Escribir historias es recrear Nuevos Mundos.

Entrevista con Alfonso Mateo-Sagasta, escritor de “otros tiempos”

 

Benedetta Belloni, Francesca Crippa

Università Cattolica del Sacro Cuore – Milano

 

 El escritor Alfonso Mateo-Sagasta (Madrid, 1960) es uno de los autores más representativos y conocidos del panorama literario español actual. Licenciado en Geografía e Historia, especialidad de Historia Antigua y Medieval, ha dedicado la mayor parte de sus obras al género literario de la novela histórica. Su primera publicación, El olor de las especias (2003), narra el viaje y las vicisitudes de cuatro caballeros por la España musulmana. En Ladrones de tinta, ganadora en el año 2005 del I Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza y del I Premio Espartaco, emerge por primera vez la exitosa figura de Isidoro Montemayor, investigador barroco sui generis. El mismo personaje será protagonista de El gabinete de las maravillas (2006), obra que obtuvo el premio Espartaco 2007. Las caras del tigre (2008) es una novela de intriga policíaca en la que el autor rinde homenaje a Darwin y enfrenta al lector con las distintas teorías sobre la evolución de la especie. Su última novela, Caminarás con el sol (2011), que cuenta la historia de un aventurero español que se convierte en guerrero maya después de la Conquista, acaba de recibir el Premio Caja Granada de Novela Histórica. El día 11 de mayo de 2011 fue celebrada en Milán la VIII edición de El Día Negro organizada por el Prof. Dante Liano, responsable científico de la Cátedra de Español de la Università Cattolica del Sacro Cuore, en colaboración con el Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de la misma universidad y el Instituto Cervantes de Milán. Con motivo de esta celebración, Benedetta Belloni y Francesca Crippa entrevistaron al escritor.

 

¿Cómo empezó su carrera de escritor?

Antes de dedicarme a escribir trabajé en antropología y arqueología y tuve una librería dedicada a esos temas con el iluso sueño de mantenerme al día en la investigación arqueológica. Pero el sueño no se cumplió porque una librería es un negocio y al final la gestión me ocupaba todo el día. Apenas tenía tiempo para leer. Con la idea de obligarme a seguir investigando, empecé a escribir una novela sobre los temas que me interesaban más: la vida en el siglo X en la península ibérica y especialmente en la Marca Media (1). Además, una década antes habíamos vivido la guerra entre Irán e Iraq y me llamaban mucho la atención las semejanzas de ese conflicto con lo que pasó en el Magreb entre el califato Sunnita de Córdoba y el califato Chiíta del Cairo. Cuando decidí cerrar la librería me concentré en acabar la novela y así nació El olor de las especias.

 

A propósito de su primera novela, El olor de las especias demuestra todo su amplio conocimiento de la historia medieval de la península ibérica. ¿Nos podría comentar algo más sobre los temas y la estructura del texto?

Es una novela a la que tengo mucho cariño porque fue la primera, pero creo que junto a sus virtudes tiene errores que ahora me resultan evidentes. Uno es la decisión de usar un lenguaje arcaizante, con abundantes términos medievales. Eso, en mi opinión, lastra un poco el texto. El otro está relacionado con la estructura. El protagonista es un personaje relevante de una comunidad del norte de la Castilla de esa época, un caballero villano, y la novela cuenta la historia de su viaje hacia el sur, hacia Córdoba, la capital del Califato Omeya de al-Andalus, y de cómo ese altivo montañés se va empequeñeciendo a medida que se acerca a la grandeza del mundo andalusí. Por el contrario, otro de los personajes que le acompañan va ganando relevancia, personalidad y peso a medida que se aleja del burdo mundo montañés, hasta que llega a erigirse casi en protagonista de la historia. Desde mi punto de vista, el problema está en que hay una serie de capítulos intermedios donde los dos personajes se quedan un poco desprotegidos, y el lector duda de a quién seguir. La apuesta fue experimental, y el resultado creo que es dudoso. En realidad no he vuelto a escribir nada parecido, pero a pesar de todo estoy contento porque es una novela que tiene muchos adeptos.  

