El discurso de raza como pretexto
feminista:
Carmen de Burgos desde Melilla
Centre
College
En
la segunda mitad del siglo XIX y debido principalmente a la influencia
del positivismo, nace la antropología. Esta nueva rama, que une los
conocimientos
de las ciencias naturales y sociales, trata de explicar el
comportamiento
humano mediante el uso del método científico. Es en el seno de esta
nueva
ciencia donde cobra relevancia el concepto de raza española, y como
Joshua Goode
afirma, el discurso de raza “accrued power over time as both a
scientific and
cultural explanation for Spain's social problems” (8). El discurso de
raza, en
su calidad de mera construcción cultural pero revestido de tintes
científicos,
se convierte en un instrumento común entre los intelectuales de
principios del
siglo XX para indagar en las causas de los problemas de España y sus
posibles
soluciones.
Entre
los muchos intelectuales que se sirven de este concepto, destaca la
maestra y escritora Carmen de Burgos.
Durante su
tiempo como corresponsal de guerra en Melilla, Burgos escribe la novela
corta En la guerra. Episodios de Melilla
(1909), en que describe dos razas enfrentadas, la española y la
musulmana.
Consciente de la necesidad del público (familiares y conocidos de los
soldados
en el frente) de diferenciarse del enemigo, la autora polariza las
características generales de ambas razas, exaltando la española y
denigrando la
árabe, como apunta Ana Rueda: “La crónica de Colombine
está vertebrada por una agenda ideológica antisolidaria
con el marroquí y que revela un odio de razas que entronca con el de
siglos
pasados” (231). Burgos se hace eco de un sólo aspecto común a ambas
razas, el
tratamiento de las mujeres: “Tal vez el retraimiento de las mujeres
[españolas
en Melilla] no era voluntario: las sujetaba la costumbre tradicional
que
dejaron los musulmanes en España, imperante aún entre los mismos que
combatían
a los moros en nombre del progreso” (167). Esta frase al comienzo de la
novela
pone de relieve que Burgos va a luchar contra el sistema patriarcal por
ser
meramente resultado del contacto con la raza con la que ahora se lucha.
Es
decir, Burgos elabora una ideología y defensa de la raza española,
opuesta a la musulmana, como forma de impulsar
su agenda feminista y atestar un golpe certero al sistema patriarcal.
El conflicto en Melilla en que se encuadra la
obra de Burgos era herencia decimonónica. Tras la pérdida de las
colonias
americanas, España busca recuperar su puesto de relevancia entre los
países
europeos aumentando su influencia en África. A principios del siglo XX,
los
tonos de esta política de influencia son pacíficos, gracias a las ideas
de la
Sociedad Española de Africanistas y Colonistas y a la actitud de
Francia, que
“lanza la idea de la penetración pacífica como forma de mantener el
status quo
en Marruecos y así encontrar apoyo internacional a sus aspiraciones”
(Alejandro
del Valle 73). No obstante, las tensiones entre Francia y España para
repartirse las zonas de influencia, por un lado, y entre colonizadores
y
colonizados por otro, ponen de manifiesto que la paz es ilusoria en
Marruecos.
En 1909 la Compañía Española de Minas del Rif construye la
infraestructura
ferroviaria para transportar la materia prima de las minas a la costa,
cuando
las tribus locales atacaron a los trabajadores. El gobierno español se vio
presionado para intervenir (1)
y así da comienzo la guerra de Melilla o segunda guerra del Rif, que se
prolonga hasta 1927 (2).
Desde su comienzo, esta lucha con Marruecos carece
del apoyo popular debido principalmente al desgaste humano que supone,
dando
lugar a episodios como la Semana Trágica de Barcelona en 1909. Es
precisamente
ese interés humano en la contienda lo que anima a uno de los periódicos
más
leídos del momento, El Heraldo de Madrid, a enviar al frente a
una
mujer, Carmen de Burgos. Su misión en Melilla estaba relacionada con su
género
sexual: se esperaba que como mujer tuviera cierta sensibilidad para
narrar las
noticias que habían de interesar a los familiares y amigos de los
soldados en
el frente. Así se convierte la maestra y escritora en una de las
primeras
mujeres corresponsales de guerra.
