusiasmo del personaje Hernando de Rivas por la religión y el estudio queda entorpecido por el rechazo social que sufrieron tanto él como sus compañeros del colegio, por parte de la mayoría de los españoles que radicaban en la Nueva España. A partir de este momento, la enseñanza está dirigida a los criollos y Hernando de Rivas se mantiene como profesor del mismo.
La descripción de la vida de Hernando no tiene la intención totalizadora de recuperar a través de la palabra todos los instantes que construyen la identidad del sujeto. El manuscrito presenta una selección de los momentos cruciales que transformaron la forma de pensar y de vivir del personaje, aun cuando éste mismo expresa su dificultad por seleccionar los mejores entre todos sus recuerdos:

En mi silla habemos muchos sentados, mis recuerdos y yo, quitándonos los unos a los otros el asiento. Me hacen a un lado, empujan al viejo para ocupar cuanto aire parece restarle a él aquí. Me sofocan. Pugnan por ser repasados uno a uno, lentamente, vueltos a vivir en la eternidad que prodiga el recuerdo. Pero este viejo no les puede dar cupo a todos. Escribo una línea y sueño con un ciento... (119)

 La escritura de Hernando de Rivas se caracteriza por la fragmentariedad, las digresiones de carácter intelectual y las elipsis temporales. Además, el personaje hace reflexiones metadiscursivas en las que aborda el acto de narrar y el acto de proporcionar la información y su dosificación. Con ello, en el manuscrito se problematiza el acto de escribir y la reconstrucción del pasado a partir de procesos rememoriales. La confluencia de todas estas estrategias narrativas permite no sólo diferenciar el tiempo y el espacio de la narración con el tiempo y el espacio de lo narrado, sino que también hace posible contrastar el pasado de Hernando con el presente de la enunciación. Su relato abarca desde 1526, como ya se mencionaba, cuando se vislumbraba la posibilidad de la inclusión de los indígenas en la sociedad de la Nueva España, hasta el presente, finales del siglo XVI, momento en el que el proyecto de inclusión y aculturación de los nativos ya ha fracasado.
En el manuscrito confluyen el género del diario, el cual se caracteriza por el tono intimista y personal; la autobiografía, el discurso de las crónicas de los frailes franciscanos -e incluso cita algunas descripciones y pasajes de los mismos-, así como datos históricos y, evidentemente, el discurso ficcional. Esta conjunción de diversos discursos en un mismo espacio textual permite reconstruir de manera hipotética la visión de los indígenas letrados acerca de la trascendencia del Colegio de la Santa Cruz; visión que por otra parte, pertenece a las “áreas oscuras” de la historia. Además, también hace posible indagar en su contexto histórico, el conflicto identitario del personaje y la construcción híbrida del sujeto colonizado (mestizaje cultural).
El manuscrito de Hernando, por tanto,
no sólo consigna los acontecimientos más importantes de su vida, sino que al momento de problematizar la constitución de una identidad híbrida aborda de manera paralela el devenir de una nueva identidad colectiva y la degradación y marginación a la que fueron condenados los pueblos indígenas. El discurso histórico se conjuga en el manuscrito con el discurso autobiográfico, pero rebasa la simple mención de sucesos para situarse también como una problemática de escritura dentro de la narración; es decir, el acto de escribir la historia forma parte del universo ficcional:

Fray Andrés de Olmos convenció al visorrey Mendoza de que en su propio palacio había hallado los huesos del pie de un gigante, los osezuelos de los dedos del pie, y del falso hallazgo fingieron deducir que en estas tierras otros días habitaron gigantes. [...] Aquí no hablaré de gigantes ni de ninguna otra clase de fantásticos engaños. [...] Diré lo que mis ojos vieron y mis oídos consideraron cierto. Pondré en palabras aquello de que fui testigo o que me fue dicho por quien presenciara los hechos. (69)