 

El género literario de la novela histórica está cosechando mucho éxito en estos últimos años: ¿qué opina Ud. del concepto de historia?

Creo que la historia es una herramienta plástica que sirve, entre otras cosas, para contar nuestro futuro y cómo queremos ser. Entonces, a partir de esto, explicamos el pasado. Por eso la historia está en permanente revisión y en constante discusión. La historia es un pacto social: lo importante no son los datos, las fechas ni los hechos, sino la interpretación de éstos. Cada generación interpreta la historia de manera distinta: la historia no es una, no es única, es moldeable. Y lo que no podemos olvidar es que la novela histórica es ante todo novela, no creo que tenga una función social ni la misión de enseñar Historia. 

 

Parece que el Siglo de Oro es una época en la que Ud. se mueve muy cómodo. ¿Qué relaciones tiene Ud. con el Siglo de Oro español?, ¿cómo llegó a elegir ese determinado período de la historia de España como fuente de ambientación para sus novelas?

Siempre he sido un lector normal, quiero decir, de la media. Empecé leyendo las novelas de aventuras e históricas de Salgari, Walter Scott y P.C. Wren. Cuando decidí dedicarme a la escritura, me di cuenta de que tenía muchas lagunas en mi formación literaria. Entre otras, la más llamativa era el Quijote. Me habían obligado a leerlo en el colegio a los quince años, y no me había gustado nada. A los quince años es complicado leer el Quijote cuando compite con Beau Geste. Entonces decidí volver a leer la obra en una edición sencilla que había publicado la Editorial Aguilar (2). Me llamaron la atención unas notas muy curiosas al principio del texto que aludían a unos comentarios de Cervantes sobre Lope de Vega. En otras salía la cuestión de la autoría de la obra apócrifa de Avellaneda. Entonces leí otra edición ampliamente comentada y a partir de ese momento la enorme vida que late debajo del Quijote empezó a emerger y fui descubriendo todas las alusiones, los comentarios cruzados, las referencias más o menos veladas que Cervantes hacía de sus contemporáneos, de sus amigos, de su familia, todo ese mundo tan increíble que palpita debajo del texto. Luego descubrí el Entremés de los romances (3), una pieza breve que inspiró a Cervantes los primeros capítulos del Quijote. Descubrí también la biografía de Ginés de Pasamonte, de la que Cervantes se sirvió para contar la historia del Cautivo en los capítulos XXXIX, XL, XLI de la Primera Parte. Todos esos datos me parecía que pedían a gritos una novela.

 

El misterio de la autoría del Quijote apócrifo todavía es un tema muy debatido entre los filólogos y especialistas de la materia. Ud. también utiliza este recurso en su novela Ladrones de tinta. ¿Nos podría comentar algo sobre el asunto?

Desde hace mucho tiempo los catedráticos han discutido sobre quién fue Alonso Fernández de Avellaneda, el presunto autor de la segunda parte apócrifa del Quijote que vio la luz en 1614, diez años después de la primera de Cervantes, y uno antes de la segunda. Esto es un misterio desconocido popularmente porque a lo largo de los años se ha mantenido en el pequeño reducto académico de filólogos, investigadores y cervantistas. Yo no soy filólogo ni historiador del siglo XVII. Todo lo que he incluido en Ladrones de tinta no lo he descubierto yo, sino que lo he sacado de trabajos de especialistas. Lo que hice en Ladrones de tinta fue convertir la búsqueda de Avellaneda en un misterio a resolver por un investigador de la época y narrarlo de modo que todo el mundo pudiera entenderlo. En Ladrones de tinta yo centro la investigación en torno a los seis o siete autores más conocidos sospechosos de ser Avellaneda, aunque en realidad pasan de la veintena.

