Santa Evita. Historia, ficción y mito.

Una narrativa a partir del otro lado

 

Marcelo Coddou

Drew University

 

                                                                               

Gerard Gennete denomina paratexto a la vía de acceso al texto, a la que define como una gran zona indecisa entre un adentro y un afuera, donde se mezclan los códigos sociales que rigen el "afuera" del texto con los códigos productores que regulan su "dentro". Esta mezcla, puntualiza el narratólogo francés, implica y significa siempre una transacción donde se deciden las estrategias y protocolos de recibimiento por los que se acogerá al texto en la sociedad (7-8). Resulta así que la aparición (social) del texto se cumple siempre de modo preacondicionado: a su lectura se anticipa una pre-lectura, realizada con conciencia más o menos plena, que los conocedores del autor, o de su complejo contorno literario, social, político, etc., harán de su escrito en función, precisamente, de los paratextos.

Con intención de ofrecer una lectura crítica de Santa Evita, la célebre novela de Tomás Eloy Martínez, nos gustaría atender a su paratexto de modo tal que nuestras reflexiones se cumplan más allá de los procedimientos paratextuales internos (título, dedicatoria, epígrafes, reconocimientos) para abarcar también parte de los externos. La recepción paratextual externa que podría haber precondicionado la lectura de Santa Evita obedece a muchos factores. El primero --quizás el más importante--: la asunción "en serio" que seguramente iba a hacerse del discurso dirigido a una figura histórica sobre la que al parecer no cabía sino asumir actitudes extremas, despectiva o laudatoria: prostituta o santa. Esto fue lo que llevó al autor, según él mismo ha declarado, a exigir que sus editores pusieran bajo el título, la denominación literaria genérica: novela. TEM sabía, cómo no, que todo lo que su texto dijera sobre Eva Duarte encontraría un contexto socio-político y escritural ya establecido. Por eso quiso exigir que la recepción de lo por él escrito fuera la que había decidido su voluntad autorial. El mundo narrado en Santa Evita es, definitivamente, ficticio (1). Hasta un punto tal que, como lo atestigua el novelista, en su obra hay sólo un hecho narrado que se corresponde totalmente con el referente: es el capítulo final en que se cuenta cómo llegaron a manos del autor los principales materiales e informaciones sobre la suerte del cadáver de Evita (Mora).

Esta génesis inmediata de la novela --no la más profunda, claro está, y a la que también nos referiremos-- la contó TEM en más de una ocasión en las muchas entrevistas que se le hicieron. Relata que en el invierno de 1989 se le presentaron tres militares afirmándole que conocían la verdad sobre el cadáver de Evita. Como en esos mismos momentos había una gran polémica con los historiadores argentinos por su libro anterior, La novela de Perón, que suscitó un debate sobre los derechos de los novelistas a modificar la historia official (2), antes de comenzar Santa Evita, escribió la novela lírica La mano del amo, lo que demostraba y a él mismo lo convencía, de que "era capaz de la diversidad y de que no [se] iba a convertir inmediatamente en peronólogo" (son palabras suyas). Pero poco después --La mano del amo es de 1991-- dice que le volvió la preocupación por Evita, en cuya historia establecida detectó puntos oscuros, por lo que se le ocurrió "narrar una historia ficticia con las técnicas del periodismo". Para poder escribirla se tomó un año sabático en Rutgers University, donde era profesor. El escritor cuenta: "mi mujer me mantenía con sus clases: la llamó la beca Santa Evita". Estaban llenos de deudas (le debían 10.000 dólares al editor de Seix Barral) y cuando terminó de escribirla se dijeron: "si al menos nos alcanzara para pagar…". No sabían --no podían saberlo, que la novela iba a convertirse en uno de los mayores best-sellers de la literatura argentina, traducida a treinta y seis lenguas.

Volvamos a ese año 1989 en que TEM se entera de la verdad sobre el cadáver de Evita. Transcribo la reconstitución de lo narrado por él al semanario Noticias, tal como éste lo publicó (3):