Carmen
de Burgos, como corresponsal de El Heraldo en
Melilla, observa los efectos de la guerra de primera
mano. A diferencia de otros intelectuales que, desde la península,
tratan de
elaborar una justificación para el conflicto, la principal preocupación
de
Burgos es la retransmisión de la realidad del mismo. No obstante, su
agenda
feminista moldea su informe periodístico y literario, y la lleva a una
nueva
forma de escribir sobre la guerra que Ana Rueda ha calificada como
“escritura
del dolor”. Rueda afirma sobre la obra de Burgos en el frente que “la
manera
subjetiva, personalizada y permeable a toda una gama de emociones de
'interés
humano' o de valores considerados 'femeninos' –y, por tanto,
desvalorizados—abre el camino a un nuevo estilo para escribir la guerra
y sus
efectos” (230). Sus crónicas por tanto se caracterizan por hacerse eco
del
dolor de la guerra a fin de denunciarla (Rueda 235).
Desde
el género novelístico, como vemos en En la guerra, tal
denuncia no se limita al conflicto bélico y sus lamentables
consecuencias, sino
que va más allá para apuntar a la política de géneros. Aprovechándose
del
sentimiento patriótico de los españoles y del desprecio hacia los
musulmanes
–otro frente al cual autodefinirse–, Burgos asocia la raza musulmana
con el patriarcado
como estrategia para conseguir que los españoles se muevan en dirección
contraria, esto es, que se alejen de tal ideología por tratarse de un
concepto
no sólo extranjero sino representativo de la raza a la que se desprecia
y con
la que se está en conflicto.
En la guerra. Episodios de Melilla narra la historia de Alina, joven que
acude al campo de batalla en Melilla con su esposo, el comandante del
ejército
español Luis Ramírez. Allí la muchacha se enamora, sin embargo, del
mejor amigo
de su marido, cuya muerte en el campo de batalla provoca tales
demostraciones
de dolor de la protagonista, que su esposo comprende la situación y
busca la
muerte en la lucha. El triángulo amoroso, que es principalmente el
pretexto
para narrar las impresiones –o más bien, horrores– de la guerra, lleva
también
inscritos ciertos significados que atañen al concepto de raza española y de los roles femeninos. El comienzo de la trama, ambientado en
el hotel Victoria de Melilla, recoge la figura de Alina como la única
mujer que
sale al espacio público, que no se ve obligada a permanecer oculta.
Aunque en
ningún momento explica la narradora directamente la razón para esta
diferencia
entre Alina y el resto de las mujeres, sí menciona que tiene una
“educación
cosmopolita” (168) y que su esposo, el comandante Gonzalo Ramírez,
había pasado
algunos años viajando por el extranjero. Roberta Johnson, analizando
algunas
obras de Carmen de Burgos, se refiere al hecho de que la autora recurre
en
varias ocasiones a matrimonios entre extranjeros y españoles, o
matrimonios
españoles que viajan por el extranjero, para mostrar estructuras e
instituciones diferentes a las españolas e igualmente válidas –si no lo
son más
(143). Burgos está así proponiendo una reforma para la raza española:
el alejamiento de las formas de vida que
tiene en común con la raza musulmana y el acercamiento a los modos
europeos,
que se concretan en la protagonista de la trama amorosa, con quien la
autora parece
identificarse en cuanto a experiencias, reflexiones y sentimientos
hacia la
guerra en Melilla.
