B. B. P. Bethancourt: Abrazos de
una nariz sin olfato. Granada: Tragacanto, 2012
Abrazos
de una nariz sin olfato, de B. B. P. Bethancourt (pseudónimo literario de A.
García Rodríguez, poeta de origen panameño y especialista en literatura
centroamericana y colonial), constituye una obra
singular y sugerente desde el mismo título. Se trata de un poemario publicado
en la cuidada colección por mi mala cabeza, de la editorial
española Tragacanto, que, desde la originalidad del título, se construye sobre
una imagen que justifica y da sentido al libro. En efecto: los poemas (setenta
y dos en total) se estructuran dentro de una galería de abrazos ‘numerados’,
que funcionan a modo de secciones (diecisiete en total), más un epílogo en
forma de ‘antiabrazos’. La novedad reside no sólo en esta disposición en sí
misma, sino también en el hecho de que los abrazos numerados lo están de una
manera aparentemente aleatoria: desde el abrazo número 70, hasta el número 19,
pasando por diversos estadios (20, 26, 30 y 30, 1, 8…), y que en algunos casos incluyen, a su vez, denominaciones
como la de cuasi abrazo, abrazos insustituibles, eternos, equivocados o un
conjunto de abrazos de más. Cada una de estas secciones está integrada por un
número de poemas diverso (la más breve, 1; 10 la más extensa). Esto se completa
con una serie de cinco poemas titulados ‘abrazos sin cifra’, distribuidos a lo
largo del libro, donde dos de los cuales sirven de marco por cuanto abren y
cierran el texto.
Esta estructura desvela una obra muy meditada, cuidadosamente
elaborada y profundamente coherente. No estamos ante una recopilación de poemas
sin más, sino ante un libro concebido como obra total, en la que cada sección o
abrazo tiene una razón de ser, un sentido y, a pesar de la ‘extraña’ numeración,
aparentemente arbitraria, cada uno cumple un papel preciso tanto temática como
estructuralmente. Los cinco poemas sin cifra, anteriormente mencionados,
proporcionan un buen ejemplo de este último punto en la medida en que los
mismos funcionan como contrapunto en tanto matizan, añaden, subrayan o apuntan
al resto de poemas, como una suerte de voz contemplativa que enuncia siempre
desde la experiencia, a veces, de manera irónica, otras, directamente
desencantada. En estos cinco poemas hay una búsqueda de “ese instante de
ternura” –representada por la imagen del título- (una de las claves del libro) que
“redima en la eternidad”, tal como se enuncia al abrir el poemario o “hasta que
el egoísmo nos separe”, tal como se nos advierte al cerrar el mismo. Estos
abrazos sin cifra plantean, en versos contundentes y muy breves, dicotomías
paradójicas o confrontadas: vidas paralelas /vidas cruzadas, desnudo en
silencio/ penas sin brillo, exceso
/consuelo imposible, principio y final repetitivos, pero, sobre todo, destaca
en ellos la necesidad de la celebración del instante y con ello se pone de
relieve, a su vez, la fragilidad de lo transitorio/lo efímero de lo humano.
Abrazos
de una nariz sin olfato es un libro de urgencias y deseos: urgencias por
aprehender el momento (“Plegaria angelical”), el fragmento congelado (“Duende”),
en el instante exacto en que pasa a convertirse en un ‘recuerdo’ suspendido (“Trampa”),
dejando a la memoria plagada de instantes y fantasmas (“Eterno pro abolición de
la memoria”, “Memory broken by sleeping
hours”); deseo por satisfacer necesidades, sobre todo la necesidad de
lograr, aunque sólo sea por un segundo, no estar solos (“Sonrisa preliminar”,
“Aunque sea”). Además, los abrazos que componen la parte central del libro
abordan una variedad de ‘estados’ y situaciones, entre los que destaca
especialmente una sostenida soledad ‘compartida’ (“Método de seducción en dos”,
“Gatodesacompaña”), una convivencia a veces opresiva (“Mi casa NO”), la dicotomía
presencia / ausencia (“Padre”), el insomnio (“Economía”), el olvido
(“Voluntades”), la traición (“De-cadencias”) o lo que resta en la convivencia cuando
sólo queda la costumbre (“Danos, vida, algo que no se conozca por ésta tu
morada”). Hay también una tematización del deseo en términos ya sea de una
entrega mediada (“Monogamic Site”), de una particular formulación del “ir
y quedarse y con quedar partirse”, tal como lo expresa el verso de Lope de Vega,
sobre la partida y lo que dejamos –con ella– atrás (“Falársana”), del no saber /
poder irse del todo (“Orbe intemporal”) o bien de la voz de quien ya ha dejado
de esperar y advierte que “[n]o hay ya vigía / que vele las horas de la espera,
/ sólo hay ojos de insomnio que velan otras vidas” (“Buildings”). El lector encontrará una voz coherente que observa el
mundo, que vive las pasiones como dicen que hay que vivirlas: al límite (“Fais-moi mal descartografiado”); una voz lírica que se define (y las
definiciones son otro elemento clave) siempre en relación con el Otro, a pesar de
/ con / contra el Otro, porque, como se lee en el poema “Medusa”, el monstruo
lo es por el Otro y necesita que esa Otredad le devuelva la imagen en el
espejo. Se trata de una voz que se mueve en los límites de la ambigüedad y la
androginia (“No deseará la mujer del prójimo”, “Frío”), que no lo dice todo,
sino que sugiere, y, cuando dice, lo hace de una forma contundente, tajante,
valiéndose de un juego métrico (alternancia de versos breves y más o menos
extensos) que destaca la evidencia, sin pretensiones, de su discurso.