En una turbia medianoche de invierno de 1989 sonó el teléfono en la casa de San Telmo de Tomás Eloy, que decidió atender "por letargo o por desconcierto". Era el Coronel Héctor A.Cabanillas (en la novela se llama Tulio Ricardo Corominas), era el hombre que había pivoteado, por expresa disposición de Pedro Eugenio Aramburu, el "Operativo Traslado" de los restos de Eva Perón a lugar seguro. Cabanillas había tenido un predecesor frustrado y demencialmente castigado por la obsesión de Evita: el teniente coronel Carlos Moori Koenig (en la novela aparece con su nombre real). Moori Koenig nunca pudo dar cristiana sepultura al cuerpo de la segunda esposa de Perón. Una cadena de enigmáticas desgracias lo derrotaron antes y lo ahogaron en un río de ginebra y de delirio. Esa noche, la del llamado, fue una noche de cita. Tomás Eloy fue al café Tabac de Libertador y Coronel Díaz. Y allí se encontro con Cabanillas (Corominas); con Jorge Rojas Silveyra --embajador en España en los tiempos de Alejandro Agustín Lanusse. Rojas fue el encargado de devolver a Juan Perón el cuerpo de su mujer después de décadas de secretos ambulatorios. También estaba otro testigo crucial, fantasmagórico y desdoblado, que la cautela del novelista decidió llamar "Maggi". Ellos le entregaron toda la documentación que tenían en sus manos, porque "el secreto los ahogaba". La historia del cuerpo de Evita empezaba a develarse.

 

Aclarada la génesis "externa" de la novela, procuremos acercarnos a algunos de los problemas que su lectura suscita a una reflexión crítica. Las novelas de TEM, tal como ellas se presentan a la lectura y a la recepción crítica, y según fueron elaboradas, de acuerdo a unos presupuestos claramente establecidos por su autor, en definitiva niegan la distinción que, según Hayden White, existe entre las historias "históricas" y las "ficcionales" y que consistiría en que el contenido de las primeras son los hechos reales, hechos que sucedieron realmente y en la segunda son hechos imaginarios, inventados por el narrador (42). TEM postulaba, y realizó en su obra, lo que con respecto al efecto de realidad ha sostenido Barthes:


hay que descartar las afirmaciones relativas al realismo de la narrativa (…) La función de la narrativa no es representar, es construir un espectáculo (…) La narrativa no muestra, no imita. "Lo que tiene lugar" en una narrativa desde el punto referencial (realidad) es literalmente nada, "lo que sucede" es sólo lenguaje (Introducción : 3-4).

 

Para Barthes la estructura narrativa es reveladora de que el discurso histórico --el de la historiografía, como modo de representación narrativa-- es una de las formas de elaboración ideológica o imaginaria, y llama la atención al hecho de que: "la estructura narrativa que surgió originalmente de la caldera de la ficción devino en la historiografía tradicional, tanto el signo como la prueba de realidad. (7)

 

Al igual que el teórico francés, TEM cuestionaría tanto la distinción tajante entre lo histórico y lo ficticio, como la presunción de objetividad de la historiografía que se ofrece en los modos de representación narrativos. Vale decir, los discursos no son para él meros vehículos para transmitir un contenido: ellos producen significados.

La narración realiza el tránsito del acontecimiento al discurso (4) por un procedimiento tropológico, que TEM llamaba transfiguración y que White define como "un desplazamiento de los hechos a las ficciones literarias (…) la transición se efectúa mediante un proceso de transcodificación" (op.cit : 9).

 TEM se enfrentó a la idea establecida de que a la verdad se llega sólo por medio de la objetividad científica, adscribiéndose al pensamiento de quienes sostienen que lo verdadero también puede transmitirse por medio de discursos figurativos, los propios de la ficción literaria y que también lo son de la narración historiográfica y mitológica. Al igual que Barthes, pensaba que las ficciones (no sólo la "verdaderas", pero sobre todo ellas) son más que un mero medio para proporcionar información: representan el significado de los acontecimientos, lo que se logra con la simbolización (5). En términos suyos, refiriéndose a lo que en la actualidad está haciendo la historia --entendida como historiografía-- con la literatura:


la "nouvelle histoire" o "intellectual history" ha adoptado las herramientas técnicas y las tradiciones narrativas de la literatura para hacer a su modo la historia tradicional (…) Cuando digo que la novela sobre la historia tiende a reconstruir, estoy diciendo también que intenta recuperar el imaginario y las tradiciones culturales de la comunidad y que, luego de apropiárselas, les da vida de otro modo (…) La ficción crea otra realidad y, a la vez, renueva el mito. Forjamos imágenes, esas imágenes son modificadas por el tiempo y al final no importa ya si lo que creemos que fue es lo que de veras fue (“Argentina…” : 18).