Desde su posición como sujeto marginal, Hernando critica la forma de hacer historia durante la época colonial a partir de interpretaciones extraordinarias de la realidad. Además, evidencia el pensamiento supersticioso de los españoles y otros europeos del siglo XVI, así como su imaginario colectivo. Éstos creían que seres extraordinarios, tales como monstruos marinos, sirenas, dragones eran pobladores de aquellas tierras imaginadas en los confines del mundo (Beltrán, 1996: 25-26).(3)
Hernando también alude a la pretensión de verdad de los cronistas del siglo XVI. Por ejemplo, al inicio de su primera intervención apunta que sólo hablará de “aquello de que fui testigo o que me fue dicho por quien presenciara los hechos”, al igual que lo hace Motolinía en Memoriales (1996). Aunque, a diferencia de éste, Hernando más adelante reconoce sus limitaciones para representar fielmente su pasado y se ve obligado a advertir al lector: “echaré mano de lo que me sirva para hacer el recuento” (70). Las memorias de Hernando y su descripción del mundo están determinadas por la subjetividad, con lo cual se relativizan sus afirmaciones, aun cuando sea la única voz narrativa.
Entre los propósitos de Hernando al escribir su autobiografía están el de evitar el olvido de sus propias experiencias, y el de dejar registro de aquello de lo que fue testigo privilegiado.(4) A diferencia de los frailes que escribieron crónicas en el siglo XVI, Hernando escribe una historia personal que no busca dar cuentas de las riquezas, el entorno social y geográfico en el que viven los indígenas ni sobre los avances en la evangelización de los mismos. Todos estos eran datos que interesaban a los reyes de España para confirmar que realmente había quedado bajo su control el territorio conquistado. Hernando escribe para revivir y gozar de “la voluptuosidad del recuerdo” (May, 55), y así poder corregir las difamaciones acerca de los indígenas como evidenciar la complejidad de la identidad del sujeto colonizado.
En la labor de corrección que hace Hernando, se vislumbra un acto de subversión lo que lleva a pensar en la censura que permea a finales del siglo XVI. En uno de los párrafos del primer fragmento del relato de Hernando, el personaje advierte: “Pasarán varias veces cien años antes de que cualquiera ponga los ojos donde escribo [...] No veo el bien de arriesgarme a enojar con la verdad y hacer menos los muy pocos días que me restan para ver el cielo” (70). Así, Hernando se refiere a la situación de represión e intolerancia que no permitió otra interpretación de la historia que no fuera la oficial. En realidad su relato pretende revelar al lector una verdad silenciada por los vencedores. Con ello advierte al lector que en su relato no habrá una historia complaciente o heroica del pasado.
Sobre este mismo tema, Hernando agrega más adelante: “yo no quiero dejar de ver la luz del sol un día siquiera. Sin propósito ofensivo, la verdad a secas (que es lo que quiero yo anotar) iría como flecha contra los pechos de varios altivos” (73). La escritura de Hernando aunada a la honestidad, se torna un arma para deconstruir “realidades” o “hechos” narrados como verdaderos que posiblemente reconozca el lector contemporáneo, como lo es la discriminación contra los indígenas. El relato plantea lo que Jean Franco llama la “traición al lector”, puesto que el personaje sugiere que va a romper esquemas de pensamiento, “conceptos y compromisos” que el lector posee antes de aproximarse al texto.(5)