A
fin de modernizar sus estructuras sociales, principalmente las que
afectan a las mujeres, España debe europeizarse. La narradora de En la guerra critica abiertamente el
apego a tradiciones inútiles y la necesidad de renovación de España a
través
del modelo europeo: “Un espíritu atávico, que indica los siglos de
nuestro
atraso, en relación a la cultura mundial, privaba al ejército de los
consuelos
y del aliento vivificante con que el alma de las mujeres dignas sabe
envolver
la misión del combatiente” (167). En realidad, la palabra “mundial”
aquí es
sinónimo de “europea”, y el atraso, que bien podría referirse a lo
material, se
extiende a las bases ideológicas de la sociedad. A
lo largo de la obra las referencias a este
proyecto, o más bien necesidad, de España de salir de su atraso son
constantes.
La europeización es en realidad uno de los pilares sobre los que se
construye
la empresa de expansión por África. Como afirma Antonio Elorza, en su
reflexión
sobre el discurso regeneracionista de Joaquín Costa, “[e]l punto de
partida de
la reflexión costista había sido la configuración de España como
nacionalidad
expansiva: de ahí el acento puesto sobre la proyección colonial en
África. Es
una perspectiva de 'autoeuropeización'” (343). Es decir, la guerra en
Marruecos
es una forma para España de consolidarse como país moderno, puesto que
implica
la expansión de los valores europeos sobre el continente vecino. Por
tanto, el
discurso feminista de Burgos está ligado en esta obra a otros dos tipos
de
discurso, el europeísta y el colonialista (3),
y los tres se combinan
para crear una definición específica de lo que es y lo que debe ser la raza española.
La
raza
española se define en En
la guerra por oposición a la
musulmana. La raza musulmana es retratada como una raza inferior y poco
desarrollada, lo que según Edward Said es uno de los dogmas del
orientalismo:
“the absolute and systematic difference between the West (which is
rational,
developed, humane, superior) and the Orient (which is aberrant,
undeveloped,
inferior)” (104). La raza musulmana, correspondiente con el Oriente
descrito
por Said, es aberrante tanto desde el punto de vista físico como
psicológico:
“los rifeños, de doble estatura, feos como demonios, que con los
ropajes de
fantasmas se precipitaban desde las lomas dando gritos extraños,
furiosos, como
lobos hambrientos” (192). Vemos aquí que la narradora animaliza a los
musulmanes, incluso les atribuye rasgos sobrenaturales (demonios,
fantasmas)
estableciendo cierta asociación entre estos personajes y un más allá
incomprensible (gritos extraños) que atemoriza al lector a nivel
extradiegético
de la misma forma que a los soldados a nivel diegético. Una vez
establecida la
inferioridad de la raza musulmana en general, la narradora de En la guerra establece las
características de las mujeres de esta raza y la posición que ocupan
dentro de
su sociedad.
En la guerra
retrata a las mujeres musulmanas de dos formas
bien diferenciadas. Al comienzo de la novela, en que el tema de la
guerra,
aunque presente, no es inmediato, el discurso toma matices del exotismo
tan de
moda en la literatura del siglo XIX: las tiendecillas que eran
“pequeños
bazares”, los comerciantes que “evocaban las figuras de aquellos
mágicos
mercaderes de Bagdad” y las “figuras femeninas, que erguían la airosa
cabeza,
coronada de un casquete polícromo, con majestad de reinas” (174). Según
Lily
Litvak, el exotismo de Oriente era una forma de escapar a un mundo
moderno que
resultaba incomprensible para el hombre: “Las regiones islámicas,
sumidas en su
inmovilidad, conservaban lo que había desaparecido desde hace siglos en
la
sociedad moderna. El tiempo cronológico carecía de sentido en una
región de
santos y místicos absortos en un silencio 'lleno de sueño, que ve pasar
los
siglos como perlas desgranadas' ” (27). Aunque Litvak habla de este
exotismo
como un fenómeno positivo por sus muchos resultados artísticos, a
medida que
Carmen de Burgos pasa tiempo en Melilla y comprende más profundamente
sus
estructuras socioeconómicas, reconoce el exotismo como construcción y
su
discurso adquiere tintes colonialistas.