 

Un aspecto que nos llama la atención en su novela es la interacción de Isidoro Montemayor, el protagonista, con los autores a los que trata…

Una de las preguntas que yo me hacía al empezar a escribir era cómo funcionaba la inspiración de los escritores, y en cuanto vi que la Primera Parte del Quijote estaba impregnada de la realidad y del diario de su autor, empecé a construir la novela como un entramado que debía acabar inspirando a Cervantes la Segunda Parte del Quijote. De ese modo, muchas de las cosas que suceden en la novela, Cervantes las va a procesar en su mente para reaparecer como ficción en el texto que está escribiendo. Y si Isidoro Montemayor, el protagonista, inspiraba a Cervantes su Segunda Parte del Quijote, ¿por qué no podía inspirar a los otros genios con los que trataba las obras que estaban escribiendo en ese momento? Así nació la idea por ejemplo de que dijera a Lope de Vega cómo escribir Fuenteovejuna, o a Tirso de Molina Los Cigarrales de Toledo.

 

En Ladrones de tinta aparecen casi todos los genios del Siglo de Oro, ¿eso le supuso algún problema?

El gran reto de Ladrones de tinta es precisamente dar vida a todos esos personajes que además son conocidos por los lectores habituales, al menos en España. Yo decidí darles personalidad a partir de sus propios textos. Además, era importante que la narración fuera en primera persona. Vi que la única forma de humanizarlos era que hablara de ellos un contemporáneo, porque era el único que podía hacerlo sin prejuicios. Por eso escribí Ladrones de tinta en primera persona, porque quería hablar de esos autores con absoluta libertad sin que eso supusiera poner en duda su genio.

 

En Ladrones de tinta se esconde un misterio, la identidad de Avellaneda, que lógicamente usted desvela al final de forma literaria. ¿No teme que se sepa de verdad quién fue Avellaneda y dé al traste con su obra?

La novela salió en el 2004. Al año siguiente, coincidiendo con el centenario de la primera parte del Quijote, se publicaron varios estudios basados en el idiolecto en los que se aseguraba que habían descubierto a Avellaneda. Tres estudios utilizando la más alta tecnología y tres resultados diferentes, así que no, no me preocupa demasiado.

 

Ladrones de tinta es una novela histórica en la que sobresalen muchos elementos que tienen el color de la época que retrata, ¿hay también rasgos más modernos?, ¿cómo se manifiestan?

El lenguaje de Ladrones de tinta está lleno de ironía y de dobles sentidos, de alusiones veladas, sin argot ni eslang, es un lenguaje culto pero actual que evita todo tipo de arcaísmos. Otros libros actuales ambientados en el siglo XVII utilizan arcaísmos en el lenguaje para dar sabor de época, pero yo apuesto por recalcar el diario de los personajes, la cotidianeidad, las rutinas. Eso es lo que da la idea de otra época, no el idioma. El motivo por el que no leemos a los clásicos es porque escriben en otro idioma, y hay que esforzarse por entenderlos. Por eso nos cuesta mucho meternos en sus historias, porque o los lees detenidamente en una edición comentada o pierdes muchas sutilezas. Yo escribo para mis contemporáneos y no puedo concebir un libro actual en el cual hagan falta notas a pie de página.

 

En un relato de Borges “Pierre Menard, autor del Quijote”, el personaje principal quiere volver a escribir la obra maestra cervantina. Aprovechando de la que fue su experiencia del lector, reconstruye a su manera algunos capítulos del Quijote. El resultado es que, aunque su Quijote es una copia a la letra de la obra de Cervantes, la del personaje de Borges resulta ser una obra radicalmente distinta. Menard es entonces un lector que reescribe la obra y que se convierte en escritor. ¿Qué piensa Ud. acerca de eso?, ¿el lector tiene verdaderamente el poder de recrear una obra, una historia?