Para la construcción de esta supuesta visión indígena acerca del pasado colonial, el relato de Hernando conjuga diversos discursos históricos como el de las crónicas de los frailes franciscanos. La relación transtextual (6) complica no sólo el proceso de escritura de la historia, sino también la posibilidad de conocer el pasado. En el tejido textual se encuentran diversos documentos históricos del siglo XVI, especialmente algunos fragmentos de las crónicas de los frailes que evangelizaron el centro del país. De hecho, al final del “prefacio” que escribe Estela, personaje que traduce las memorias de Hernando, ésta afirma que hará uso de documentos compilados por Icazbalceta, y de episodios escritos por el fray Juan de Torquemada, Mariano Cuevas, o los códices Mendieta y Franciscano, entre otros, para completar la traducción de aquellos “fragmentos incomprensibles”(66) del manuscrito de Hernando. Además, en el cuerpo del texto, en notas a pie de página se encuentran explicaciones acerca de quién o quiénes son los posibles autores de aquello que aparentemente cita el indígena o se hacen aclaraciones donde Hernando comete erratas en sus citas. Por otra parte, en estas mismas notas a pie de página, Estela ocasionalmente señala los párrafos en los que ella introduce datos o fragmentos de otros documentos históricos: “El párrafo era ilegible en el manuscrito. Lo he tomado de la breve sumaria Relación de Zurita, pero he tenido que cambiarle algunos giros por ser de lectura casi incomprensible” (186).
El que en la novela se señale constantemente la dificultad de reconocer fuera de los documentos textuales los hechos del pasado –aspecto que subraya Linda Hutcheon a partir del análisis de la ficción posmoderna (7) y las referencias en las que se basa Boullosa para crear el manuscrito de Hernando, propone la imposibilidad de conocer
la perspectiva indígena acerca del pasado. Además, subraya que es imposible la reconstrucción de los sucesos históricos sin la mediación de los diversos textos historiográficos. Este último fenómeno se identifica con lo que Linda Hutcheon define como la parodia posmoderna. Según Hutcheon, este tipo de parodia se diferencia de la parodia tradicional ya que “impugna nuestros supuestos humanistas sobre la originalidad y la unicidad artística y nuestras nociones capitalistas de posesión y propiedad” (1993: 187). En el relato de Hernando efectivamente se sugiere la imposibilidad de la existencia de un texto único y original, ya que en él confluyen diferentes discursos tanto literarios como sociales, así como se hace referencia a una tradición literaria previa como lo es la crónica escrita por los frailes franciscanos.
La ficcionalización que emplea Boullosa de anécdotas que recuperan las crónicas, permite una homologación entre ambos discursos, aun cuando la perspectiva entre las crónicas de los frailes y la autobiografía de Hernando, sea completamente opuesta. Es decir, mientras que los frailes creyeron construir un discurso basado en hechos, sin cuestionar la veracidad y objetividad de sus fuentes, en la novela sucede lo opuesto. Al alternar elementos ficcionales con datos históricos y con el discurso de los diversos géneros, se señala la disolución de la frontera que divide el discurso ficcional y el histórico. Esta “mezcla” textual los posiciona en un mismo nivel discursivo. Sin embargo, en el proceso de transformar el discurso de los cronistas en ficción, la subjetividad que presentan los escritos acerca de la Colonia se ve afectada en su primera intención, que es abordar, descifrar y describir en su totalidad la cultura sometida.(8) El interés de Hernando se concentra en revelar los conflictos que experimenta el individuo colonizado al asumirse dentro y a la vez fuera de una nueva cultura hegemónica.
Por otro lado, el entretejido intertextual, más que ironizar acerca del trabajo del cronista como relator de una interpretación subjetiva de determinados acontecimientos, evidencia la inaccesibilidad de la historia de los indígenas y la imposibilidad de reconstruir su pasado a partir del recuerdo. Además, el objetivo del manuscrito es rescatar por medio de este enramaje discursivo el proyecto educativo de los franciscanos, un dato histórico “olvidado” por la historia oficial, pero del que existen referencias en las crónicas de los frailes franciscanos. Por ello, es pertinente señalar que se presentan algunas anécdotas idénticas en las crónicas de los frailes y en la versión de Cielos de la Tierra, con lo que el relato de Hernando de Rivas pone en relieve una postura crítica con respecto a la manera en que la historia oficial explica la imposición de una nueva cultura “olvidando” datos esenciales de la misma. Así, cuando Hernando de Rivas retoma los relatos del colonizador, deja manifiesto su involucramiento personal y comprometido con la práctica de un proyecto que quedó inconcluso y evidencia la omisión del mismo en la historia oficial y por consecuencia, en la memoria colectiva institucionalizada.