 

Y no le resultaba extraño que el género privilegiado fuera el de la novela, lo que se entiende bien si se tiene en cuenta el concepto de Bajtin que ella es un macrogénero en el que están contenidos otros géneros y que tiene la capacidad de decir la verdad por medio de su discurso figurativo. La ficción concebida entonces en su aptitud para mostrar en toda su complejidad una realidad que otros discursos (el historiográfico, el de la biografía no novelesca, el de la ensayística de orientación psicológica, social o política, el del reportaje periodístico tradicional) no alcanzan a diseñar como definitivamente verdadera, aunque así programáticamente lo postulen. El novelista, escritor con licencia para mentir, como solía destacar TEM, puede hacer uso de todos esos discursos y en su entrecruzamiento encontrar cómo darle vida a la verdad que se busca establecer y que no es nunca definitiva (en La novela de Perón leemos: "esa pasión de los hombres por la verdad le ha parecido siempre insensata". Por eso: no importa ya si lo que creemos que fue es lo que de veras fue.

Retengamos también lo dicho por TEM acerca de que la novela histórica ("sobre la historia", precisaba el autor) por un lado reconstruye recuperando el imaginario y las tradiciones culturales; por otro, dándole vida de modo distinto y con ello renueva el mito. Todos los términos son decisivos si se quiere entender hacia dónde se dirige el tipo de novela que este escritor produjera: lo hacía reconstruyendo la "realidad" que los documentos pretenden ofrecer como verdadera. Los instrumentos serán la imaginación recreadora y el lenguaje forjador de imágenes, con lo cual se renueva el mito.Atendamos a esto último en Santa Evita.

Es muy bien sabido que desde sus orígenes la historia y la literatura estuvieron unidas por el mito. El historiador Mario Cancel explica tal hecho así:


lo que daba unidad a aquellos géneros era el fondo mítico que estructuraba la visión del mundo del ser humano. Detrás del deso de "ordenar" la realidad circundante en un todo coherente estaba también la necesidad de saber cómo las cosas llegaron a ser (…) Por eso la historia se compenetraba con el mito y tomaba ese cuerpo literario que le permitió convertirse en un instrumento de poder, en un mecanismo útil para justificar las estructuras políticas, aunque difícilmente hubiera podido convertirse en lo contrario (43).

 

El que un mito cuente la historia, o sea parte significativa de ella, tiene una gran trascendencia cuando se trata de la historia de una nación o de un momento significativo de ella. TEM encontraba vigente la apreciación mítica que de Evita tenía el pueblo argentino. Lo que él hizo fue recoger ese mito, atendiendo a componentes fundamentales suyos, y contribuir, con su reelaboración, a mantenerlo vivo. Proponiéndoselo o no, magnifica aquello ya existente, con lo cual se logra producir una identificación cabal de la figura de la "Santa Evita" por parte de quienes creen en ella con veneración y de la otra Evita que ven los que la demonizan. También logra actualizar el mito al relacionarlo con la lucha política entablada durante el largo período de presencia activa del peronismo. Argentina vivió --¿vive?-- dos historias: una de aceptación plena de la dimensión mítica de la defensora de los descamisados y otra que impugna tal aceptación para, en las antípodas, reducirla con los peores calificativos. Unos y otros usan el mito de Evita en sus pugnas por el poder.

La apropiación del mito en Santa Evita tiene un sentido que nos parece muy claro: relativizar las historias oficiales de tantos ensayos --y ficciones-- que se han escrito sobre el personaje real y proponer una nueva versión, que incluirá, según decimos, los modos de apreciación de grupos sociales y políticos de la misma figura. Re-elabora relatos con los cuales un contingente significativo de argentinos se identifica y que les da, o confirma, un sentido a su existencia. Todo relato mítico, toda narración de tal dimensión, toca de alguna manera al receptor, que se siente así parte del pasado que se le narra, pues le da seguridad a sus propias creencias y concepciones, otorgándole un sentido de pertenencia a una comunidad que comparte o contrasta las mismas apreciaciones del  hacer de sus héroes o anti-héroes. El mito, al revés de la historia, que se distancia con frialdad o serenidad "científica" de los personajes, permite la acción de lo imaginario y produce un relato con el cual esos sectores de la comunidad podrán identificarse. El pueblo peronista mira la historia de Evita como su historia, cuando ella es contada en todo su poderío mítico. No estoy afirmando que TEM haya pensado en ceder a las exigencias de determinados lectores --sabemos que él sostenía que un escritor, a diferencia del periodista, no debe tener nunca en cuenta el "para quién se escribe"--, pero sí estimo que, al respetar la dimensión mítica de Evita, pudo crear un personaje literario --esa entidad ficticia que es todo personaje novelesco-- que llega a sus lectores como éstos (acepten o no la validez de tal concepción), saben que es vivido el personaje histórico que sirvió de referente al ficticio. En sus ensayos sobre Eva Perón, TEM tocó con distancia crítica ese componente mítico suyo, pero en la novela aparece plenamente encarnado.

