‘Todo esto para nosotros dos, viejos
amigos…’:
la
correspondencia de Juana Manuela Gorriti y Ricardo Palma (1)
California
State University, Long Beach
La prolífica escritora Juana Manuela
Gorriti (1818-1892), una de las más celebradas y fascinantes
intelectuales de la era post-revolucionaria argentina, fue aclamada desde los
salones literarios de Lima y Buenos Aires; hizo alarde de un espíritu generoso
y alentó a sus contemporáneas a publicar sus obras y a participar en el
discurso político-cultural de sus sociedades por medio de la producción
ensayística diseminada en diarios y periódicos de la época. Autora de más de
setenta obras de ficción, introdujo el género fantástico a la narrativa
latinoamericana, además de experimentar con la biografía, la autobiografía y la
narrativa de viajes, alejándose decididamente de las normas genéricas y
desafiando así la tradición literaria decimonónica (Berg, 2006: vii). Juana
Manuela Gorriti en la última década de
su peripatética vida, en Buenos Aires, la capital que conoce recién en 1875, concluye su rico
periplo vital. Encerrada en una habitación de hotel, en un Buenos Aires, para
ella desconocido y frenético, observa y escribe con creciente frustración desde
el lecho donde se recuperaba de los muchos males que la aquejaron en esos últimos
años.
En
el periodo que comprende desde 1882 a 1891, Gorriti escribe cincuenta y tres cartas
a su amigo Ricardo Palma, con quien cultivó una amistad que databa desde 1851
(Salas Guerrero 113).(2) Esta correspondencia
íntima entre los dos intelectuales fue publicada en 2004 gracias a la labor archivista
de Graciela Batticuore quien encontró las cartas entre los documentos de Palma
en la Biblioteca Nacional del Perú. Es de notar, antes de proseguir con este
estudio, que el epistolario de Gorriti lleva la marca de la censura con
borrones y tachaduras del puño de su hijo, Julio Sandoval, quien visita a Palma
poco después de la muerte de su madre y obtiene el acceso a sus cartas. En las Cartas a Cristina, de Ricardo Palma
publicadas en 1992, Batticuore halla la elusiva prueba sobre la identidad del
editor/censor en una carta de Julio quien admite su labor de censor para
protegerla y protegerse. Batticuore aclara la función del hijo: “Tras la muerte
de Gorriti, Julio se asume como una suerte de custodia y albacea de la obra y de la memoria de su madre: edita
los textos póstumos … y se ocupa de conservar intacta
la imagen de escritora romántica que
Gorriti había construido a lo largo de su vida” (xxx). Esta breve digresión se
hace necesaria, no sólo por el hecho de que estamos leyendo un texto editado
por otra mano y otra sensibilidad, sino porque el acto de censura del hijo corrompe
el texto y lo altera alejándonos aún más de él en tanto que lectores
transgresores de la intimidad del espacio epistolar. La fragmentación del texto
funciona metonímicamente para componer de alguna manera el rompecabezas que fue
la vida y la literatura de Juana Manuela Gorriti. Fragmentación, códigos de la
epistolaridad y censura textual se confabulan para producir un texto reacio a
una lectura dúctil. Los silencios, las alusiones y las tachaduras excluyen la
transparencia e invitan a la construcción del significado elusivo a partir de
las pistas que se extraen del texto mismo y de la lectura sagaz de lo que se
oculta detrás de él.