El lector participa activamente cuando lee un libro. Eso lo he comprobado porque ya he tenido muchos encuentros con lectores y han descubierto cosas en mis libros que yo no he escrito. Cuando lees, estás volcando en el texto lo que eres, y asimilas lo que lees en función de lo que sabes, de lo que conoces. A mí me decían, por ejemplo, que Ladrones de tinta sería incomprensible en Italia o en Francia, donde se ha traducido, porque hablo mucho de Siglo de Oro y, si no se tiene ese conocimiento del Siglo de Oro, la novela no puede funcionar. Pero la cuestión no es esa. El lector que la haya leído y sepa del Siglo de Oro seguramente lo disfrutará más y tendrá otra visión de la historia pero la novela tiene que funcionar en sí por otros valores, hay otros factores que la convierten en legible o en buena novela. Lo importante no es la información que yo pueda dar sobre el Siglo de Oro, eso es anecdótico, eso habrá quién lo disfrute, habrá quién no. La interpretación de cada uno es muy libre. Yo creo que si todos leyéramos igual la lectura no tendría el mismo valor porque es un proceso de interpretación, de deducción, y a mí eso me parece muy bien. Por ejemplo, siempre he tenido muy claro que es necesario identificarse con un personaje. De hecho, en Ladrones de tinta y en El Gabinete de las maravillas no describo a los protagonistas sino a los personajes secundarios. Estoy seguro de que cada lector tiene su imagen del protagonista que se construye automáticamente y que resulta ser sujetiva y personal.

 

En Caminarás con el sol, su última novela, se cuenta la historia de un aventurero español que, después de haber entrado en contacto con la civilización maya, decide abandonarlo todo para unirse a la causa de los conquistados. ¿Cómo surgió la idea para esta novela?

Me encantaba el reto de escribir una historia sobre la conquista de América, período al que los escritores nos acercamos con precaución porque fue una época especialmente violenta, de abusos enormes, con una devastación del territorio tremenda y, además, con una herida humana profunda. Al mismo tiempo es la mayor epopeya de la humanidad. Yo creo que no ha habido una aventura similar, nunca un grupo de hombres tan reducido se ha enfrentado a la conquista de un nuevo mundo. Es una epopeya alucinante que al mismo tiempo tuvo unas consecuencias devastadoras. Manejar esos dos extremos resulta apasionante.

 

¿Por qué decidió enfrentarse con el tema del conflicto entre héroe y traidor adoptando el punto de vista del traidor y no del héroe nacional?, ¿cómo se desarrolla esta dicotomía dentro de la novela?, ¿tiene algún valor simbólico?

En principio me llamó mucho la atención el personaje del traidor, o más bien del que escapa y lo abandona todo por algo en lo que cree. Eso es lo que me parece excepcional en el personaje de Gonzalo Guerrero. Es el personaje soñado para una novela de aventuras. Me gusta además el hecho de que sea héroe y traidor, que sea las dos cosas, porque la historia es ambivalente y siempre la cuenta el vencedor. Un personaje doble, en ese sentido, es especialmente rico y te da unas posibilidades infinitas a nivel narrativo porque no es héroe o traidor sino que es héroe y traidor a la vez. A mí me seducía en esta doble visión. En cualquier caso, Gonzalo no es un héroe al modo tradicional, en la novela está descrito como un soldado violento y esclavista. No es un hombre bueno, sino un soldado que llega al Nuevo Mundo para hacer fortuna rápida, cueste lo que cueste y por encima de quien sea. Es un aventurero que llega al límite de su mundo civilizado y se convierte en otro hombre. En toda guerra es importante deshumanizar al enemigo, convertirlo en una bestia a la que es legítimo matar. Sin embargo, Gonzalo Guerrero descubre la humanidad en los contrarios, y a partir de ese momento ya no hay marcha atrás. En la novela hablo de la violencia que se vive en Europa y que caracteriza a gran parte de los soldados españoles, veteranos de las guerras de Granada y Nápoles, hombres hechos a matar que decidieron irse a buscar fortuna a las Indias, a esas islas perdidas en el Mar Tenebroso. Allí no encontraron el mundo paradisíaco de indígenas en paz y armonía descrito por Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas sino con un mundo extremadamente violento, con una civilización en guerra permanente, con una cultura militarista y una religión sanguinaria. Gonzalo Guerrero acaba siendo capitán de guerra maya no por su lucha contra los españoles sino por su progreso interno dentro del mundo indígena. Ése es un factor importante. Todo eso es lo que me llevó a escribir Caminarás con el sol. Además, hoy en día la historia de Gonzalo Guerrero resulta ser muy actual porque valoramos que la mezcla de culturas es una riqueza, así como el mestizaje y la biodiversidad, cosa que en el siglo XVI era impensable.