Y el mito de Eva Perón es complejo, por lo que habrá que verse cómo lo renueva la novela de TEM. Pensamos que lo hace desarticulando los elementos que más marcadamente componen ese mito. Al igual de lo que  acontece con La novela de Perón, Santa Evita se compone de varios discursos que se imbrican, yuxtaponen, cruzan y fecundan: a las reflexiones metaliterarias que recurren en toda la obra, se suman e integran relatos de vidas fictivas que tienen referentes reales (el más importante lo es el referido al Coronel Carlos Moori Koenig y junto a él el de muchos otros), y la ficcionalización medular sobre las investigaciones que buscaban informarse del destino del cuerpo embalsamado. A todo ello se agrega el escrutinio y comentario de parte significativa de los escritos sobre el tema: "en Santa Evita intenté recuperar la esencia mítica de un personaje central de historia argentina reuniendo en un solo texto todo lo que los argentinos hemos imaginado y sentido sobre Eva Perón durante dos o tres generaciones


(“Argentina: 23)"

Y, en efecto, en ella se recogen escritos de Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Borges, Perlongher, Ezequiel Martínez Estrada, entre muchísimos otros. TEM recepcionó, entonces, una variedad amplia de discursos y re-escribió --el autor sabía que la suya era una re-escritura más, no la definitiva--el mito (los mitos) de Evita, renovándolo(s). Su narrador reconoce que está "armando un rompecabezas", consciente que hace una historia que es literatura, ficción, pero ficción verdadera. Lo que la historiografía mostró como su impotencia, quizás pueda darlo la novela. El vacío, el silencio de la historia frente al cuerpo de Evita, será llenado, hablado, con la palabra de lo imaginario. Hasta que aparezcan otras renovaciones del mismo mito… .

El mito de Eva Perón tiene sus elementos progenitores en los relatos sobre su origen oscuro, la muerte prematura (como Cristo, como el Che), sus "milagros", la momia profanada. Pero hay que actuar con precaución ante lo que sucedió con estos mitos después de la muerte de Evita, si se quiere entender tanto lo que Sebreli ha llamado su "cosificación" como lo que TEM hiciera en su novela al revivificarlo. Sebreli en su obra clásica Eva Perón ¿aventurera o militante? nos ha permitido ver, y cito en extenso, que:


El mito de Evita como expresión simbólica de los anhelos de justicia e igualdad de las mujeres y los trabajadores argentinos, sólo a medias realizados en la realidad, y a la vez como expresión del temor por la pérdida de sus privilegios por parte de las clases burguesas, fue como tal un mito de carácter dinámico, creador y progresivo, estaba dirigido hacia el futuro y no hacia el pasado, como los regresivos. Pero después de la muerte de Evita comenzó el proceso de cosificación del mito, la tendencia a convertir la imagen del mito en algo fijo e inamovible, esencia eterna de un pueblo ahistórico, estático y sin desarrollo (109).

 

TEM no permite que el mito se vuelva regresivo: proponiéndoselo o no, lo hace recuperar su fuerza impulsora de nuevos procesos de desarrollo histórico. Su renovación desvela conflictos no resueltos de la sociedad argentina; no "remite a un pasado cristalizado que la evolución incesante de los acontecimientos históricos va dejando atrás" (Sebreli:110) y, por lo tanto, permite "enriquecernos con nuevas experiencias de nuevas situaciones ahora más extremas" (110).

Y es que, en efecto, la imagen que nos da Santa Evita es que la muerte de  la abanderada de los descamisados coincidió con el fin del poder de lo que el mismo Sebreli ha designado como "el ala plebeya del peronismo", el debilitamiento de la Central General de Trabajadores obrera y el surgimiento de la Central General de Empresarios y la claudicación --no sin resistencias, aunque su entrega del poder en 1955 se dio sin lucha ninguna-- de Perón ante la burguesía, las Fuerzas Armadas y el imperialismo.