Las
cartas al amigo parecen sintetizar, en esos últimos años de productividad
afiebrada, la pugnacidad con que la autora defiende su derecho a participar, a escribir,
a argüir, tanto en la esfera privada como en la pública, sobre la realidad
americana que le tocó vivir. Cristina Iglesia en su Prólogo al volumen dedicado
a Gorriti, El ajuar de la patria, ya
lo había señalado con precisión: “Sin duda la mayor audacia de Gorriti consiste
en postularse como escritora patriota y
narrar desde allí la leyenda nacional. Escribe sobre “cuestiones de hombres” y,
al hacerlo, entabla con los escritores una disputa. Toda su obra puede leerse
como la voluntad de sostener ese desafío” (8). En este mismo tomo, Graciela
Batticuore cita en su epígrafe una líneas de Gorriti
extraídas de Perfiles (1892)
que revelan la profundidad y amplitud de su compromiso con la política
continental: “El destino, por uno de sus caprichos, quiso que desde la cuna y
durante los mejores años de la juventud, un elemento absorbente, acervo,
destructivo, envolviera mi vida… La política” (13). A través del epistolario
surgen a borbotones las referencias, las alusiones, las quejas y los comentarios
sobre el teatro político continental y sus actores. Gorriti mantiene aún en la
escritura de “entrecasa” que presupone la epistolaridad, la posición crítica y
combativa que ejerce en toda su obra y ofrece al amigo el “regalo” de su
discurso lúcido, perspicaz, honesto, y en ocasiones prejuicioso.(3)
El
objetivo de este estudio se limita, por lo tanto, a revelar la red de
significados oculta o subyacente en el discurso de “entrecasa” de la epístola
de amistad. Por los vericuetos del diálogo con el interlocutor ausente, Gorriti
diseña una geografía político-cultural en la que inserta los dramáticos
conflictos militares que azotan al continente; destaca a célebres autores
europeos y latinoamericanos; alude de forma directa a las nuevas realidades de comercialización
del autor por parte de las editoriales; lamenta la especulación financiera que
construye fortunas de un día y desencadena una ola de suicidios; lanza palabras
injuriosas hacia Chile y critica la política sudamericana; amonesta a sus
amigas escritoras sobre los peligros de la estridencia en una mujer que cumple
una labor pública; comparte chismes sabrosos y da parte de las crónicas sociales
del mundillo bonaerense; adula incesantemente a Ricardo Palma y le manifiesta
el justo culto que en Buenos Aires se le rinde a su persona y a su obra; y,
como en mucho de su obra, inserta la “petite histoire” como reflejo de la
historia continental. En suma, la escritora entrelaza, lo que denomino por su
brevedad telegráfica, “micro-relatos” en el espacio estable de la carta, precisamente
en el momento angustiado del fin de una vida y dentro del marco de una Buenos
Aires al borde de una vertiginosa modernidad. Nos limitaremos a los
micro-relatos que se ocupan de manera directa o tangencial del quehacer
político americano que afirman el papel de Gorriti como una “escritora
patriota” según la terminología de Cristina Iglesia.
El
discurso epistolar entablado por Gorriti penetra de forma directa en la polémica
de la incursión de la escritora en la política y la crítica cultural, ámbitos
de la esfera pública y espacio masculino por excelencia, durante los
turbulentos años de la reorganización nacional de la república luego del
período rosista. La ingeniosa labor de Gorriti de enmarañar dentro de la prosa
epistolar los discursos político-culturales es llevada a cabo de modo que cada
carta constituye un retazo de la amplia “colcha literaria” constituida de
parches escritos al amigo para formar una narrativa coherente en el aparente
caos de su fragmentación. La imagen de la colcha se vuelve particularmente
apropiada, ya que es desde la cama de la enferma, sobre sus rodillas
quebrantadas por el dolor, que Gorriti lee con fruición las cartas del amigo,
verdadero cordón umbilical que la ligan al pasado feliz en Lima. Desde el
espacio confinado e íntimo del lecho que la retiene y en el cual encuentra
refugio, espacio a la vez carcelario y hogareño, Juana Manuela Gorriti, “teje”
su amistad a partir de breves y elocuentes micro-relatos sobre los temas de más
actualidad a los ojos del curioso e interesado Ricardo Palma. Dentro de cada
parche epistolar, Gorriti salta de tema en tema como en frenética carrera
contra el tiempo para condensar en pocas líneas meses de acontecimientos que
separan cada carta. A menudo, la escritura se vuelve sintética y opaca en sus
referencias oblicuas. Para nosotros, lectores entrometidos, estos fragmentos
quedan velados, más allá de nuestro alcance y parecen haber sido escritos en un
código sólo descifrable por los iniciados. De ahí, surge la tensión entre el
saber y el descubrir, la lectura y la suposición en este acto de transgresión
que presupone la lectura de la epístola privada.