El relato de Hernando articula, por tanto, la experiencia histórica del sujeto colonizado que fue borrada del registro de la historia oficial, y como tal, adopta el estilo y el idioma de la autoridad para hablar de sí mismo y reinstalarse como productor del discurso. A su vez, la transtextualidad, además de cuestionar la originalidad y unidad de la escritura, manifiesta de forma literaria, el mestizaje cultural; el bagaje intelectual que influye en la vida de Hernando de Rivas y que él reconstruye en su vejez. Aún cuando en realidad, como ya quedó aclarado, nunca conoceremos de manera fehaciente a este personaje ni a su pasado.
La importancia del personaje indígena como transmisor de la experiencia histórica de los indígenas queda reducida en el conjunto de la novela, ya que Estela y Lear, las narradoras de los otros dos relatos que conforman la obra, intervienen en el manuscrito de modo que el lector no puede acceder al texto tal y como fue construido por Hernando. Ello evidencia la imposibilidad de acceder al pasado desde la perspectiva del colonizado, lo que subraya lo que en los estudios poscoloniales, explica Spivak, la historia del sujeto subyugado no deja de pertenecer a la visión de los grupos que se encuentran en el poder (cfr. 1999: 276). Con ello, la imagen de Hernando queda “enterrada” e incluso perdida, bajo otras voces ficticias o históricas (traducciones, documentos, anécdotas, etc.).
Conforme a lo analizado, Hernando se encuentra en la frontera entre lo marginal y lo hegemónico. Él obtiene un
reconocimiento social al pertenecer a una élite intelectual con lo que su situación de sujeto subalterno se matiza. Esto le permite tener acceso al conocimiento, al discurso y al uso de la palabra para adoptar una distancia crítica ante su realidad y con ello, excluirse –aunque de forma involuntaria-, de los grupos sociales a los que “naturalmente” pertenece.(9) Este tipo de sujetos liminares, son sujetos que trascienden los límites de los roles que la sociedad les asigna con base en las categorías de género, clase y raza, lo que les permite habitar diversos espacios y ser, así, testigos y críticos de su pasado y su presente. Tal posición los lleva a la soledad y a la angustia ante la transformación progresiva de su “realidad”.
A
l encontrarse en una zona liminar de las instituciones de poder, Hernando pone de manifiesto el uso consciente de la imaginación, los anacronismos y la fantasía como elementos necesarios para la construcción del pasado. Incluso se incorpora el sujeto como eje estructurante del relato. Con ello, el texto cuestiona la pretensión de verdad, objetividad y totalidad que caracteriza a la historiografía decimonónica, pero no niega la posible función epistemológica del registro de los hechos del pasado. De hecho, la novela en general, Cielos de la Tierra, manifiesta y defiende su fe en la escritura y en el valor de la historiografía como un recurso que puede rescatar el pasado de aquellos grupos marginados en la historia oficial y crear un diálogo entre las diversas versiones de la misma, siempre y cuando incluya no sólo los documentos oficiales sino también la cultura oral, la literatura y la memoria.
El sujeto se erige, entonces, como un ente importante en la construcción de la historia. Al problematizar los procesos narrativos, subraya la importancia de la posición desde la cual narra el personaje, la distancia o cercanía de éste ante los hechos narrados y la forma como adquiere la información que transmite. Desde esta perspectiva, la experiencia del sujeto se incorpora como un elemento que debe ser tomado en cuenta al momento de acercarse a la historia y al momento de escribirla, para reconocer posibles intenciones y manipulaciones de la misma.