Las
mujeres musulmanas pasan de ser retratadas como elemento exótico en En la guerra a ser objetos por
conquistar. Alina –junto con la narradora, que se identifica con ella– al principio observa a las musulmanas desde
la perspectiva romantizada con la que llega a Melilla, pero acaba con
tal
romanticismo ante el campo de batalla, donde las musulmanas
apaleaban con
porras de madera, claveteadas de hierro, a los soldados rendidos y
moribundos.
Más de una mora había perecido en el campo de batalla y algunas se
arañaban el
rostro con desesperación de furias infernales cuando sufrían una
derrota. No iban a la lucha por amor a los
suyos, sino
por ferocidad, por odio al enemigo. Las leyendas de su apasionamiento
eran tan
falsas como las de su belleza. (211)
Este discurso
obedece a la agenda feminista de la autora. La descripción negativa de
la mora
sirve hasta cierto punto como justificación del sistema patriarcal
dentro de la
raza musulmana. Dado que la imagen de la mujer española es
completamente
diferente y, por supuesto, extremadamente positiva, carece de lógica la
perpetuación de un sistema de géneros que había sido introducido por la
raza
con la que ahora se lucha. En otras palabras, Burgos configura una
ideología de
raza musulmana en que el patriarcado es necesario y una ideología de raza española que,
por contraposición, debe rechazar el
sistema patriarcal.
Por tanto, el
concepto de raza (española como oposición a la musulmana) está al
servicio de
la agenda feminista de Burgos, y no enfrentado a la misma. Gabriela Pozzi afirma que “the text itself also
constitutes the
locus of a war within an individual,
El feminismo
en En la guerra adopta ciertas
peculiaridades. En primer lugar, no pretende ser universal pues, como
ya hemos
mencionado, critica específicamente la figura de la mujer árabe.
Consciente de
que su público es español, la representación negativa de esta figura
sirve para
ensalzar indirectamente a la española, personificada en Alina, que
tiene una
actitud maternal y tierna con todos los que se cruzan en su camino y se
siente “orgullosa
de haber nacido en la tierra española, con la superioridad innegable de una raza ennoblecida por la
selección natural del sentimiento” (192). El retrato peyorativo de las
mujeres
musulmanas justifica, hasta cierto punto, la existencia del sistema
patriarcal
en Marruecos; no obstante, dado que las españolas se diferencian en
todo de las
moras, resulta ilógico que el mismo sistema de género se aplique a las
mujeres
de España. Por tanto, el feminismo de Burgos está únicamente orientado
en esta
obra a la mejora de la situación femenina en la península.
En segundo
lugar, el feminismo está subordinado al rol de Burgos como enlace entre
los
soldados en el frente y sus familiares y amigos en la península. Este
aspecto
determina algunos de los contenidos de la novela, como la mención a las
abundantes raciones de comida para los soldados (que posiblemente no
fueran tan
abundantes) o la fealdad de las mujeres moras (de efecto tranquilizador
para
las esposas y novias que esperan el regreso de los militares). La
inmediatez
del conflicto y la preocupación de sus lectores por sus familiares o
amigos en
el frente llevan a Burgos a tratar de establecer cierto confort en la
escritura
para sus lectores. Parte de este confort está relacionado con la
pervivencia de
los roles de género tradicionales, al menos, hasta cierto punto. Aunque
en la
novela hay una subversión de los roles de género, ésta no es tan
abierta como
lo será en obras más tardías. Según Zaplana, en dos de sus novelas
posteriores El fin de la guerra (1920) y El
permisionario (1927), Burgos acaba
con las connotaciones de género tradicionalmente inscritas en el
discurso de
guerra: el deseo de gloria y lucha vinculados
al
hombre, y el rechazo bélico de la mujer desde su preocupación maternal
por los
soldados.