Ejemplo de esta atropellada estructura escritural, que mucho se asemeja al habla aturdida y caótica de los amigos que se ven después de una larga ausencia, la primera carta fechada el 27 de noviembre de 1882, inicia el patrón que seguirá Gorriti a través de todo el epistolario. De los dieciséis párrafos cortos que constituyen esta misiva, el primero y los tres últimos enmarcan en el tiempo y en la geografía americana la amistad que une a los dos corresponsales y la tragedia que los separa, la Guerra del Pacífico (1879-83). A trazos rápidos y ligeros, se escriben los diez párrafos restantes que parecen salir de la pluma de Gorriti acuciantes, preñados de información, ansiosos de noticias frescas, satisfechos de su saber histórico, complacidos ante la felicidad ajena. Es decir, la autora despliega en cada breve unidad de pensamiento una variedad rica de emociones, de experiencias, de pedidos, y de comentarios perspicaces o banales que aturden por su incomprensión inmediata y nos atraen a la vez cuando son leídos por el tamiz del tiempo. Las oraciones iniciales de estos párrafos actúan como indicadores del tema a tratar, o más bien, como una entrada parcial en el mundo que Gorriti recrea con su pluma para su amigo Palma desde la incomodidad de la cama, acosada por sus continuas dolencias, o en la sala en medio de “un círculo de parlanchines” que interrumpen su labor epistolar.(4)
Con dos meses de atraso
he recibido su estimada carta…
Montes
no pudo soportar más tiempo el remordimiento de haber abandonado su patria
Por
mi carta anterior, habrá U. visto el resultado de los Juegos Florales, certamen literario…
Muy mucho siento el sopor literario que U. me anuncia.
Fui amiga de la monjita Serrano, …
La historia de Alvear esme también familiarmente conocida.
Pláceme que Julio vea a U. con frecuencia.
A pesar de mi anhelo por
el regreso, …
Con la ciencia de este
desacuerdo antagónico entre el Congreso
y el gobierno…
-No venga U. –contesté a
la carta en que me consultaba.
Voy a pedir a Carranza el libro de René Moreno y se lo enviaré
por correo.
¡Quién
pudiera ir así también, a esa Lima
querida, aunque fuera empaquetada en el saco de correspondencia!
Felicito a Cervantes y a M. Staël…
Favorézcame U. con sus cartas, y hábleme de Lima…
Volviendo
entonces a las claves temáticas, la carta se presenta como el primer elemento
discernible en la cadena semántica epistolar. Claudia Torre argumenta que: “En
la excitación de tanto delirio (se refiere aquí
a la fiebre especulativa por la que atraviesa Buenos Aires en ese
momento), el espacio de la carta se presenta como organizador” (117). El espacio
epistolar no sólo cumple la función de ordenar el caos de una sociedad que ha
perdido su norte ante el comsumismo y el aparentar, sino que se convierte en
salvavidas literario y emocional de la escritora aferrada a la pluma como a la
vida misma. Al catalogar y reducir su ajetreada vida bonaerense a episodios que
hemos categorizado como micro-relatos para consumo del amigo lejano, Gorriti
está en efecto ordenando el caos, como lo indica Torre, pero se observa además
en su epistolario una ansiedad en la escritura que se asemeja al terror, a la
angustia ante la constante presencia de la muerte ejemplificada por las numerosas
alusiones a la enfermedad, a los achaques, a la vejez y a la muerte misma.
Gorriti escribe para no dejar nada al azar, para poner su casa en orden, sus
papeles al día, sus proyectos en manos de la editorial. Su frenética actividad
escritural no se confina a su labor de escritora sino que abarca múltiples variantes
dentro de la esfera profesional. Entre todas ellas, se destaca su papel en la
historia y la política continentales como estudiaremos a continuación.
Desde
la primera carta donde comparte con Palma los datos sobre la historia de
Serrano y Alvear, Gorriti deja sentada la autoridad que le confiere su propia familia
y su trayectoria vital: “Fui amiga de la monjita Serrano…Su hermano, el Dr.