Una de las características del poemario consiste en la creación de una
atmósfera precisa, en consonancia con los distintos estadios mencionados
anteriormente (“Dudasic Park”,
“Malhumor-acecho aburriéndose”). Bethancourt consigue, con pocas palabras,
construir atmósferas asfixiantes (“Piscina con calor y silencio”), misteriosas
(“Imprescindible venía”) o abisales a veces (“Osedax”) que sugieren mucho más
de lo que dicen (“Espectro”). Esto se complementa con la preeminencia de las
imágenes en detrimento de la acción: la voz de Abrazos de una nariz sin olfato persigue imágenes, las elige
cuidadosamente y las ofrece, luego de una reflexión poética, depuradas, casi
como instantáneas pictóricas (“Naturaleza muerta en serio”, “Silenciosa en
superficie plana”, “La dama de las camelias”). Y muchas de estas imágenes son descarnadas,
cosa que no deja indiferente al lector (“Ataraxia”, “Lázaro”, “Besos para una
alma en la cruz roja”).
Junto a esto hay una serie de poemas ‘leves’, más o menos
descriptivos, poemas-juego (formas estróficas, disposición gráfica) que
ironizan sobre formas establecidas, como recetas, oraciones o canciones
(“Relato”, “Receta”), y desmitifican convenciones o verdades ‘instituidas’
(“Comerciales”, “Ave María”). Todos estos poemas contribuyen a amenizar la
lectura, por un lado, y aumentan el contraste con lo anterior, por otro. Se
trata de escenas aisladas, más o menos cotidianas (“Ducha”, “Calzados”) y simples,
en las que se introduce, muchas veces, un elemento que distorsiona la aparente
armonía y provoca en el lector cierta sensación de incomodidad, extrañeza o desasosiego
(“Zodiaco”, “Danzas”, “Antiplegaria”). Y todo este despliegue se jalona con la
presencia (a veces explícita y otras no tanto) de unos compañeros de viaje
literarios y musicales (desde Cervantes hasta Baricco, pasando por Pessoa,
Wallace Stevens, Kikí Dimulá, Chabuca Granda, etc.), con quienes Bethancourt establece un
fructífero diálogo a partir de las mismas afinidades electivas.
Abrazos
de una nariz sin olfato es un libro conmovedor que, de alguna manera,
acompaña, cuyos poemas, después de ser leídos, permanecen, vuelven… Quizá por
ello esta obra ha sido objeto de un estudio musical por parte de Electra I.
Castillo, que ha compuesto diversas piezas instrumentales cortas para piano,
cuerdas y oboe a partir de la lectura del poemario, así como uno gráfico a
cargo de Effi Theodoropoulou, autora de una serie de mini-abrazos o dibujos a
tinta que ilustrarán la futura edición multilingüe del poemario. En definitiva,
estamos ante un libro que supone una singular contribución a las letras
panameñas gracias a su estructura y temática poco usuales (1)
y que confirma la originalidad creativa del istmo centroamericano. Cabe decir,
igualmente, que es un libro incómodo, cuya lectura plantea al lector un desafío
en tanto no nos complace con realidades amables, sino que nos enfrenta con los
fantasmas cotidianos, con la soledad, la pérdida provocada por la ausencia
irreparable, la traición, la urgencia y el deseo. Nos enfrenta también con la
desmitificación de las excusas que nos hacen ser (o creer ser) quienes somos (“Interrogante”)
y que evidencia la necesidad desesperada por encontrar –aunque sea por un
instante– ese tipo de compañía que nos hace sentir como en casa. Sin embargo, a
pesar de todo lo dicho anteriormente, no es un libro desalentador, muy por el
contrario y aquí parece oportuno acabar reivindicando el epígrafe con el que se
abre este poemario, Abrazos es un
canto “[a] la esperanza, aniquiladora de todo pesimismo”.
Universidad de Granada
(1). Véase una entrevista a Bethancourt en la siguiente dirección http://luispulidoritter.com/otros-autores/panama/350-b-b-p-bethancourt-panama