 

Notas

(1).   La intención de algunas mujeres escritoras, es recuperar la experiencia personal, corporal, y desde este punto, re-escribir la historia. De hecho, algunas escritoras como Luisa Valenzuela, han expresado: “donde pongo la palabra pongo mi cuerpo”. (1993: 39)

 

(2). La autobiografía, según explica George May, es una forma de decodificar la vida humana y poder otorgarle unidad y coherencia al pasado para poder recuperarlo y revivirlo en el presente (1982: 37).

 

(3). Acerca del imaginario de los españoles, Rosa Beltrán anota: “Las nociones fantásticas, el hábeas de las utopías y los propios deseos de quienes pretenden encontrar una opción alterna en el mundo recién hallado dotan a América, según Edmundo O’Gorman, de una visión que responde más a la necesidad de expansión de las monarquías europeas que a la realidad con que se enfrentan los viajeros al Nuevo Mundo” (21).

 

(4). George May clasifica la autobiografía en dos categorías: la apología y la testimonial. En lo que respecta a la primera, ésta tiene como propósito “justificar en público las acciones que se ejecutaron o las ideas que se profesaron”; asimismo se busca aclarar o refutar alguna falacia o difamación. La autobiografía testimonial es precisamente el registro de lo que el autor fue testigo y no quiere que esto desaparezca con su muerte (1982: 47-50).

 

(5). Jean Franco explica que la traición a la cultura y a los conocimientos del lector es una constante en la literatura contemporánea: “En gran parte de la literatura moderna se da otro tipo de traición: el de la ruptura de los lazos de la comunidad cultural entre el escritor y el lector, pues el escritor de vanguardia tiende a destruir los conceptos y compromisos que el lector tenía antes de leer el texto” (1994: 173).

 

(6). Gérard Genette adopta el término intertextualidad como propio de la obra literaria: “La transtextualité [...] [c’est] un aspect de la textualité, et sans doute a fortiori, dirait justement Riffaterre, de la littérarité, on devrait égalment considérer ses diverses composantes (intertextualité, paratextualité, etcétera) non comme des classes de textes, mais comme des aspects de la textualité” (1982: 18).

 

(7). Linda Hutcheon señala que el arte posmoderno es más complejo de lo que se puede entender en un primer momento, ya que sustenta la inexistencia de un punto de referencia real, fuera del universo textual: “there is only self-reference (…) Historiographic metafiction (…) uses it to signal the discursive nature of all reference –both literary and historiographical” (1988: 119).

 

(8). Por ejemplo, en la carta que dirige Motolinia a don Antonio Pimentel, conde de Benavente, a quien está dedicada la obra del fraile, escribe lo siguiente: “Ca çiertamente de esta manera que digo e copilado esta relación y seruicio que a Vuestra Señoría presento en la qual, según mi cortedad, pienso me e alargado saluo en una sola cosa que es en dar cuentas a Vuestra Señoría del origen y prinçipio de los primeros abitadores y pobladores de esta Nueua España, lo qual dexé por no ofender ni diuirtirme en la ystoria e obra de Dios, si en ella contara la ystoria de los hombres.”

 

(9) Hernando, al ingresar al colegio de los frailes franciscanos se distancia de la comunidad indígena e incluso es rechazado por ésta.

 

 

 

Bibliografía

Barbieri, Teresita de. “Algo más que las mujeres adultas. Algunos puntos para la discusión sobre la categoría de género desde la sociología”, en María Luisa González Marín (coord.), Metodología para los estudios de género, México, D. F., UNAM, Instituto de Investigaciones Económicas, 1996, pp.18-27.

 

Beltrán, Rosa. América sin americanismos. El lugar del estilo en la épica, México, D. F., UNAM, 1996.

 

Benavente Motolinía, Fray Toribio de. Memoriales, Nancy Joe Dyer (edición, crítica, introducción, notas y apéndice), México, D. F., Colegio de México, 1996.

 

Hutcheon, Linda. “La política de la parodia postmoderna”, en Criterios, Revista de la Universidad Autónoma de México, 1993, pp. 29-54.

 

May, Georges. La Autobiografía, México. D. F., FCE, 1982.

 

Spivak, Gayatri Chakravorty. Los estudios subalternos: la deconstrucción de la historiografía” en Neus Carbonell; Meri Torras (comps.), Feminismos literarios, Madrid, Ed. Arcos Libros, 1999, pp. 265-290.