 

En su opinión, ¿cuál es la trayectoria que sigue su producción narrativa?, ¿piensa que exista un hilo conductor entre todas sus novelas?

Cada una de mis novelas es independiente pero sí hay un hilo conductor como autor. Yo creo que es reconocible lo que escribo. Además, hay temas que están en todos mis relatos, como la superstición y la duda. En todos mis textos intento crear un misterio: más que un crimen, siempre hay un misterio que resolver. Puede ser un misterio literario, como en Ladrones de tinta, un asesinato como en el caso de El gabinete de las maravillas, o el misterio del origen del hombre y de la vida, como en Las caras del tigre. Pero siempre hay una respuesta que buscar. Cada historia, además, requiere una técnica narrativa diferente. Las caras del tigre es una novela de diálogos encadenados donde prácticamente la acción se concentra al final, cuando ya se sabe la solución del misterio. Caminarás con el sol, sin embargo, es una novela mucho más descriptiva en la que no hay prácticamente conversación ni diálogos. Es un relato seguido con muy pocas digresiones, un largo flashback. El protagonista recuerda los ocho años vividos con los mayas como un fogonazo. Gonzalo Guerrero tiene conciencia de que la decisión que va a tomar será definitiva y su vida pasa por su cabeza como una película rápida antes de que tome la resolución final. La verdad es que yo me voy adaptando a la historia que tengo que contar y utilizo todas las herramientas a mi alcance para que funcione. Hay una relación estrecha entre Ladrones de tinta y El gabinete de las maravillas no sólo por el uso del mismo protagonista sino porque detrás de ellas hay un proyecto más amplio...

 

Entonces aprovechamos para preguntarle cuáles son sus planes literarios para el futuro...

Tengo previstas cuatro novelas con Isidoro Montemayor. Isidoro Montemayor es un personaje que da mucho juego, que es muy divertido. No pretendo crear una serie de casos policíacos o convertir a Isidoro en un detective, sino escribir varias novelas con el mismo protagonista, pero en ambientes distintos y de géneros diferentes. Ladrones de tinta es una novela urbana, de ambiente literario. El gabinete de las maravillas es una novela policíaca con un ambiente de interiores. Ahora escribiré una novela de ambiente rural y de género de espionaje y luego una de aventuras con ambiente marinero. Al final tendré cuatro historias con cuatro géneros y cuatro ambientes distintos, que en su conjunto integrarán una especie de caleidoscopio de la España de principios del siglo XVII. 

 

¿Cuál es su relación con los demás autores españoles e hispanoamericanos contemporáneos y cuáles son los que más aprecia?

Relaciones tengo muchas con españoles y latinoamericanos. Me trato más con autores de novelas negras y policíacas quizás por la Semana Negra de Gijón que ha creado una atmósfera maravillosa y una hermandad que nos hace buscarnos y reencontrarnos periódicamente. Me llevo muy bien con Paco Ignacio Taibo II, Juan Miguel Aguilera, Luis Sepúlveda, Víctor Andresco, Rosa Montero, Antonio Sarabia, José Carlos Somoza, Rafael Marín, Juan Bolea y William Ospina. Me gustan también Carlos Salem, Raúl Argemí, Elia Barceló, Juan Bas, Leonardo Padura, Ernesto Mallo…

 

Notas

(1). La Marca Media fue un sector, una frontera de Al Andalus con capital Toledo.


(2). Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Ed. Justo García Soriano y Justo García Morales. Madrid: Aguilar, 1990.


(3). Obra anónima fechada por Menéndez Pidal en 1591.



 

Novelas de Alfonso Mateo-Sagasta

El olor de las especias. Barcelona: Ediciones B, 2003.

Ladrones de tinta. Barcelona: Ediciones B, 2004.

El gabinete de las maravillas. Barcelona: Ediciones B, 2006.

Las caras del tigre. Barcelona: Seix Barral, 2009.

Caminarás con el sol. Madrid: Grijalbo, 2011.