Mariano Serrano, uno de los fundadores de la Independencia, …fue
Secretario de gobierno en Salta en tiempo de la administración de mi padre. Con
este motivo, nuestra amistad con la hermana fue íntima y cordial” (2). Si bien
el motivo de mencionar al hermano de la monja Serrano es establecer el grado de
intimidad conferido a la amistad entre las dos mujeres, Gorriti no escatima la
oportunidad de dejar constancia del rol histórico y del quehacer político del
hermano y por extensión de su padre y de su familia. En el siguiente párrafo
aclara: “Alvear fue amigo de mi padre; y todo cuanto aquel concierne lo he oído
referir a éste en las pláticas del hogar, verdadero archivo de biografías” (2).
En esta doblemente admirable sentencia, Gorriti establece nuevamente la
veracidad de su fuente a partir de la relación familiar, y declara el hogar, y
la plática como actividad natural en éste, el archivo de las vidas que merecen
ser memorializadas por la escritura; la niña escucha las historias de su padre,
José Ignacio de Gorriti, y guarda en la memoria la biografía de uno de los más
célebres hombres de la independencia, para erigirse en custodia de la historia
nacional en sus albores republicanos. Una vez asentadas las bases y las
credenciales históricas y memoriosas de la autora con respecto a la historia de
la monjita Serrano, que evidentemente Palma le ha pedido que le narre, Gorriti
nutre -literalmente con el alimento de la historia
personal/historia de la patria- dentro del reducido marco de la carta, la
función creativa que sostiene la relación entre ambos escritores. Graciela
Batticuore señala que: “La anécdota de la monja Serrano es contada por Ricardo
Palma en “Un tenorio americano”, incluida en Tradiciones. Quinta serie, Lima: Imprenta del Universo, 1883”(6). Más tarde, Gorriti presentará su propia versión de la
historia en su obra autobiográfica, Lo
íntimo, publicada póstumamente en1893 (Zucotti 131). En esta obra también
integra “pasajes de la correspondencia” con Palma y como apunta Cecilia
Moreano, “la producción de ambos escritores es un palimpsesto formado por la
versión de Palma en las Tradiciones y
las versiones de Gorriti en su correspondencia y en Lo Intimo” (129). Gorriti termina por afirmar la autenticidad de la
relación que hará a Palma: “Así incluyo a U. un relato verdadero, aunque
telegráfico de cuanto a estos dos enamorados pueda importar a U. saber” (27 de
noviembre de 1882). Esta primera carta encierra en su fragmentaria apariencia
los hilos conductores del epistolario que serán retomados una y otra vez por
Gorriti a lo largo de la relación epistolar. Historia, familia, amistad,
política y nación son todas ellas facetas de la experiencia
vital e intelectual de Gorriti plasmadas en las hojas sueltas escritas
al amigo.
Como
corresponsal en el “extranjero”, Gorriti ofrece a Palma una visión personal
crítica de la ciudad de Buenos Aires anclada en su experiencia y cimentada en
sus variadas lecturas periodísticas: “Paso la mayor parte del día leyendo los
diarios. Recibo La Nación, La Prensa, El Diario y El Nacional.
Obsequiados: El Álbum del Hogar y El Eco de la Juventud…” (9). Las
publicaciones obsequiadas son sintomáticas de la nueva comercialización del
periodismo de masa que apunta bajo y se centra en el chisme, la maledicencia,
la sonsera y la superficialidad.