No podemos
olvidar, sin embargo, que el feminismo es todavía naciente en España a
principios del siglo XX, y que como Mary Nash confirma en “El
aprendizaje del
feminismo histórico en España”, se basa en el discurso de la diferencia
de
género en vez de su igualdad. En este contexto español, en que las
feministas
buscan más cambios sociales que políticos, principalmente en lo
referente a
educación y a la protección de la mujer en el mundo laboral, Burgos
perpetúa en
En la guerra la idea tradicional de
que el instinto maternal de la mujer define su posición ante la guerra
a través
de la figura de Alina: “sentí al contemplarlos cierta respetuosa
ternura que no
había experimentado nunca en tiempo de paz, cuando los veía en las
calles, en
las plazas o en los cuarteles. Sentía abrírsele las entrañas en un amor
maternal hacia todos ellos” (192). A pesar de perpetuar el rol femenino
tradicional como madre, en realidad esta representación implica cierto
reformismo, ya que lo encarnan las mujeres en el frente, aunque sea en
calidad
de acompañantes en vez de guerreras. En vez de observarse el instinto
maternal
en el espacio privado del hogar y la familia, se desarrolla en el
espacio
público de la guerra –tradicionalmente masculino–, lo que lleva
inscrito una
ampliación de los ámbitos de actuación femeninos.
La misma
presencia de Carmen de Burgos en el campo de batalla y su labor como
corresponsal implica la ampliación de los roles femeninos y despierta
reacciones muy diversas tanto en el frente como en la península.
Algunos sólo
podían comprender la realidad de una mujer como corresponsal de guerra
en
cuanto a que su labor tuviese un carácter más humanitario que
periodístico. Tal
es el caso del periódico El Telegrama del
Rif, que el 24 de agosto de 1909 da la bienvenida a Carmen de
Burgos y a su
tarea de llevar noticias a las familias de los soldados en el frente o
bajo la
atención de la Cruz Roja. Ciertamente la labor de la periodista estuvo
muy
vinculada con esa organización –fue la principal impulsora de la
Asociación de
Damas de la Cruz Roja en Melilla– pero no se limitó a eso, como
demuestra el
hecho de que escribe detalladamente sobre la organización militar y las
diversas
campañas.
Aunque
reconocidos sus méritos por los lectores de El
Heraldo, que le corresponden con gran cantidad de respuestas
epistolares, recibe muchas críticas por
parte de aquellos que consideran que la guerra no es un tema apropiado
para los
escritos de una mujer. En consecuencia, sus crónicas son censuradas,
muchas de
ellas nunca ven la luz, lo que, según Esther Zaplana, era motivo de
lamento
para Burgos, que temía que los españoles no fueran informados de la
realidad de
la guerra (37). Además de la censura, recibe amenazas de
encarcelamiento
(Zaplana 38) y finalmente “El Gobernador
Militar, general Arizón, fuerza al poco tiempo de su llegada su marcha,
considerando que debe dar por cumplido su deber” (Velázquez García
655). Pero
no todos sus contemporáneos muestran el mismo recelo, también aparecen
críticas
positivas ante la labor de Burgos, como vemos en el artículo aparecido
en La Correspondencia Militar el 17 de
agosto de 1910 (recogido en La flor de la
playa y otras novelas cortas 217-8) en que se elogia la labor de
Burgos, su
sensibilidad para retratar los diversos aspectos del conflicto, y se
pide se la
considere para recibir algún reconocimiento oficial, medalla o cruz.
La controversia en torno a su presencia en el frente es una clara muestra del éxito de Burgos en cuanto a conseguir el debate público de la ideología de géneros, posibilitando una nueva negociación de los roles permitidos para la mujer en la sociedad española de principios de siglo. En En la guerra. Episodios de Melilla también trae a colación sus reclamos feministas, para los que se sirve de un discurso de raza que enmarca en la trama de la novela. Desde su función de corresponsal de guerra, el discurso de Burgos sobre la raza permite establecer diferencias inexorables con el bando contrario y exaltar el nacionalismo español. En su función como defensora del feminismo en España, el discurso de raza en el contexto histórico de la guerra en Marruecos permite minar el discurso patriarcal como parte integrante de la identidad nacional española y establece así la necesidad de una política de géneros nueva que sea paralela a los intentos de modernización del país en otras áreas.