Frente al sector populista de la burguesía desarrollista que trata de apropiarse de la figura de Evita, la novela de TEM rescata --entre otras, como veremos-- su imagen plebeya. Santa Evita muestra la lucha de clases --lo mismo había hecho en la novela anterior--. La imagen que nos da no es la de una integración neutralizadora y despolitizada del fenómeno peronista y de Eva Perón. A ésta se la ve en relación vital con la realidad política y social: no es un mero objeto de contemplación, admiración y repudio, como lo son las grandes personalidades "fuera de serie", sino que se la presenta dentro de contenidos ideológicos concretos en permanente pugna entre ellos. Así, la novela rescata el verdadero contenido histórico de la figura de Evita. Esto es, intentando el autor recuperar "la esencia mítica de un personaje central de la historia argentina" logra negar su musealización, su neutralización y despolitización. Cito nuevamente a Sebreli: "contra la necrofilia  de ciertos peronistas que reclaman la momia de Evita para convertirla en un objeto mágico de adoración mística, prefiero que la tumba de Evita siga abierta y que su tumba siga perturbando las conciencias. (122)"

Lo cumplido por TEM en Santa Evita --así nos parece-- ha sido desacralizar el mito (atrevimiento suyo fue titular su obra como lo hizo: induce a creer que en ella la imagen de la figura histórica es unívoca, cuando, por el contrario, se la ofrece en toda su multivocidad). Desacralización tanto de su versión angélica como de su versión diabólica. Es así como ha hecho aflorar, a la conciencia de sus lectores (sobre todo los más interiorizados y comprometidos con una definita visión)

que una severa censura interna y externa nos impone ocultar, es una de las maneras --la que corresponde al escritor más que al político--de contribuir al esclarecimiento de la conciencia de la clase trabajadora y de las mujeres argentinas, o por lo menos de sus posibles dirigentes, de los cuadros, de quienes depende que la transformación social del país, el cambio histórico deje de ser un mito nostálgico en el que se proyectan las esperanzas y los sueños más ardientes de una gran parte del pueblo (6).

 

TEM era escéptico con respecto a esa supuesta responsabilidad del escritor o, por  lo menos, de la eficacia de su decir:

 

en verdad un libro, la literatura en general, por eficaz que sea, raramente contribuye a cambiar nada ni a que nadie tome conciencia de nada. Contribuye solamente a establecer un lento diálogo, a operar como un sedimento en la conciencia. Pero no a plazo inmediato, sino muy largo. Si uno piensa en la obra de Kafka, que tuvo que esperar más de treinta años para que se dieran las consecuencias de narraciones como La colonia penitenciaria en los campos de concentración…Ni la obra de Hemingway, ni la obra de Faulkner, ni la de Borges modifican nada en los imaginarios nacionales (Coddou y Figueroa: 48)

 

Pero, a pesar de tales reticencias, no cabe dudas de que TEM con sus obras ha logrado cambiar la imagen que tanto de Perón como de Evita se tenía. Con La novela de Perón, "fue apareciendo un Perón que nadie había querido ver: no el de la historia sino el de la intimidad"(7). Así como sabía que la Evita que hoy valoramos no es la misma que conocíamos antes de su propuesta imaginaria, hasta el punto de que pocos ahora dudan de que los hechos de las "zanjas ciegas" cubiertas por la ficción no hayan sido "verdaderos", "realmente acontecidos". Quien quiera saber sobre lo que pensó y sintió la muchachita ante la muerte de su padre o lo que ella le dijera al Coronel Perón al conocerlo o el sentir de la Primera Dama ante las exigencias del pueblo a que aceptara la candidatura a la Vicepresidencia en el 52, le basta leer lo que la novela le indica como hechos irredargüibles… Es así como TEM fue recreando el mito. Con datos ciertos de lo acontecido, hechos documentables y, sobre todo, con su poderosa imaginación que, por lo demás, no le es de "propiedad exclusiva", pues atiende, con responsabilidad, como él mismo reconoce, "al imaginario y las tradiciones de la comunidad", a las que, tras apropiárselas, "les da vida de otro modo".

Cuando se le pedía esclarecer --y esto lleva, fatalmente, a una simplificación extrema-- en qué consiste el mito de Evita, TEM respondía, enlazando su figura a las del Che Guevara y Cristo:


Latin American myths are more resistant that they seem to be. Not even the mass exodus of the Cuban people or the rapid decomposition and isolation of Fidel Castro's regime had eroded the triumphal myth of Che Guevara, which remains alive in the dreams of thousands of young people in Latin America, Africa and Europe. Che as well as Evita symbolize certain naïve, but effective, beliefs: the hope for a  better world; a life sacrificed on the altar of the desinherited, the humiliated poor of the earth. They are myths which somehow reproduce the image of Christ (“Evita or M… “)