En
1890 durante la epidemia de influenza, Gorriti cuenta con humor negro los
calamidades ocasionadas por la enfermedad, mezclando la política internacional
con los chismes de la “gran aldea”:
y aún aquí entre la alta canalla, está haciendo estragos, que casi llevan a Quintino Bocayuva, que se hallaba aquí en misión diplomática, y a una de sus hijas. Porque este mono brasilero ha tenido el mal gusto de cargar con su nidada, sin exceptuar ni al yerno. Añádase a esta inconveniencia la doblemente mayor de estar alojados a expensas del gobierno argentino, que ha mandado tomar para ellos el Hotel de [tachado], uno de los más lujosos de Buenos Aires. Los brasileros son unas verdaderas muchitanga. (88, 23 de febrero de 1890)
La
escritora, profundamente comprometida con el devenir político de América
Latina, se admira de la falta de interés que produce esta actividad entre sus
congéneres: “Aquí también, el elemento político empieza a agitarse…. En medio
al va y ven social, he hecho una observación: las mujeres no se mezclan aquí
para nada en la política. Hablan de ella con la más desapasionada tranquilidad,
y conservan amistosas relaciones de salón con los antagonistas de sus hermanos
y de sus esposos” (18). La explicación no se hace esperar en labios de una
amiga quien observa: “Es necesario…verter una gota de miel en este terrible
acíbar. Si nosotras azuzáramos a los nuestros, se devorarían” (18). La
polarización de la política argentina que lleva a la violencia fratricida,
tiene un paliativo en la mujer que “endulza” el amargo fragor de la política.
Esta visión edulcorada y contraria a las vivencia de Gorriti sobre la función
de la mujer en el quehacer nacional tiene ecos en sus advertencias a Mercedes
Cabello de Carbonera, su crítica de Josefina Pelliza de Sagasta. Adulación,
suaves tintas, extrema dulzura, recomienda Gorriti: “Yo no me canso de
predicarles que el mal no debe pintarse con lodo sino con nieblas. El lodo
hiede, y ofende, tanto al que lo maneja, como a quien lo percibe. Además se
crea enemigos: si incómodos para un hombre, mortales para una mujer” (56, 4 de
febrero de 1889).
Gorriti
se lamenta, haciendo una comparación mental que comparte con Palma sobre el
estado calamitoso del Perú luego de la Guerra del Pacífico: “Buenos Aires está
entregado a un lujo frenético” (9) que lleva a la quiebra y al suicidio o al
homicidio. Con sorna, critica la clase pudiente: “Pero desde que la epidemia
del revólver, el puñal y la disolución de fósforos se extendió al gremio de los
cargadores y las cocineras, los caballeros y las señoras se han abstenido, y
guardan sus bultos para días más felices” (9). En esta breve pincelada, Gorriti
retrata los males de una sociedad francamente escindida en términos de clase,
unidas pasajeramente por la crisis financiera, pero separadas por el abismo de
los prejuicios y una nueva realidad que no logra ni comprender ni aceptar.
El
30 de octubre de 1886, Gorriti anuncia con sarcasmo: “Ahora aquí han acabado
las querellas de partidos, podré, al fin, complacer a la facción de las letras
que me pide reorganizar mis antiguas reuniones literarias de Tacuarí sin temor
de que los García Merou y los Estrada; los Lainez y los Gutiérrez, los Mitre y
los Sarmiento al encontrarse juntos se vayan a las manos … Estos salvajes
unitarios no se andan en chicas” (28). Ahora bien, si las guerras fratricidas
son asuntos del pasado, nuevas inquietudes vienen a nublar la aparente calma
social en la forma del consumismo desmedido, el capitalismo voraz, y la
inmigración de la Italia septentrional:
La vida social es hoy en Buenos
Aires un verdadero simulacro de lujo y de esplendor…. Reina hace tiempo en Buenos Aires una
verdadera epidemia de asesinatos alevosos perpetrados por italianos de la
perjudicialísima inmigración napolitana, gente despreciada que está
desmoralizando al país en todo sentido. Como Estados Unidos con la inmigración
china, debían aquí cerrar la puerta a la napolitana. Todos son asesinos. (47, 7
de junio de 1888)
La lapidaria y xenofóbica
afirmación sobre los efectos de la inmigración italiana refleja la tensión
ideológica resultado en parte de la “Ley de Inmigración” de 1876. Los efectos
“nefastos” de las olas inmigratorias serían ilustrados en la ficción de
Argerich, Martel, y Cambaceres, mientras que una visión positiva y progresista
de la misma situación se vería en la obras de Sicardi, Ocantos, Gerchunoff
(Villanueva).(5) La postura de Gorriti encaja de lleno dentro de los
parámetros sociales e históricos acordados por el nombre familiar, por sus
alianzas políticas, y la situación financiera y social de la capital en el momento
en que Gorriti llega a terminar sus días.(6)
Gorriti recupera el espacio
perdido del país añorado en el espacio poseído de la carta y en ella construye,
hoja por hoja, el paralelo entre las dos naciones. Las oposiciones que resultan
son siempre favorables a Lima y al Perú, pues si “el mundo administrativo y
financista anda mal por allá, el mundo intelectual marcha a las mil maravillas”
(49). Buenos Aires y la Argentina, por otra parte, parecen encapsular los
vicios de una modernidad materialista y vacua que anticipa en mucho los males
que aquejan nuestro siglo:
En cuanto a la gente de aquí,
sólo piensa en ganar dinero. El abogado cierra su estudio, el periodista la
mesa de redacción; el escritor la pluma. Todo se deja llegada al hora de la
Bolsa; y todos corren a comprar allá, a comprar oro, a vender oro; a comprar y
vender tierras, concesiones de ferrocarriles y de líneas marítimas. Es una
fiebre de especulaciones que cada día improvisan fortunas enormes.