Notas
(1).
Martínez
Gallego ratifica el poder de las empresas españolas sobre el gobierno y
su
dirección de la política africanista: “a partir de 1908 la política
española en
el norte de África gira en torno a las presiones que las compañías
mineras
ejercen sobre su gobierno” (28).
(2) La relación entre España y
Marruecos es compleja y se prolonga a lo largo de siglos. García-Sala
resume
los momentos principales de conflicto entre ambos:
La
historia de las tensiones entre los dos países vecinos, España y
Marruecos, se remonta a la caída de Granada en 1492 y a las posteriores
guerras
y enfrentamientos armados cuyos frentes se centraron en su mayoría en
las
costas mediterráneas, siendo los más importantes la invasión de Melilla
en
1497, la guerra de Tetuán en 1860 y la guerra del Rif que se prolongó
de 1909 a
1956, siendo el enfrentamiento más importante y más violento entre
ambas
partes, sobre todo en el período entre 1920 y 1927. (138)
En realidad, de
1927 a 1956 (año que marca la independencia de Marruecos), no podemos
hablar de
guerra del Rif tanto como de una época de protectorado español sobre la
zona.
(3) A
través de
la recopilación de las entrevistas a Edward Said recopilada por Gauri
Viswanathan en Power, Politics and Culture, podemos comprender
más
ampliamente la estrecha relación entre el movimiento feminista
occidental y el
imperialismo.
Obras citadas
Burgos, Carmen de. En la guerra. Episodios de Melilla. 1909. En La flor de la playa y otras
novelas cortas. Madrid: Castalia, 1989.
163-218.
Elorza, Antonio. La modernización
política en España (Ensayos de historia del
pensamiento político). Madrid: Endymion, 1988.
García-Sala, Carla Fibla. España-Marruecos
desde la orilla sur. La relación hispano-marroquí:
opiniones e ideas. Barcelona: Icaria, 2005.
Goode, Joshua. Impurity
of Blood. Defining Race in
Johnson, Roberta. “Carmen de Burgos:
Marriage and Nationalism”. La generación
del 98 frente al fin del nuevo siglo. Ed.
Jesús
Torrecilla.
Litvak, Lily. El jardín de Aláh. Temas
del exotismo musulmán en España. 1880-1913
Granada, España: Don Quijote, 1985.
Martínez Gallego,
Francesc-Andreu, et al. Valencia, 1900:
Movimientos sociales y conflictos políticos durante la guerra de
Marruecos,
1906-1914. Castellón de la Plana: Publicacions de la Universitat
Jaume I,
2001.
Nash, Mary. “El
aprendizaje del feminismo histórico en
España”. Mujeres en Red. Periódico
feminista. 9 enero 2009. <http://www.nodo50.org/mujeresred/historia-MaryNash1.html#20-a>
Pozzi,
Gabriela.
“Carmen de Burgos and the War in
Rueda,
Ana. “El dolor de la guerra: mujeres y
cronistas de la campaña de Marruecos”. Escritoras
y compromiso. Literatura española e hispanoamericana de los siglos XX y
XXI.
Eds. Ángeles Encinar y Carmen Valcárcel. Madrid: Visor, 2009. 225-42.
Said, Edward. “Arabs, Islam
and the Dogmas
of the West”. Orientalism. A Reader. Ed.
Alexander
Lyon Macfie. Nueva York: New
York UP, 2000. 104-5.
Valle,
Alejandro del. España y Marruecos: en el
centenario de la conferencia de Algeciras. Madrid: Dykinson, 2007.
Viswanathan, Sauri, ed. Power, Politics, and Culture: Interviews with Edward W. Said. Nueva York: Vintage, 2001.
Zaplana,
Esther. “Rewriting the Patria: War, Militarism
and the Feminine Habitus in the Writings of Rosario de Acuña, Carmen de
Burgos
and Emilia Pardo Bazán”. Bulletin
of
Spanish Studies: Hispanic Studies and Researches on