 

Y más adelante, en la misma respuesta que daba a quien le desafiara a reflexionar sobre el hecho de que si antiguamente el imperialismo se apropiaba de recursos como el cobre y el caucho, en el presente Hollywood se estaría apropiando de mucho más, de "los mismos mitos de su cultura nacional", el novelista rspondía:


the myth of the real Eva Perón will begin after the fires of the film have died. Her image is already installed in history with such force and with as many lights and shadows as that of Henry the VIII, Marie Antoinette or JFK. The immortality of great personages begins when they become a metaphore with which people can identify. Evita is already several metaphores: she is the Robin Hood of the 20 th century, she is the Cinderella of the tango and the Sleeping Beauty of Latin America (“Evita or M…”).

 

Como puede verse con claridad, TEM tenía muy nítidas sus ideas acerca de lo que el mito de Evita representa, en toda su complejidad. Es por ello que puede proceder a su reformulación en una novela en que tal mito, según hemos dicho, se resemantiza y afirma.


Notas


(1). Este proyecto, y su realización, nos hace ver a Santa Evita próxima a lo que Luis Costa Lima llama "una narrativa concebida y creada, siempre, a partir del otro lado". Define el crítico brasileño: "lo que llamamos Hispánica (século XIX e comencos do século XX)". Sociedade e discurso ficcional, Río de Janeiro, Ed. Guanabara, l986: 179.

 

(2). Sobre esto léanse, del mismo TEM sus ensayos, "Ficción e historia en La novela de Perón", Hispamérica, 17, abril de 1998:41-49; "Historia y ficción: dos paralelos que se tocan", en K.Kohut (ed.), Literaturas del Río de la Plata hoy: de las utopías al desencanto, Frankfurt, Vervvert Verlag, 1996: 90-100;  "Mito, historia y ficción: idas y vueltas", en VV.AA Visiones cortazarianas, Méxixo, Aguilar, 1996: 109-133.

 

(3). Cfr. http://www.literatura.org/TEMartinez/Santa_Evita.html

 

(4). Exactamente lo mismo acontece en otros sistemas de representación de la realidad: el mito, el relato historiográfico, a los que TEM se refiriera en varios ensayos suyos.

narrativa a partir del otro lado significa que el autor simula hablar de los percepta, para en verdad, construir una narrativa toda ella concebida por la focalización desde lo imaginario. Ahora bien, por supuesto, es innecesario insistir que esta tematización no excluye la realidad material e histórica. Recusa, eso sí, la documentalidad". Luis Costa Lima, "Literatura e sociedade na América

 

(5). Obra, la de TEM, que ha de entenderse como acto simbólico enfocado directamente hacia "el gran discurso colectivo y de clases en el cual un texto es poco más que una parole individual  o una utterance". Vid F.Jameson, The Political Unconscious. Narrative as Socially Simbolic Act, New York, Cornell University Press, 1981: 76-77.

 

(6). La larga cita constituye el párrafo de cierre del libro de Sebreli.

 

(7). Cfr. paratexto de la edición de la novela de Buenos Aires, Legasa, 1985.

 

Bibliografía


"Evita or Madonna: whom will history remember? Interview with TEM", New Perspective Quarterly, 1997. Cfr.
http://www.las mujeres.com/evaperon/evitamadonna.shtml

 

Mikhail Bajtin, Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1998. Sobre todo el cap. "El problema de los géneros discursivos".

 

Roland Barthes, "Introdución”,   Análisis estructural del relato, Buenos Aires, Ed. Tiempo Contemporáneo1970.


Mario Cancel, “Sobre la historia y la literatura: una visión de conjunto”, en Antonio Gatzambide (comp.), Historia y Literatura, San Juan Puerto Rico, Posdata, 1995.

 

Marcelo Coddou, Ana Figueroa, "El vuelo de la reina o el viaje al otro lado del espejo. Entrevista a TEM", Alpha, Osorno, Univeridiad de los Lagos, 2003.

 

Gerard Genette, Figures I, Paris, Edition du Seuil, 1987.

Tomás Eloy Martínez, "Argentina entre la historia y la ficción", Página 12, 5 de mayo de 1996.

Mora, "Entrevista: TEM-Escritura", Madrid, El País, 8 de noviembre del 2002.

Juan José Sebreli, Eva Perón, ¿aventurera o militante? Buenos Aires, Ed. La Pleyade, 1971, 4a. ed. ampliada

Hayden White, El contenido de las formas, Barcelona, Paidós, 1987: 42.