El
economista Ricardo Forte analiza los factores que produjeron “el pánico de
1890” luego de una década de asombroso crecimiento económico del sector
agropecuario, y del consecuente influjo de capital inversor extranjero, en
particular británico:
La causa de esta crisis fue el crecimiento sin solución de
continuidad de la población urbana, consecuencia de las condiciones de trabajo
inaceptables que encontraron los inmigrantes en el campo y de la imposibilidad
de hecho de acceder a la propiedad de la tierra, ya desde tiempo atrás
totalmente delimitada por el latifundio. Tal crecimiento, que asumió
dimensiones macroscópicas en la ciudad de Buenos Aires, pero que caracterizó
casi todos los centros principales del país, modificó la estructura social al
punto de reducir de manera sustancial la efectividad de los controles
directos sobre la población, basados en relaciones
dientelares de antiguo régimen,
las cuales, como hemos subrayado, constituyen un rasgo típico de la fase
notabiliar del liberalismo. (“Inmigración” 25)
Para
diciembre de 1890, la revolución ha sido aplacada, el cambio de gobierno ha
dado lugar a más incertidumbre y la ola de suicidios continúa:
Este
país está proxímisimo a completa bancarrota y a todos los desastres a ella
consiguientes.
Y lo
peor es que nada de enfrenar el lujo escandaloso que, hasta la hora de
suicidarse por arruinados, gastan estos descalabrados argentinos en esta
babilonia que llaman Buenos Aires.
Cada
día, dos o tres, por lo menos, de estos atolondrados, se despachan al otro
mundo, dejando padres, esposa e hijas.
La
política no anda menos descabellada que la sociedad; y presenta síntomas tan
anómalos que es imposible formar un diagnóstico. (104)
Para
concluir, la amistad epistolar con Palma, nutrida de micro-relatos de interés
común, provee a ambos corresponsales el ejercicio de la creatividad artística,
y disminuye en cierta medida en Gorriti la ansiedad ante el pasar irremediable
del tiempo y la amenaza constante de la muerte. Las cincuenta y tres misivas de Gorriti actúan
como esbozos, ensayos reducidos y esporádicos de una actividad creativa en
efervescencia a pesar del tiempo, de la distancia insalvable entre los
interlocutores y de los avances de la enfermedad. Las cartillas escritas sobre
las rodillas ilustran vívidamente la necesidad de colaboración creativa que
guió mucho de su vida. A lo largo del epistolario, Gorriti, la creadora de
ficciones relata y comenta su propia producción: Perfiles Contemporáneos, La
tierra natal, Oasis en la vida, Cocina ecléctica,y Lo íntimo. En su función
extra-oficial de difusora y agente literaria de la obra de Palma, Gorriti
alienta a su amigo a enviar su obra: “Lo que aquí se está esperando con
verdadera ansiedad es La bohemia limeña.
Apresúrese U. a mandar ese libro, que van a arrebatárselo, porque hace tiempo
que lo aguardan” (Carta 17, 33). Un año más tarde, lo acucia: “¿Qué es de la
edición ilustrada de Tradiciones? Yo
la he anunciado como cosa positiva, y aquí la esperan” (Carta 25, 47). En su
calidad de amiga y mentora de la escritoras peruanas,
se mantiene al tanto de sus triunfos ya sea el primer premio del certamen del
Ateneo obtenido por Mercedes Cabello de Carbonera y la publicación de su novela
Sacrificio y recompensa, o el éxito
de las Tradiciones Cuzqueñas (1886)
de Clorinda Matto de Turner. Sin embargo, no escatima su desaprobación ante
algunas de las decisiones literarias de Matto de Turner, Cabello de Carbonera, y
Pelliza de Sagasta. Las aseveraciones más halagüeñas y al mismo tiempo más
ácidas van dirigidas a la escritora argentina Eduarda Mansilla de García a
quien ofrece su amistad en repetidas ocasiones sin resultado.
Y
a través de todas estas cartas permanece, constante compañera de sus
reflexiones y de sus desvelos, el doloroso quehacer político de las naciones
que Gorriti vio nacer con el siglo
Notas
(1). Esta cita proviene de la carta fechada
el 23 de mayo de 1883 inmediatamente después de 23 líneas censuradas y tachadas
por el hijo de Gorriti. El párrafo completo lee así: “Todo esto para nosotros
dos, viejos amigos habituados a decírnoslo todo sin sombra de reserva. Mucho
agradezco a U. la iniciativa de estas confidencias. Tenía el corazón
quebrantado; y nadie a quien decir mi pena” (9).
(2). “En el ala de Tiempo” en Batticuore, Juana Manuela Gorriti. Cincuenta y tres Cartas Inéditas
(3).
Hago referencia aquí al concepto de la carta como regalo al receptor
según el De Elocutione. Para una
visión panorámica de la carta como discurso, ver el
artículo de Darcie Doll Castillo.
(4).
Todas las citas del epistolario provienen de la edición de Graciela Batticuore.
(5).
El artículo de Graciela Villanueva categoriza estas narrativas de acuerdo a su
postura con respecto al inmigrante en el periodo que comprende desde 1880 hasta
1910.
(6).
Para un estudio del naturalismo argentino finisecular y la visión xenofóbica
del inmigrante , ver las obras de JP Spicer-Escalante,
Visiones patológicas
nacionales: Lucio Vicente López, Eugenio Cambaceres y Julián Martel ante la
distopia argentina finisecular, y Carlos Javier Morales, Julián Martel y la
novela naturalista argentina.
Bibliografía
Batticuore, Graciela.
Ed. Juana Manuela Gorriti.
Cincuenta y Tres Cartas Inéditas a RicardoPalma. Fragmentos de lo Íntimo.
Buenos Aires-Lima 1882-1991. Lima: Universidad de San Martín de Porres,
2004.
Berg. Mary, Ed. Introducción. Gorriti,
Juana Manuela. Peregrinaciones de una alma triste. Miami: Stockero, 2006.
Castillo, Darcie
Doll. “La carta privada como práctica discursiva. Algunos rasgos
característicos” Rev. signos [online]. (2002) 35, (51-52): 33-57. Web. 6 de Nov 2012.
Forte, Ricardo. “La
crisis argentina de 1890: estado liberal, política fiscal y presupuesto
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------. “Inmigración y marginalidad
política en Argentina” Análisis
Político 29 (Sep/Dic) (1996): 24-42. Web. 7 de Nov 2012.
Grzegorcyk,
Marzena. “Lost Space: Juana Manuela Gorriti’s Postcolonial Geography”. Journal
of Iberian and Latin American Studies 8, N 1, 2002. Web. 6 de Nov 2012.
Morales,
Carlos Javier. Julián Martel y la novela naturalista argentina.
Spicer-Escalante,
JP. Visiones patológicas
nacionales: Lucio Vicente López, Eugenio
Villanueva,
Graciela.Villanueva,
Graciela. "La imagen del inmigrante en la literatura argentina entre 1880 y 1910. Amérique Latine. Histoire et Mémoire. Migrations en Argentine. Numéro
1-2000. Web. 6 de Nov 2012